Así es como la calidad del sueño impacta la productividad laboral. Claves para tener en cuenta

Por Gerencia de Comunicaciones del Consejo Colombiano de Seguridad (CCS)

Bostezadera, pesadez en los ojos, baja concentración y un cansancio generalizado. Así te puedes sentir en un día normal de trabajo después de haber trasnochado o haber pasado una mala noche.

Aunque parezca un detalle ajeno al escenario laboral, lo cierto es que la calidad del sueño impacta profundamente en el desempeño y la productividad de los trabajadores. Así, del tiempo que una persona dedique a descansar y a reparar su mente y su cuerpo, dependerá su rendimiento diario y su salud en general.

No obstante, datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que el 40 % de la población duerme mal. Si bien esto no quiere decir que dicha proporción de personas tenga un trastorno de sueño severo, sí presentan algunas señales de alerta como tener dificultades para dormir o despertarse en la madrugada.

A lo anterior se suma una tendencia que va en aumento entre los trabajadores, especialmente en cargos directivos o de alta responsabilidad: restar horas al sueño para trabajar más. “Está demostrado que quienes ocupan posiciones que requieren una mayor implicación laboral dedican menos tiempo al descanso”, señala el médico especializado en trastornos del sueño, Rafael Lobelo.

Frases como “no duermo porque en las noches es cuando más productivo soy”, “en las madrugadas me concentro más y tengo más clara la mente” o “si duermo menos, me rinde más el día”, son manifestaciones de esta nueva realidad.

No obstante, Lobelo advierte que, aunque en el corto plazo las personas se sientan más fructíferas, en realidad están generando todo un efecto contrario en su organismo que, tarde o temprano, les va a pasar factura a su salud y a su rendimiento.

“Existen estudios que han realizado un seguimiento a este tipo de personas y han concluido que no solo tienden a desarrollar mayores problemas de hipertensión, diabetes y obesidad, sino que son personas muy insatisfechas y que suelen tener mayores problemas intrafamiliares y conflictos sociales. De ahí que también sean más propensas a desarrollar trastornos como ansiedad y depresión”, agrega el experto.

Pero no solo aquellos que ocupan cargos de alta responsabilidad sufren las consecuencias de la reducción en las horas de sueño. En general, la población trabajadora que no duerme lo suficiente —ya sea por hábitos, estilo de vida, dificultades para conciliar el sueño o falta de tiempo— se ve profundamente afectada.

Dormir menos de 7 u 8 horas (tiempo recomendado por la OMS para la población adulta) genera efectos adversos para la salud. Por ejemplo, el Ministerio de Salud y Protección Social señala que la falta de sueño eleva la presión sanguínea y aumenta las probabilidades de obstrucción arterial (esto explica por qué después de trasnochar las personas sienten más frío). Por su parte, la fatiga excesiva aumenta el riesgo de padecer obesidad y diabetes, mientras que, a nivel cerebral, se disminuye la memoria a corto y mediano plazo, se hace más lento el aprendizaje y se altera la capacidad del juicio (MinSalud, 2014).

“De ahí que sean personas que asisten más a los servicios médicos y suelen incapacitarse más”, señala el doctor Lobelo.

Implicaciones en el desempeño laboral ¿Qué pasa entonces con el rendimiento laboral? Gestionar el sueño de los trabajadores se convierte en un asunto de gran importancia para asegurar el éxito de las actividades y el cumplimiento de los objetivos organizacionales.

De acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, 2018) de Estados Unidos, el cansancio y la somnolencia genera riesgos para los trabajadores y los entornos laborales en los que se desempeñan y listan una serie de efectos que se producen como consecuencia de un mal dormir:

• Reducción en los niveles de concentración y estado de alerta, lo cual induce a desarrollar comportamientos inseguros (las personas lucen distraídas, bajas de energía y bostezan con frecuencia).

– Falta de criterio que conlleva a tomar malas decisiones.
– Tiempos de reacción más lentos.
– Menor capacidad y disposición de aprendizaje.
– Trastornos del estado de ánimo (mal humor, desmotivación, apatía, ansiedad, depresión).
– Reducción en las destrezas de comunicación.
– Estado de somnolencia que conduce a microsueños de manera abrupta e involuntaria.

Todo lo anterior no solo reduce drásticamente el rendimiento del trabajador, sino que da lugar a situaciones peligrosas, sobre todo, si los efectos se manifiestan en momentos críticos como al conducir un vehículo, operar maquinaria peligrosa o realizar tareas de alto riesgo.

“Por lo tanto, es urgente que tanto los líderes como los empleados comprendan que el sueño de calidad es un pilar fundamental del trabajo y que a mayor responsabilidad tiene una persona, mayor será su necesidad de dormir bien”, apunta el doctor Rafael Lobelo.

Cultura del sueño: por un descanso de calidad

Ahora bien, no se trata de dormir por dormir, ni de hacerlo intermitentemente o por cortos periodos de tiempo, sino de tener un sueño verdaderamente reparador. O, ¿a quién no le ha ocurrido que, aunque duerme, se levanta al día siguiente cansado y sin energía?

Lograr un buen descanso exige crear una cultura del sueño, convertirla en un hábito y generar el entorno propicio para que el cuerpo y el cerebro realmente entren en pausa y se regeneren. Al fin de cuentas, dormir bien no solo es un placer, es una necesidad y casi que una obligación.

De acuerdo con Sanitas (s.f.) son muchos los factores que determinan la calidad del sueño. Los hábitos, el ambiente, el horario, lo que se hace y lo que se deja de hacer influyen en la capacidad para conciliar el sueño y lograr un estado profundo del mismo. A continuación, presentamos algunas recomendaciones de sus expertos en sueño:

Actividad física diaria: realizar algún tipo de actividad física durante el día favorece el descanso en la noche. Lo mejor es realizarlo al levantarse o, al menos, tres a cuatro horas antes de ir a la cama.

Horarios: hay que procurar acostarse y levantarse todos los días a la misma hora, incluso los fines de semana, pues el organismo adquiere rutinas y se acostumbra a ellas. En lo posible, lo ideal será acostarse a dormir antes de las 11 de la noche.

Condiciones ambientales: el organismo produce una hormona, la melatonina, que induce el sueño. Pero esto solo sucede si no hay ningún tipo de luz en la habitación. Por ello hay que apagar la luz en el momento en que uno se acuesta, procurando que no quede encendido el televisor o alguna pantalla que genere luminosidad. De igual manera, se deben limitar los niveles de ruido, verificando que en la habitación no haya ningún dispositivo que lo genere, por más mínimo que sea. Así mismo, las condiciones ambientales cuentan. Aunque lo recomendable es mantener una temperatura de 18 ºC, esto varía en función de cada persona. Otro aspecto que no debe pasarse por alto es la comodidad que genere el colchón y la almohada. Amanecer con dolores de cuello o de espalda es un claro indicio de que algo está fallando.

Alimentación: las cenas deben ser ligeras y realizarse al menos una hora antes de acostarse. Platos sencillos, evitando comidas muy condimentadas, grasas, frituras o alimentos de lenta digestión como las carnes rojas, ciertos cereales y las leguminosas. De igual forma, se deben evitar las bebidas alcohólicas, estimulantes o con contenidos de cafeína. Su consumo se debe suspender a partir de las 4 de la tarde.

Rutinas: es indispensable preparar mente y cuerpo para el descanso. Crear rituales de sueño como tomar una ducha, hacerse un masaje, leer un libro, meditar o escuchar música suave antes de dormir son prácticas relajantes que atraen el sueño.

Tecnología en pausa: en lo posible se debe evitar manipular el celular, la tablet o el computador, al menos, 30 minutos antes de dormir ya que la luz que emiten las pantallas de este tipo de dispositivos hace que el cerebro se confunda y piense que aún es de día. Como consecuencia, no segrega melatonina que es la hormona del sueño. También se recomienda bajarle el tono al celular, ponerlo en modo avión o sacarlo del cuarto para que un mensaje o una llamada inoportuna en la madrugada no interrumpa el descanso.

Obedecer al cuerpo: acostarse justo cuando llegan los primeros signos de sueño es clave. Ante bostezos, pesadez o sequedad de los ojos o los primeros “apagones” de los párpados, hay que irse a la cama. De lo contrario, la necesidad de dormir desaparece a los 15 minutos y tarda una hora y media más en volver.

Cuidado con las siestas diurnas: aunque las siestas son buenas, no deben exceder los 30 minutos. De este modo no se verá afectada la calidad del sueño nocturno.

Referencias
Lobelo, R. (2022). Entrevista. 55 Congreso de Seguridad, Salud y Ambiente. Consejo Colombiano de Seguridad.
Ministerio de Salud y Protección Social. (2014). Dormir bien fortalece la mente y el cuerpo. Boletín de Prensa No 076 de 2014.
https://www.minsalud.gov.co/Paginas/ventajas-dormir-bien.aspx
Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades – CDC. (2018). Trabajo por turnos, deuda de sueño y el costo para la
seguridad y el desempeño. https://www.cdc.gov/spanish/niosh/mining/topics/turnos.html#:~:text=La%20gran%20mayor%C3%ADa%20
de%20los,horas%20de%20sue%C3%B1o%20cada%20d%C3%ADa.
Sanitas. (s.f.). Consejos para mejorar la calidad del sueño. https://www.sanitas.es/sanitas/seguros/es/particulares/biblioteca-de-salud/
prevencion-salud/sueno-y-cansancio/calidad-sueno.html