70 años aportando al país
Siete décadas cuidando la vida de los trabajadores
A través de la senda que marca nuestro propósito de ‘Asegurar abrazos’ hemos construido un mundo laboral que impulsa la salud en el trabajo, las condiciones seguras en el desempeño de nuestras labores y la gestión de los riesgos que se derivan de las operaciones. Todo, para promover el bienestar. En esta nueva era asumimos una mayor responsabilidad: una mirada superior hacia la sostenibilidad.
Por ello, creamos este espacio para reconocer un trabajo que solo es posible gracias a las personas comprometidas con el cuidado de la vida. Un espacio para destacar a quienes somos CCS, a esos socios que nos han ayudado a estar acá y, también, para reconocer una trayectoria que ha aportado al país y que seguirá trabajando por impactar el mundo.
¡Gracias por ser parte de este camino!
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Estamos comprometidos con la responsabilidad de nuestra casa común, por eso promovemos la sostenibilidad, contribuyendo al bienestar ambiental y social, para la construcción de un futuro próspero y equitativo para todos. Nuestras cifras lo demuestran:
Línea del tiempo CCS
Fundación del Comité Nacional de Prevención de Accidentes - CONALPRA.
Publicación del primer número de la revista Protección & Seguridad.
Primeras empresas en confiar en CONALPRA: Ecopetrol, Fano, Pintuco, Gaseosas Lux, Construcciones, Tissot, Centrales, ESSO, Shell, Cementos Diamante, Icollantas, Eternit Colombiana y Colseguros.
Cambio de nombre al Consejo Colombiano de Seguridad Industrial (CCSI).
Primer Congreso Colombiano de Seguridad.
CCSI definido como agencia exclusiva en Colombia del Centro Mundial de Información de Seguridad Social.
Cambio de nombre al Consejo Colombiano de Seguridad (CCS), como se conoce actualmente.
Vinculación a la Asociación latinoamericana de Seguridad e Higiene en el Trabajo – Alaseht.
CCS, entidad reconocida como entidad de apoyo al Plan Nacional Ocupacional.
Inauguración de la sede principal del CCS.
Entra en funcionamiento el Centro de Información de Seguridad sobre Productos Químicos (Cisproquim®).
Creación del Registro Uniforme de Contratistas (RUC®).
CCS cumple 50 años de trabajo dedicado al servicio de la protección en seguridad y salud en el trabajo.
Lanzamiento del Campus Virtual para formación en Seguridad y Salud en el Trabajo (SST).
Se crea la nueva y actual imagen corporativa del CCS.
CCS es acreditado por el Organismo Nacional de Acreditación de Colombia (ONAC) como ente certificador.
CSS es certificado por COTECNA en Sistemas de Gestión de Calidad, en Gestión de la Seguridad y Salud Ocupacional, y en su Sistema de Gestión Ambiental.
Adriana Solano Luque se incorpora como nueva y actual presidenta del Consejo Colombiano de Seguridad (CCS).
Lanzamiento del único simulador en Colombia para conductores que transportan carga y pasajeros.
El CCS sigue aportando a la elaboración de insumos técnicos en gestión de riesgos y marca un especial aporte en la gestión de la Covid-19.
El CCS cumple 70 años de funcionamiento y consolida su propósito, entendiendo que un mundo laboral sano, seguro y con bienestar son pilares de la sostenibilidad.
Siete décadas a través de las historias de vida de nuestra gente
Entre llamadas, datos y emergencias:
la vital labor de Andrea Cruz
El repicar del teléfono, las notificaciones del chat, las alertas de correos con consultas y solicitudes, las reuniones por atender… el día a día de Andrea Cruz es un frenesí constante. Cada llamada, cada mensaje, es un eco de responsabilidad, un recordatorio de la magnitud de su labor como Coordinadora del Centro de Información de Seguridad sobre Productos Químicos - Cisproquim® del Consejo Colombiano de Seguridad (CCS).
No es para menos. Andrea tiene a su cargo, entre muchas otras funciones, una que es vital: el apoyo en la recepción de emergencias toxicológicas, tecnológicas y toxinológicas a nivel Colombia, Perú y Venezuela que ingresan a través de la línea telefónica de Cisproquim®. De su gestión, agilidad y eficacia pende el hilo entre la vida y la muerte de aquellas personas —e incluso, animales— que, por cualquier razón, ingirieron una sustancia tóxica o sufrieron una mordedura de serpiente o una picadura de alacrán. Y sí, hay llamadas que salvan vidas.
Siendo estudiante de Química, llegó al CCS en 2017. Tenía 28 años. Tras su figura menuda, una sonrisa tímida y el brillo en los ojos propio de la juventud, estaba una mujer con una trayectoria destacada en el mundo de la ciencia. Se había desempeñado como técnica de laboratorio en dos importantes multinacionales y su último paso había sido por la gigante de cosmética Jolie de Vogue, como inspectora de calidad y control.
Así que cuando arribó al CCS y a pesar de estar próxima a culminar sus estudios, ya traía consigo un buen bagaje profesional. Ingresó como analista técnica de Cisproquim®, un cargo recién creado con el fin de brindar apoyo en la gestión operativa y comercial del área.
La necesidad de un perfil técnico que también abordara aspectos comerciales llevó a su contratación. Su rol sería clave en el relacionamiento entre el CCS y sus empresas afiliadas del sector químico que hoy ascienden a 161.
“Cuando se me presentó esta oportunidad yo me sentí realizada —recuerda Andrea—¡se trataba de la entidad más importante de Seguridad y Salud en el Trabajo en Colombia!”. En su corazón albergaba la certeza de que le aguardaba mucho por aprender. Andrea estaba ávida de conocimiento.
El paso del tiempo se lo confirmaría. El apoyo que le brindó la organización en flexibilidad horaria, respaldo y orientación de sus superiores y el propósito mismo de trabajar en función de salvar vidas, la llevaron a adelantar una especialización en Gerencia de Riesgos Laborales y Seguridad y Salud en el Trabajo y, más tarde, a culminar su Maestría en Prevención de Riesgos Laborales.
Paralelamente, empezó a realizar cuanto diplomado y curso ofrece el CCS a sus colaboradores: desde control de riesgos biológicos, espacios confinados y energías peligrosas, pasando por la gestión de la salud mental hasta formaciones en auditoría. No ha habido oportunidad que Andrea no aproveche para aprender. “Eso es lo más emocionante de mi trabajo. Que nunca te estancas, todos los días aprendes algo nuevo, no te quedas con vacíos de conocimiento y eso es algo que yo valoro mucho”, cuenta.
Su paso por la organización no ha estado exento de cambios. Con ajustes en la estructura organizativa y nuevos líderes que marcaron la transición, empezó a perfilarse como una líder en potencia.
Ahora, como Coordinadora de Cisproquim® reconoce, además, el crecimiento personal que ha cultivado. Valores como la disciplina, el compromiso y la pasión rigen cada decisión y acción que ejerce. Es ahí donde se ve permeada por la cultura organizacional del CCS, una cultura que admira y enaltece.
Bajo su dirección, actualmente cuenta con siete ingenieros químicos y ambientales, seis toxicólogos (entre los cuales hay un veterinario), una enfermera y dos practicantes. Un equipo de profesionales que ella misma define como “una bendición” y a quienes agradece profundamente la aptitud de servicio y el aprendizaje que obtiene de ellos en el día a día.
Entre los logros que le hinchan de orgullo el corazón está el incremento en la capacidad de atención de las llamadas de emergencia que, según afirma, se ha duplicado en los últimos siete años. Para la muestra, Cisproquim® cerró el 2023 con 16 mil llamadas atendidas. La razón de ese crecimiento yace en que el centro de información ya no solo cuenta con la capacidad de dar soporte inicial a la situación, sino también de realizar seguimiento a cada uno de los pacientes hasta verificar que esté fuera de peligro.
“Es un honor estar al frente de una línea de atención que le genera un gran beneficio al país, que realmente contribuye a salvar vidas. Entonces, sabes que trabajas en una organización con propósito”, añade.
A pesar de encontrar allí su mayor satisfacción, no puede dejar de exaltar el hecho de ser parte de un equipo que genera conocimiento relevante para la toma de decisiones. Y si se lo preguntan, tiene la data en su cabeza: dirá que en el último año se registraron más de 7000 emergencias por actividad suicida intencional o que hubo cerca de 3000 incidentes de índole ocupacional o un aproximado de 5000 ingestas de agentes químicos por descuido; sabe a ciencia cierta cuáles fueron los grupos poblacionales más afectados, en qué departamentos, cuál fue la principal causa de la emergencia y cuáles fueron las sustancias más involucradas.
Andrea reconoce que nada de esto sería posible si no fuera por la robusta infraestructura tecnológica que está detrás de Cisproquim®. El nivel de desarrollo e innovación ha sido tal que hoy prácticamente su todo su equipo cumple su misión en modalidad de teletrabajo, cuenta con softwares de vanguardia y una línea de llamadas sólida, ágil y eficiente.
“Para mí esto es de las cosas más impresionantes. ¿A quién le cabe en la cabeza que desde nuestros propios hogares estamos a la cabeza de la línea nacional de toxicología con funcionamiento 24/7? Creo que es un avance sin precedentes” añade.
Pese a la complejidad de su trabajo y del nivel de dedicación que le demanda, Andrea agradece el balance que ha logrado entre su vida personal y laboral. Tan es así, que ha podido avanzar en sus estudios, compartir tiempo de calidad con su familia, gozar de sus mascotas e, incluso, realizar un curso de cocina, uno de sus grandes hobbies.
Por eso, sabe que el propósito de ‘Asegurar Abrazos’ transciende la mera frase bonita. “No es puro cuento, no es repertorio, es un compromiso genuino que todos los que trabajamos en el CCS vivimos en el día a día”, afirma.
El futuro que visualiza para el CCS es ambicioso. Quiere que Cisproquim® abrace la inteligencia artificial y la analítica de datos. Sueña con un boot lo suficientemente entrenado para atender emergencias y un Observatorio de la Seguridad y la Salud en el Trabajo generando información técnica en tiempo real. Su deseo para la organización es sencillo, pero contundente: que cumpla otros 70 años de prosperidad e innovación contribuyendo a un futuro más sostenible y mejor para todos.
Eliana Preciado, una embajadora de la Seguridad y la Salud en el Trabajo
Quien escuche hablar a Eliana Preciado imaginará cualquier cosa menos que es paisa. A esta mujer, oriunda de Santa Rosa de Osos, Antioquia, y administradora de salud ocupacional de profesión, el acento se le quedó “embolatado”, quizá, en una de sus tantas travesías por el país.
De La Guajira hasta Neiva, de Tumaco a los llanos orientales, pasando por el Valle del Cauca, los santanderes y el César, recorrió las regiones acercando la Seguridad y la Salud en el Trabajo a los rincones más recónditos de la geografía nacional. Fue coordinadora de SST, instructora, supervisora de actividades de alto riesgo y asesora empresarial.
De vuelta a su región, en 2017, contactó al Consejo Colombiano de Seguridad (CCS) para poner su perfil a disposición. Conocía a la entidad desde hacía 25 años y sentía una profunda admiración por su trabajo. “Llegar al CCS siempre estuvo entre mis metas personales y profesionales —recuerda Eliana— yo soñaba con ser parte de esta organización porque sabía que hacía lo mejor de lo mejor”.
Sin embargo, reconoce que era consciente del reto que esto implicaba. “Yo decía «estar allá debe ser muy difícil», por el nivel técnico tan alto, porque las personas que están ahí y que yo conocía —líderes, auditores, directivos— eran personas muy buenas profesionalmente”, relata.
Pero la complejidad que imaginaba no la amilanó. Se puso en la tarea: pasó su hoja de vida e inició el proceso de selección. Para ese entonces aspiraba al cargo de asesora técnica comercial de la regional Antioquia. Y lo logró.
Sumergirse en los productos y líneas de servicio que desarrolla el CCS le amplió la perspectiva. No dimensionaba el universo de herramientas, asistencias y conocimientos aplicables que la organización pone al servicio del sector industrial del país. Así que, con ese apetito intelectual que siempre la ha caracterizado, empezó a indagar más, a escudriñar cada proceso y a obtener una visión integral del propósito y visión del Consejo.
Su experiencia laboral en diversos sectores industriales, su fortaleza técnica y el empoderamiento que adquirió en su rol la llevaron, seis meses después, a la costa Caribe. En noviembre de 2017, Eliana aterrizaba en Barranquilla como gerente regional.
Llegó con sus dos hijos y la maleta cargada de ilusiones y proyectos. En menos de un año, había alcanzado “un crecimiento exponencial”, como ella misma lo define. “Logré escalar rápidamente ese peldaño de mi carrera que tanto soñaba. Cuando menos lo pensé yo ya estaba en ese punto que creía que me tomaría mucho tiempo, mucha más trayectoria”, admite. Una sonrisa de satisfacción y orgullo personal se le escapa.
En la costa encontró un territorio fértil “para hacer muchas cosas y hacerlas bien”. Descubrió matices de una cultura de seguridad que refleja las particularidades de cada organización, ciudad y departamento, con actividades económicas diversas y un contexto rico en oportunidades y desafíos.
Desde ese momento y hasta el día de hoy, Eliana vive feliz, satisfecha y absolutamente enamorada de su trabajo. Su día a día transcurre entre el desarrollo de estrategias empresariales innovadoras para la gestión efectiva de riesgos y la promoción de una cultura de prevención en las organizaciones que hacen presencia en el Caribe colombiano. La atención de requerimientos y solicitudes, la visita a empresas y la creación de alianzas son parte de su cotidianidad.
Ya sea en el Atlántico, en Cesar, Córdoba, La Guajira, el Magdalena, San Andrés o Sucre la travesía de Eliana no se detiene. Su compromiso y pasión por contribuir al bienestar empresarial y fomentar entornos de trabajo seguros y sostenibles se extiende por toda la región.
Su mayor satisfacción es ver el crecimiento de las organizaciones que se ven impactadas con su labor. Más allá de los indicadores, las cifras positivas y el cumplimiento de metas están esos intangibles que, para ella, no tienen precio. “No hay mayor felicidad que un empresario le diga a uno «vea, desde que yo los conocí, desde que yo estoy con el CCS, he crecido, soy mejor, soy una empresa sólida, competitiva, sostenible» y eso es, finalmente, lo que hace que todo valga la pena: que la comunidad sienta que estar con el Consejo los hace grandes, los hace crecer”. En sus cuentas, tiene ejemplos de empresas afiliadas que conoció como pymes y hoy son multinacionales. A ese nivel llega el impacto del que ha sido testigo.
En lo personal dice que ha evolucionado mucho como ser humano y que el propósito de salvar vidas lo lleva tatuado en el corazón. Servir a otros, brindarles las soluciones que necesitan y contribuir en su bienestar, es parte de su razón de ser y de existir.
En casa, Eliana sí que es profeta en su propia tierra. Sus hijos de 12 y 16 años han interiorizado la cultura del autocuidado y de la prevención. Son precavidos, planifican sus actividades, analizan sus acciones y al final, con responsabilidad e independencia, toman sus propias decisiones.
Su herencia para ellos será dejarles un mundo laboral más sano, seguro y sostenible. Y eso le da paz y tranquilidad. Sabe que su trabajo es mucho más que asegurar abrazos físicos al final de una jornada laboral. Para Eliana el verdadero sentido está en asegurar “un abrazo eterno” en el que las generaciones presentes y futuras puedan acceder a un trabajo digno, en condiciones seguras y justas, en organizaciones prósperas y estables y en un planeta floreciente y engendrador de vida.
Stefanía Rodríguez, juventud inspirada por el CCS
“¿Que qué significa ‘Asegurar Abrazos’? Significa que mi mamá llegue a casa sana y salva, sin problemas ni inconvenientes”.
Así es como Stefanía Rodríguez Hernández, a sus 13 años, explica el propósito del Consejo Colombiano de Seguridad. Dos palabras que están instauradas en su mente y que le dan la tranquilidad de saber que cada noche se irá a la cama tranquila, con un beso de su amada progenitora en la frente.
Hija de Adriana Hernández, quien desde hace más de 14 años ocupa el cargo de asistente administrativa de la presidencia ejecutiva del Consejo, Stefanía se considera “como de la casa”. Y es que prácticamente nació en el seno de la familia CCS. Así que en muchos de los recuerdos de su infancia se ve correteando por los pasillos de sus oficinas en Bogotá, riendo a carcajadas con los compañeros de trabajo de su mamá o disfrutando de las celebraciones corporativas de Halloween.
Personajes como Adriana, la presidenta ejecutiva; don Rafael, el vicepresidente financiero; Jorge, el gerente de relacionamiento; Yamile, la coordinadora de contabilidad; Deysy la gerente de Riesgos y Gobernanza Corporativa o Johanna, la líder de Comités Técnicos, entre muchos otros, le resultan tan familiares y cercanos que los nombra con la misma facilidad con la que podría hablar de sus amigos del colegio.
“Ellos han estado presentes toda mi vida, literalmente, apoyándome y apoyando a mi mamá a cumplir sus metas y sus sueños. Cuando me lleva a su oficina, me hablo con casi todos, son súper queridos”, relata.
En una palabra, define a la organización como una familia. Destaca la unidad, la fraternidad y el apoyo mutuo que se brindan todos sus integrantes.
El cariño que siente por el CCS tiene una razón de ser: sabe, sin temor a equivocarse que su mamá es feliz en su trabajo. “Se nota por muchas cosas. Por cómo le mete ganas, por decirlo así, porque siento que se esfuerza mucho y hace lo que a ella le gusta”.
No menos importante, desde su visión, es el respaldo que el CCS le brindó a Adriana para que lograra culminar sus estudios profesionales. “Ella quería ser administradora de empresas y lo logró. La organización le dio el tiempo para trabajar, estudiar y ser mamá”, cuenta Stefanía.
Reconoce que, gracias al empleo de sus padres y a unos ingresos estables, tanto ella como Nicolás, su hermano menor, tienen la oportunidad de acceder a una educación de calidad y a participar en actividades recreativas como clases de natación, patinaje y fútbol. Además, resalta que Adriana dispone del tiempo necesario para compartir momentos de calidad en familia y estar presente cuando ellos la necesitan.
Si de anécdotas y momentos memorables se trata, a Stefanía se le eriza la piel cuando recuerda su participación en las versiones recientes del Congreso de Seguridad, Salud y Ambiente. En tres ocasiones ha tenido un papel protagónico “robándose” el show en tarima con su inocencia y espontaneidad en los actos de instalación del evento.
En una ocasión, sacó a relucir sus dotes actorales en una representación teatral de la canción ‘Regresaré a ti’, la que fuera, prácticamente, la banda sonora de la versión 51 del evento. En 2023 enfrentó todos sus miedos y habló con firmeza frente a los más de 1500 asistentes llevando un mensaje inspirador para proteger la vida en todas sus formas y asegurar un mejor mañana para todos.
“Yo estaba muy nerviosa, no sabía si lo iba a hacer bien o mal. Me sudaban las manos. Al final lo hice porque me sentí muy especial, sabía que me habían elegido por algo —recuerda sin poder ocultar una sonrisa de satisfacción—. Fue una oportunidad muy linda para que muchas personas me conocieran. Fue un momento muy importante para mí”.
Stefanía y su hermano Nicolás, 6 años menor que ella, han crecido escuchando el discurso de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, la gestión de riesgos y el autocuidado. “Estoy segura de que el Consejo hace muy bien su trabajo. Le ayuda a las personas a tener ciertos pensamientos sobre la prevención. Promueve diferentes temas como salud, bienestar, seguridad… y, sobre todo, a la felicidad de todos los trabajadores y sus familias. Así que, con mi mamá, yo he aprendido cosas que no sabía”, añade.
A su corta edad, es absolutamente consciente de todas las necesidades que tiene el país y de sus rezagos en términos de equidad y justicia social. O como ella lo expresa “hay cosas que no están bien”.
Por eso, quiere aportarle al país y desde ya sueña con trabajar al servicio de las personas que pasan penurias para darles oportunidades y ayudarles a mejorar su calidad de vida. “Tengo varios propósitos, me gustaría estudiar varias cosas, especialmente, hacer algo parecido en lo que trabaja mi mamá”.
Y en esa admiración por la labor que desempeña el CCS, esa organización que cumple 70 años de los cuales ella lleva más de una década siendo parte de su historia, dice que el mensaje que le envía por su aniversario está enmarcado en la gratitud: “Gracias por cuidar a mi mamá y a todos los trabajadores de Colombia. Es una organización increíblemente buena y espero que sigan así, haciendo un trabajo excelente por muchos, muchos años más”.
Una huella, sin duda, ha quedado marcada en las generaciones que tomarán las riendas de este país.
El “Miguel Ángel’ de la señalética: 14 años en el arte de la prevención
Entre 300 y 400 piezas diarias es el número de señales que Miguel Ángel Méndez Alape puede llegar a cortar, pegar y ensamblar en un día de labores en el área de Coordinación, Operación y Logística (COL) del Consejo Colombiano de Seguridad (CCS).
Entre poliestirenos y galvanizados, vinilos reflectivos y fotoluminiscentes, las manos de Miguel han elaborado muchas de las señales de seguridad que se observan en empresas, plantas industriales, centros comerciales, instituciones educativas, museos y muchos otros espacios públicos y privados. Como si le rindiera homenaje al famoso pintor, se ha convertido en maestro de este arte.
Escucharlo hablar de su trabajo es asistir a una clase magistral. Con dominio del tema, sin pretensión y con la sencillez propia de su ser, comenta la importancia de aplicar las directrices del Instituto Nacional Estadounidense de Estándares (ANSI) o se refiere a la normalización de pictogramas y colores de la ISO. No deja sin mencionar las diversas tecnologías de impresión que ha visto pasar por el taller o las técnicas de serigrafía que ha aprendido.
Ser parte del equipo de los que verdaderamente saben hacer señales en Colombia es todo un honor para él.
Su historia en el CCS se remonta al 2006. Para ese entonces, Miguel, un joven de 21 años, oriundo del municipio de Ortega (Tolima) estaba recién llegado a la fría Bogotá. La situación de orden público, la presencia de grupos guerrilleros y la amenaza latente de reclutamiento forzado de jóvenes lo llevarían a huir de su pueblo natal.
Al cabo de su llegada a la capital empezó a buscar opciones: si bien su familia paterna era diestra en los oficios de la construcción, Miguel sabía que por ahí no estaba su camino. En Ortega, recién egresado del bachillerato, había prestado servicio militar durante 22 meses y el arte de la defensa le había quedado gustando. Quizá fue por ello que se inscribió a un curso de seguridad privada y se convirtió en guarda.
Después de empapelar la ciudad a punta de hojas de vida, Granadina de Vigilancia le dio su primer empleo y lo asignó al CCS.
Desde su rol de vigilante empezó a conocer los diversos procesos de la organización. No obstante, Señalización fue el que acaparó toda su atención. Aprovechando que el área trabajaba sábados y domingos y dado que el movimiento de público en las instalaciones del Consejo era prácticamente nulo durante esos días, Miguel empezó a involucrarse en el proceso de COL.
“Así, uniformado de guarda, colaboraba en lo que se podía. Observaba cómo se hacían las cosas, la impresión, los cortes, el alistamiento de pedidos y fui adquiriendo ciertas habilidades y conocimientos en ese campo”, recuerda. Así transcurrió todo hasta el 2010 cuando se abrió una vacante en el área y le ofrecieron la oportunidad de integrarse al equipo.
Hoy Miguel acumula 14 años, seis meses y 26 días con contrato directo con el CCS. Al menos así lleva las cuentas para agradecer, según dice, la bendición diaria de pertenecer a este, el que considera su segundo hogar.
Ahora se desempeña como auxiliar de producción y servicios del área de Señalización. Tiene a su cargo el acabado de piezas, que incluye procesos como el secado en UV y la instalación de señalética en empresas y organizaciones a nivel nacional.
Y es que allí donde hay un aviso elaborado con “todas las de la ley” que indica la ruta de evacuación, la localización de un extintor o la demarcación de una zona de peligro muy probablemente esté su huella.
“Aquí soy absolutamente feliz. Ha sido fabuloso ser parte de esta organización”, relata. Su satisfacción tiene muchos matices. Por un lado, tener un trabajo con propósito: “siento que contribuyo de manera tangible, visual, a la seguridad de las personas, a protegerlas de peligros y a cuidar su integridad”.
Por otra parte, dice que es gracias a la estabilidad laboral alcanzada en estos años que ha logrado mejorar la calidad de vida de su familia, tener un apartamento propio, apoyar económicamente a sus padres y hermanos e, incluso, invertir en una parcela en su natal Ortega, donde cultiva alimentos y tiene algunos animales de cría. Se trata de un proyecto que no solo lo reconecta con sus raíces rurales, sino con el que espera tener muchas cosechas buenas que le permitan ahorrar para pagar a futuro los estudios universitarios de sus dos pequeños hijos: una niña de 14 años y de un niño de ocho.
También se refiere a la oportunidad de viajar por todo el país. Instalando señales en varios sectores industriales ha recorrido los llanos orientales, la región andina, el sur colombiano y la costa Caribe. Conocer otras culturas y geografías mientras lleva el mensaje de la seguridad y la prevención es algo que para este hombre no tiene precio.
Y si de ser embajador de la seguridad se trata, Miguel es un gran ejemplo. A su pareja, a sus hijos, a sus hermanos, primos, tíos, amigos y conocidos les insiste diariamente en la importancia de proteger la vida, de cuidarse a sí mismos y cuidar a los demás. “Revisen los frenos de las bicicletas”, “No se olviden de la inspección preoperacional del carro”, “Bajen las escaleras con cuidado”… son frases que se le escucha decir con frecuencia a los suyos.
Ese es Miguel, el trabajador comprometido, el padre amoroso, el compañero incondicional, el extrovertido, el que siempre tiene una sonrisa en su rostro.
A sus 39 años espera ( y aspira) que el CCS sea su primer trabajo —y también el último—. No imagina estar en otro lugar. No se ve trabajando con otro fin que no sea el de cuidar la vida desde la prevención. Por eso, sueña con pensionarse en el Consejo.
¿Su siguiente meta? Aprender más del Registro Uniforme de Contratistas RUC®️ y ser parte de esa área. La gestión empresarial le ha empezado a hacer un guiño a su intelecto. Su nueva ilusión es poder acompañar a las micro, pequeñas y medianas empresas a aumentar sus capacidades técnicas y legales.
En el 70.º aniversario del CCS, casi la misma edad que tiene su padre, Miguel no puede dejar de ver al Consejo como esa organización sabia y cuidadora; un lugar que acumula una experiencia invaluable, propia de los mayores, y cuya herencia no es otra que hacer de este un mejor país, más sano, seguro y sostenible.
Queenie Bautista: un testimonio de crecimiento, valentía y resiliencia
Diría el novelista estadounidense Richard Bach: "el vínculo que une a tu verdadera familia no es de sangre, sino de respeto y alegría por la vida del otro".
¡Cuánto sentido tendrían esas palabras en la historia de Queenie Carolina Bautista Camargo!
Apenas entrada en sus 18 años, empezó a trabajar en el Consejo Colombiano de Seguridad (CCS), el primero de abril del 2013. Para ese entonces, vivía sola, sin más respaldo que su propia fortaleza y determinación. Con mucho esfuerzo, había logrado graduarse como bachiller comercial y había completado algunos cursos de formación complementaria en el Sena
Por eso, cuando Emilce Mora, la hoy coordinadora nacional de Formación del CCS, la entrevistó para el cargo de telemercaderista —un rol clave de la época para promocionar eventos a través de llamadas telefónicas— vio en ella un espíritu guerrero y una capacidad inquebrantable para superar obstáculos.
Su contrato inicialmente tuvo una duración de tres meses. Consistía en atraer asistentes al Congreso de Seguridad, Salud, Trabajo y Ambiente que ese año llegaba a su versión número 46. Queenie debía aprenderse de memoria guiones, repetirlos en cada llamada, conocer al pie de la letra la programación del Congreso, los títulos de las conferencias, a qué hora se presentaban y en qué salón.
Pese a tratarse de un trabajo operativo, su proactividad y entrega no pasaron desapercibidos. Queenie parecía ser un diamante en bruto esperando a ser pulido. El CCS no podía dejarla ir.
Le ofrecieron un contrato a término indefinido para apoyar el proceso administrativo de los eventos de formación y así empezó una historia que ya supera la década. “Fue mi primer empleo, contaba con un salario fijo y muchas oportunidades por delante”, recuerda.
Pero lo que más valora fue haber encontrado en el CCS una red de apoyo. Sus jefes se transformaron en consejeros, la acogieron con sentido paternal y la orientaron. Tan es así que, como el padre que no tuvo, Armando Pinto, el hoy vicepresidente ejecutivo, se hizo cargo de su curva de crecimiento en la organización.
Al cabo de un tiempo, Queenie pasó a ser asistente de Dirección. “Fue un proceso de aprendizaje desde cero. Yo debía responder por las comunicaciones internas. Entonces, don Armando, literal, me enseñaba a escribir «Mira, este comunicado lo redactas así y esto se hace de esta forma…», fue, prácticamente, quien me enseñó todo”, recuerda. Incluso, fue él quien la impulsó a continuar sus estudios, orientó su perfil profesional y le presentó opciones.
Empaparse de los procesos, estándares y procedimientos de la organización la llevó a desarrollar el gusto por la Ingeniería Industrial. Para ese entonces, el Consejo contaba con la Escuela Superior de Ciencias Empresariales - Eciem donde inició su carrera como tecnóloga en Producción y Calidad apoyada por un descuento en la matrícula que se le otorgaba por ser colaboradora de la organización.
"No en todas las empresas llegas al punto de cruzar esa delgada línea con tu propio jefe, donde te orienta en tu vida personal. En mi caso, vivía sola y carecía de esa figura en casa que te guía con consejos o te encamina hacia lo que es mejor para ti desde esa experiencia que tienen los padres. Yo no tenía eso. Así que en el Consejo encontré esa sensación de familia verdadera”, señala Queenie.
Y allí, fue escalando peldaños. De asistente de dirección, en 2016 pasó a ser analista de consultores, un cargo de mayor responsabilidad e interacción con los clientes.
Por supuesto, reconoce que el camino no fue fácil. Hubo equivocaciones, caídas y dificultades. “En varias ocasiones me tuvieron que “halar las orejas” —recuerda—, pero la retroalimentación siempre estuvo orientada hacia lo que debía mejorar y así, acatando los consejos, fui moldeando mucho mi carácter. El CCS ha sido una escuela, tanto en lo personal como en lo laboral”.
Ese mismo año, ad-portas de terminar su carrera tecnológica y estrenándose en el nuevo cargo, quedó embarazada de su primera hija, Isabella. Se trataba de un nuevo reto para el que también reconoce que contó con todo el respaldo de la organización.
Al regreso de su licencia de maternidad, se convirtió en analista de logística del área de Capacitación y Eventos, cargo que ocupa hasta la fecha. También se graduó de la Tecnología en Producción y Calidad y al cabo de un tiempo, cuando su hija ya rondaba los tres años, empezó a estudiar Ingeniería Industrial en el Politécnico Grancolombiano.
En todo este proceso, Queenie ha sido testigo de las épocas prósperas y difíciles del Consejo: trabajando duro, aportando ideas, dando la “milla extra” ha soportado los embates de crisis económicas y momentos retadores como la reciente pandemia.
Y así como ella ha estado comprometida con el CCS en los tiempos difíciles, el CCS no la ha dejado sola en los momentos más críticos de su vida. Hace dos años —cuenta— pasó por una situación personal muy compleja. Queenie sintió que su vida entera se había derrumbado.
“Un día llegué súper destruida al Consejo y hablé con la presidenta, hablé con mis jefes, les conté mi situación porque no sabía qué hacer. Fui honesta: les dije «no voy a poder cumplir con mi trabajo, tomen las decisiones que tengan que tomar, pero mi cabeza no da para ni siquiera para estar aquí». Abrí mi corazón y les dije, «no puedo más»”.
La respuesta que obtuvo —asegura— no pudo ser más empática y solidaria. Le hicieron ver que lo más estable y seguro que ella tenía, en ese momento, era su trabajo. Nunca olvidará estas palabras: «aquí te vamos a apoyar y vamos a estar contigo porque, así como tú has entregado ocho, nueve años de tu vida a esta organización, el CCS también te va a reconocer y te va a ayudar»".
Le dieron el tiempo para que pudiera resolver sus problemas, la apoyaron con mercados, le brindaron orientación y ese abrazo que reconforta y hace saber que todo va a estar bien.
“Si el Consejo no me hubiera ayudado como me ayudó, quizá yo no habría logrado superar ese momento de mi vida”, relata.
La voz se le quiebra. Queenie toma aire. Y con esa resiliencia que la caracteriza se incorpora y sonríe de nuevo.
Sus palabras se llenan de gratitud. Cuenta que, como mujer, viene de un proceso de “reconstrucción” en el cual sus jefes y compañeros de trabajo han sido claves para seguir adelante y encontrar de nuevo el rumbo y reintegrarse, más fortalecida, y renovada.
“Muchas veces, y lo tradicional, por así decirlo, es la familia y esa red de apoyo que cada uno tiene. En mi caso, mi familia ha sido el Consejo. Gracias a cada persona que ha tocado mi vida en lo laboral y ha confiado en mí, soy la persona que soy”.
Hoy se ve como una mujer valiente, sensible, noble y amorosa. Una trabajadora incansable y una excelente mamá. No se considera la más fuerte, pero está segura de que las heridas ya cicatrizaron. “Llegar aquí me costó, dolió, pero ¡qué bueno es sanar! Te hace una mejor persona, porque enfrentas la dificultad de otra manera, desde otra perspectiva”. Queenie lleva la resiliencia marcada en la piel.
Ahora tiene dos potentes motores para continuar trabajando con el mismo compromiso y pasión que demostró desde su primer día en el CCS: Isabella y Victoria, sus pequeñas hijas. Está convencida de que se avecinan grandes oportunidades para sus vidas. Sueña con migrar a Canadá y desea continuar estudiando. A un paso de cumplir 30 años y sabiendo que ya superó muchos obstáculos y tropiezos, sabe que lo mejor está por venir.
Su mayor satisfacción, por el momento, es el trabajo bien hecho, el saber que aporta su dedicación, disciplina y responsabilidad para que todos y cada uno de los eventos del CCS que están bajo su logística sean un éxito. Y es que no hay mayor alegría que retribuirle a su hogar lo que esté le ha dado a ella.
A su familia corporativa, le desea otros 70 años de permanencia en el tiempo para que siga tocando corazones y dejando un legado significativo en personas y empresas, protegiendo la vida, valorando a cada trabajador, impulsando el bienestar, ese mismo que le han procurado a ella y gracias al cual hoy mira al futuro con ilusión.
De practicante a gerente de Señalización:
trayectoria y legado de Rodrigo Forero en 36 años de servicio
De los 70 años que cumplió el Consejo Colombiano de Seguridad (CCS), Rodrigo Forero conoce la mitad de su historia y ha sido protagonista de buena parte de su evolución.
Corría el 88 cuando, siendo un joven de apenas 21 años, próximo a graduarse como Comunicador Social y Periodista, ingresó a la organización en calidad de practicante. Su misión consistía en apoyar la selección y producción de los contenidos de las publicaciones del CCS que incluían, entre otras, la tradicional revista Protección & Seguridad —primera piedra del Consejo—, un periódico y algunas cartillas técnicas, entre otros materiales de divulgación física.
En una época en la que los ordenadores aún no habían irrumpido en el entorno laboral, Rodrigo rememora la complejidad del proceso de producción de las publicaciones: la información se registraba en máquinas de escribir y, posteriormente, los documentos mecanografiados se trasladaban al taller de imprenta donde se montaban las planchas en galeras, es decir, bandejas de metal que albergaban los tipos dispuestos y fijados en su posición, para luego, reproducir los textos sobre el papel. Allí también se hacía la diagramación y la impresión de todos los folletos promocionales de los cursos que ofrecía la organización y de los afiches de los eventos, incluido el Congreso anual.
Dado que se trataba de un proceso de impresión litográfica completamente manual, el margen de error del digitador era alto. Corregir esos errores suponía un reproceso no solo dispendioso, sino considerablemente demorado. Se requería de una persona capaz de organizar la información y, desde el principio, asegurar que los artículos fueran presentados con precisión en términos de redacción y ortografía. Ese fue el primer desafío de Rodrigo.
Con el tiempo, empezó a demostrar su talento. Siendo aún practicante creó el boletín interno de la organización, se convirtió en el cronista de hitos históricos como el cambio de sede a sus actuales oficinas en Bogotá y empezó a darle mayor rigor y calidad a las publicaciones externas.
Al cabo de su pasantía, le ofrecieron un contrato a término indefinido y ahí empezaron los 36 años de historia que acumula con el CCS.
Bien podría decirse que fue gracias a él que el área de Comunicaciones tomó vuelo y se consolidó como un departamento esencial para la organización. De asistente de comunicaciones no tardó mucho en convertirse en coordinador. Logró que contrataran más personal de apoyo y, bajo su liderazgo y orientación, el CCS detectó necesidades y empezó a generar planes para robustecer los procesos de generación y divulgación de información técnica y de gestión del conocimiento.
Fue también gracias a su inquietud, su aguda capacidad investigativa y el olfato periodístico inherente a su profesión, que el CCS dio el salto a la transformación digital.
Hacia mediados de los años 90, la incorporación de computadores, disquetes e impresoras digitales experimentaba un auge significativo a nivel mundial. Rodrigo, intrigado por estas innovaciones, compartió su hallazgo con el director ejecutivo de la época, sugiriendo la viabilidad de llevar a cabo la transición de la organización hacia la digitalización de actividades y procesos.
Por fortuna, contó con el respaldo de los directivos y la motivación del retorno financiero. La reducción de costos y el incremento en la eficiencia de los procesos condujeron a una transformación significativa en la manera de producir y divulgar contenidos. Pese al temor frente a lo desconocido, se empezó a gestar el cambio. El reto estaba en aprender a usar las nuevas tecnologías y dominarlas.
Así fue como, progresivamente, vio desaparecer las máquinas de impresión litográfica extra dimensionadas, la guillotinas de corte y las enormes pacas de papel que ahora solo viven en su memoria. Algunas actividades como el diseño y la impresión se tercerizaron para darle prioridad al objeto misional del CCS: la gestión de riesgos.
Años más tarde, en el lapso comprendido entre 1996 y el 2000, sería testigo de otro proceso evolutivo en la historia del Consejo. El surgimiento de las administradoras de riesgos profesionales, ahora conocidas como ARL, sumado a la crisis económica que el país experimentó hacia 1998, llevaría al Consejo a replantearse su funcionamiento. Fue entonces cuando las directivas tomaron la decisión de crear gerencias de producto.
Rodrigo cuenta que, por afinidad con su carrera y coincidencias de la vida, le ofrecieron la Gerencia de Señalización. El reto no fue menor. Ahora debía responder por los ingresos, los egresos y el desarrollo estratégico de esta línea de negocio. A la par tendría a su cargo la Gerencia de Comunicaciones.
Así trascurrieron los siguientes 15 años. En ese periodo, el portafolio de señalización experimentó un crecimiento significativo y se establecieron alianzas con organizaciones internacionales, logros que a Rodrigo le hinchan el corazón de orgullo. A su vez, se fortalecieron las comunicaciones externas del Consejo y las estrategias de divulgación que ahora incluían la presencia en medios de comunicación y la generación de información de valor para diversos públicos.
“Eran tantas y tan complejas las responsabilidades que mi capacidad se empezó a ver desbordada”, recuerda. Vinieron entonces, cambios en la estructura de la Gerencia de Comunicaciones, contratación de nuevo personal, tercerización de procesos hasta que, al final, quedó con el único cargo de gerente de señalización, posición que ocupa hasta el día de hoy.
El trasegar permanente entre los nuevos retos, la necesidad de aprender y desaprender y la capitalización de nuevas oportunidades explican por qué ese joven que un día llegó como pasante, maduró toda una carrera profesional en el CCS y nunca más se quiso ir. “Ha sido un proceso dinámico, desafiante, donde jamás existió esa zona de confort ni esa monotonía que llega con los años”.
Uno de los grandes logros que Rodrigo reconoce en este último rol es la expansión alcanzada en la oferta de señalización y el posicionamiento que ha logrado el CCS como referente técnico en la materia. “Iniciamos con un catálogo muy limitado. Entonces, me di a la tarea de investigar las normativas a nivel mundial, qué había de nuevo en cuanto a señalización y me centré en analizar necesidades del mercado, colaborando con el área comercial para proponer nuevas soluciones. Hoy, me enorgullece que nos reconozcan como autoridad en señalización de seguridad por nuestro conocimiento y rigurosidad en este ámbito”, afirma.
Otro de los grandes logros que destaca es su participación en la creación del comité de la Unidad Técnica de Normalización del Icontec. Allí hizo contribuciones para actualizar la señalización del país acorde a las prácticas globales, sacándolo del rezago en el que venía sumido en los últimos años. Un legado que, asegura, le deja a su patria.
Y si de “herencias” se trata, el CCS también le ha dejado muchas cosas a su vida. Al margen del crecimiento profesional y laboral conseguido en tres décadas y media, Rodrigo afirma que alcanzó la plenitud deseada: está felizmente casado desde hace 16 años con Marcela, el amor de su vida y a quien conoció en el CCS; gracias a su trabajo compró su primer apartamento y su primer carro, se especializó en traducción, viajó por Colombia y el mundo, hizo grandes amigos…
La nostalgia lo invade cuando vienen a su memoria momentos vividos con esos “compinches” que conoció en el CCS y que, infortunadamente, partieron antes de tiempo. A Javier Amaya lo recuerda como ese amigo “protector”, el que le cuidaba la espalda en la juerga y la parranda. A Guillermo Rodríguez, por esa camaradería y trabajo en equipo donde siempre había un consejo, una palabra sabia.
A ellos, allá en la eternidad, y a todas las personas que hoy son parte del CCS o que lo fueron en algún momento, Rodrigo no puede más que enviarles un profundo agradecimiento por el apoyo recibido en todo este tiempo.
Hoy, con 57 años bien vividos, proyecta pensionarse en el Consejo no sin antes continuar contribuyendo con su experiencia al crecimiento y al éxito de la organización. No hay duda. Seguirá dando ‘lora’ otro quinquenio más.
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