Por: Rosmery Quintero Castro, presidenta nacional de Acopi.
En Colombia, las micro, pequeñas y medianas empresas juegan un papel social y económico muy importante al ser fuentes de empleo y uno de los motores de la economía, lo que las convierte en actores claves en la sostenibilidad y el crecimiento. Mediante su representatividad, estas empresas logran posicionarse en el mercado: constituyen alrededor del 96 % del tejido empresarial colombiano, aportan el 80 % del empleo y participan con el 40 % en el total del Producto Interno Bruto (PIB) nacional, cifras que, por sí solas, ratifican la necesidad de impulsar su desempeño a través de políticas e instrumentos más expeditos y acordes a sus necesidades.
No obstante, la crisis económica y social ocasionada por la pandemia de la COVID-19 afectó de manera significativa al tejido empresarial colombiano, especialmente, a las mipymes quienes, bajo un entorno de incertidumbre, se vieron obligadas a tomar
decisiones difíciles como el cierre total o temporal de sus operaciones, el despido de empleados y el endeudamiento, todavía mayor,
con el sector bancario.
Las mismas circunstancias llevaron a cambios estructurales en su capacidad de producción y de interacción con su equipo de colaboradores y clientes. Estas transformaciones se evidencian de manera significativa en la Encuesta de Desempeño Empresarial (EDE), a través del Observatorio mipyme de Acopi donde, en el proceso de reactivación económica, las empresas del segmento mipyme manifestaron haber destinado gran parte de sus inversiones en la capacitación de su capital humano (53,9 %), la transformación digital
(46,4 %) y en el desarrollo de nuevos procesos de fabricación de sus productos (46,1 %).
Adicionalmente, la pandemia aceleró el uso de herramientas tecnológicas, permitiendo que las mipymes empiecen a ser más competitivas y generen valor en el mercado, lo que se convierte en un beneficio que, además de contribuir a la reactivación, estimula
la innovación y fortalece las cadenas de valor.
Lo anterior contribuyó a robustecer el desempeño empresarial de este segmento. El impacto de los cambios se dimensiona al realizar un balance entre las cifras prepandémicas y los indicadores del 2021. Allí se puede observar que las empresas del segmento mipyme
han logrado un mejor comportamiento en indicadores como ventas, producción, inversión, rentabilidad y ausentismo laboral, arrojando mejoras sustanciales entre un 38 % y un 50 % en dichos rubros.
Estas cifras demuestran la resiliencia y tenacidad de este segmento frente a la crisis. Pese a enfrentar problemáticas estructurales como la falta de liquidez y el difícil acceso al financiamiento, ha luchado por permanecer en el mercado, contribuyendo a la recuperación
económica y social del país.
Asimismo, según cifras de Confecámaras, en el primer semestre de 2021 se crearon 166.338 unidades productivas, 26,2 % más que en el mismo período de 2020, cuando el indicador se ubicaba en 131.848. Al diferenciar esta información por tamaño de empresa, se observa que las micro y pequeñas empresas aumentaron en un 26,2 %, cada una, con respecto al primer trimestre de 2020.
Pese a lo anterior, sabemos que uno de los indicadores indispensables en el desempeño de las mipymes, y del país en general, es el
empleo. Si bien este indicador ya era un problema antes de la pandemia, con la crisis social y económica generada por el Coronavirus
se agudizó, incurriendo en grandes pérdidas para las empresas y para el bienestar de los 16 millones de trabajadores colombianos que
pertenecían a este segmento, convirtiéndose en uno de los mayores retos en materia de política económica para el país. A pesar de los
mecanismos y estrategias desarrolladas por el Gobierno Nacional para recuperar y generar nuevos empleos, es necesario insistir y trabajar en una reforma laboral estructural que permita una mayor inclusión y que conduzca a eliminar las barreras e inflexibilidades existentes en el mercado.
Aunado a lo anterior, de cara al 2022, uno de los grandes obstáculos que deberán encarar las mipymes, y las empresas en general, es el desabastecimiento internacional de materias primas e insumos como el cartón, papel, cuero y aluminio. Frente a esto, las empresas han optado por ejecutar diferentes soluciones como buscar nuevos proveedores o incrementar el precio de sus bienes y servicios para mantener sus niveles de producción y su planta de personal. Por ende, es necesario destinar recursos que impulsen la innovación, focalizándolos en sectores estratégicos que permitan disminuir la alta dependencia que como país tenemos a las importaciones.
En efecto, resulta importante seguir fomentando diferentes mecanismos para mitigar el impacto causado por la pandemia y posicionar
al segmento en niveles superiores a los que se encontraban, teniendo en cuenta que, este es el segmento que dinamiza la economía y el desarrollo social del país.
Artículo técnico tomado del Directorio ‘Perspectivas de Sostenibilidad 2022’ del Consejo Colombiano de Seguridad.