Por: Yahira Rossini Guzmán / Especialista en psiquiatría / Directora de docentes e investigación de la Facultad de Medicina de la Universidad de la Sabana.
El distanciamiento social ha cambiado por completo la rutina de las personas, algunos consejos para evitar que esto represente un cambio en su salud emocional.
El Covid-19 ya deja más de 500.000 contagios en Colombia y el Gobierno Nacional en atención a las disposiciones de los expertos en salud, ha determinado que la mejor manera de reducir la velocidad de contagio, además de las recomendaciones básicas y con el fin de tratar de proteger la vida, es llevar al mínimo el contacto entre las personas, favoreciendo el distanciamiento social, es decir restringir actividades grupales y actualmente el aislamiento en casa.
Lo anterior ha cambiado completamente las rutinas de las personas, los niños están recibiendo clases en casa, los padres trabajan en casa y en algunos casos hay incertidumbre respecto a la continuidad del empleo y el futuro económico de la familia y en general del país, las personas están como en un “pare” en el tiempo por así decirlo, aunque la mayoría de las cosas sigan funcionando.
La convivencia de todos los miembros de una familia con sus diferentes particularidades tiende a complicarse, exige poner en juego todas las capacidades de adaptación, requiere plantear negociaciones laborales, como padres, como esposos, hijos, nietos, abuelos y negociaciones para el cuidado y atención habitual del hogar.
En situaciones similares se pueden presentar síntomas emocionales reactivos, dentro de los factores de riesgo están: la vida en familia con disfunción familiar preexistente, el aislamiento percibido para personas que viven solas, el trabajo en casa con dificultades para organizar actividades del hogar al tiempo con las del trabajo, el trabajo con niños en casa, el bombardeo de información por medios de comunicación, que causa preocupaciones excesivas en personas susceptibles, el cambio de hábitos y rutinas que puedan causar sintomatología depresiva o ansiosa, el consumo de alcohol y otras sustancias psicoactivas “para pasar el momento”, la falta de ejercicio físico al aire libre, la sensación de pérdida de libertad y la enfermedad en miembros de la familia o el miedo constante a ser contagiado, entre otros.
Las medidas de protección de la salud mental suelen ser muy sencillas: en primer lugar, dar importancia a las cosas buenas derivadas de la situación, aunque parezcan pocas, tratar de llevar un día a la vez y tener claro que no hay personas perfectas y que las cosas no resultarán siempre como se espera.
Se habla de crisis, porque se trata de una circunstancia de alguna manera inesperada y con cierto grado de incertidumbre; y porque la mayoría de las personas no se habían visto obligadas a enfrentar una situación similar previamente. Cada persona cuenta con su propia historia y con sus herramientas para adaptarse en mayor o menor grado, por eso no hay una forma generalizada de manejo de la situación.
Algunas recomendaciones generales serían: organizar de la mejor manera posible los tiempos, turnar tareas entre los padres en caso de estar en casa con hijos pequeños, usar cronogramas de actividades como si fuera un día laboral normal, también se debe procurar hablar con otros miembros de la familia, las herramientas disponibles, adicionalmente, se puede aprovechar este tiempo en soledad para fortalecer la vida espiritual.
Ahora es el momento de hablar, hacer juegos en familia, cenar juntos, de prestar atención unos a otros y de aprender. En momentos de desespero, que los habrá, tener claro que se trata de una situación transitoria, que tendrá fin y que al terminar la mayoría de las personas saldrán fortalecidas.
Para finalizar es importante saber que, si se presentan síntomas permanentes en el tiempo y que alteren el sueño, apetito o disminuyan el gusto por hacer lo que antes agradaba o que interfieran con las actividades de la vida diaria, es mejor buscar ayuda con algún miembro de la familia, un amigo o llamar a una línea de atención del servicio de salud.