Por Gerencia de Comunicaciones y Gerencia Técnica del Consejo Colombiano de Seguridad
En el marco del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, el Consejo Colombiano de Seguridad (CCS) presenta 10 pasos clave que las organizaciones deberían seguir para convertirse en entornos protectores de la salud mental.
El suicidio se puede prevenir. Ese es el mensaje del Día Mundial para la Prevención del Suicidio que se conmemora anualmente el 10 de septiembre. Para 2024, el llamado se centra en la reducción del estigma alrededor de los trastornos de salud mental que pueden llevar a una persona a quitarse la vida, así como a la creación de conciencia en las organizaciones para que gestionen proactivamente los factores de riesgo psicosocial que puedan estar asociados a este fenómeno.
De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) junto con la Organización Panamericana de la Salud (OPS) han señalado que el suicidio es un problema de salud pública importante, pero a menudo descuidado. Según sus indicadores, cada año, más de 703.000 personas fallecen, lo que corresponde a una muerte cada 40 segundos.
En Colombia, un estudio del Observatorio de la Seguridad y la Salud en el Trabajo del Consejo Colombiano de Seguridad (CCS) señaló que entre el 2012 y el 2022 se reportaron más de 162 mil intentos de suicidio en población en edad productiva (de 15 a 64 años) y, en ese mismo periodo, fallecieron 22.504 personas por esta causa.
Abordar la complejidad de las conductas suicidas comienza por identificar los factores psicosociales, con el fin de potenciar aquellos que son protectores y gestionar e intervenir proactivamente los que representan un riesgo psicosocial*, aspectos que permitirán crear entornos protectores de la salud mental. Es ahí donde los lugares de trabajo juegan un rol importante ya que algunas condiciones de vulnerabilidad tienen que ver con problemas relacionados con el empleo.
En este contexto, el Consejo Colombiano de Seguridad (CCS) presenta un decálogo de buenas prácticas y recomendaciones para que las empresas y organizaciones de cualquier tamaño se conviertan en ‘entornos laborales mentalmente saludables y protectores’:
- Integrar y priorizar la salud mental en la cultura organizacional. Esto incluye reconocer la importancia del bienestar físico y mental en la fuerza laboral y desarrollar un ambiente laboral donde se promueva la salud emocional, pero también se hable abiertamente sobre los trastornos mentales, eliminando prejuicios y estigmas que puedan impedir que las personas busquen ayuda. Este compromiso debe estar presente en la misión, visión y valores de la empresa y se debe materializar a través de políticas, programas y prácticas que fomenten el bienestar y la salud integral de los empleados y el cuidado mutuo al interior de la organización
- Promover un liderazgo empático y comprometido. Los líderes y supervisores juegan un papel crucial en la integración de la salud mental en la cultura organizacional. Un liderazgo empático implica estar atento a las necesidades emocionales y psicológicas de los trabajadores o el personal a cargo, así como ser proactivo en ofrecer apoyo cuando sea necesario. Los líderes deben estar capacitados para reconocer los signos y síntomas de alarma e indicativos de agotamiento, estrés, ansiedad o depresión en sus equipos y deben saber cómo intervenir de manera oportuna y adecuada. Así mismo, el estilo de liderazgo en la organización debe ser respaldado por políticas de desconexión laboral o de cero tolerancia al acoso o la discriminación. Estas estrategias crean un entorno protector que no solo ayuda a prevenir desenlaces graves como el intento de suicidio o, peor aún, el fallecimiento del trabajador por esta causa, sino que también garantiza una comunicación abierta, de confianza y bidireccionalentre todos los niveles jerárquicos de la empresa.
- Capacitación y sensibilización en salud mental. La formación continua en salud mental es crucial para que todos los miembros de la organización, desde los directivos hasta los empleados de nivel básico, comprendan la importancia de este tema. Se deben abordar aspectos como la gestión del estrés, el manejo de emociones, el desarrollo de habilidades blandas, el establecimiento de hábitos de vida saludables (alimentación, sueño, actividad física, relaciones sociales, entre otras), la identificación de señales de alerta en compañeros de trabajo y la capacitación en primeros auxilios psicológicos, entre otros. Además, estas sesiones deben incluir información sobre cómo acceder a los recursos de apoyo en salud mental disponibles dentro de la organización. Así mismo, deben conocer la información sobre las rutas con las que cuentan las entidades de apoyo como las EPS y las ARL.
- Identificar y gestionar factores de riesgo psicosocial. Se debe establecer un programa de vigilancia epidemiológica específico para salud mental para evaluar regularmente —y mediante herramientas validadas— los factores que en el lugar de trabajo puedan aumentar el riesgo de conductas suicidas, como el estrés laboral, el acoso y la sobrecarga de trabajo. Esto debe incluir el análisis de condiciones intralaborales, extralaborales e individuales y la toma de decisiones para la intervención en salud basada en datos. Para ello, también es indispensable integrar toda la información recabada por los diferentes profesionales y áreas de la organización, tales como el informe de condiciones de salud (de ingreso, periódico, post incapacidad), la batería de riesgo psicosocial y las pruebas psicológicas de ingreso, entre otras, que permitan establecer un diagnóstico integral de todos aquellos factores que puedan influir en la salud mental de los trabajadores.
- Implementar programas de prevención de trastornos de salud mental. Desarrollar y ejecutar estrategias específicas para la prevención de trastornos mentales y la gestión de factores de riesgo psicosocial que puedan aumentar la vulnerabilidad a desarrollar conductas suicidas. Esto puede incluir la implementación de programas de asistencia al empleado (PAE) que incorporan servicios de apoyo emocional, como líneas de ayuda y asesoría psicológica, recursos para manejar el estrés y apoyo en momentos de crisis. Lo anterior requiere una estrecha colaboración entre las áreas de Gestión Humana y de Seguridad y Salud en el Trabajo, así como un trabajo permanente entre la alta dirección, las áreas operativas y administrativas. Los entornos de trabajo saludables y protectores son el resultado de la interacción activa de todos sus miembros.
- Establecer protocolos de intervención. Crear protocolos claros y específicos, adaptables a cada caso, que guíen las acciones a seguir cuando se identifica un trastorno de salud mental o un intento suicida. Esto incluye definir roles y responsabilidades, pasos para la intervención inicial y seguimiento posterior. Esto requiere, además, garantizar que la información relacionada con la salud mental de los trabajadores se maneje con el más alto grado de confidencialidad, protegiendo su privacidad en todo momento. De otro lado, es posible que se deba ofrecer la posibilidad de realizar ajustes en las responsabilidades laborales, horarios o cambios temporales en el puesto de trabajo, para satisfacer las necesidades del empleado durante su recuperación y rehabilitación.
- Alentar el desarrollo de redes de apoyo entre colegas. Las organizaciones que desean convertirse en ‘entornos laborales mentalmente saludables y protectores’ deben fomentar la creación de espacios donde los trabajadores puedan compartir experiencias, ofrecer apoyo mutuo y actuar como una red de contención adicional. A su vez, se deben crear canales de retroalimentación donde los empleados puedan expresar sus preocupaciones, experiencias y sugerencias relacionadas con la salud mental en el lugar de trabajo. De esta manera, se promueve un entorno en el que abordar este tema sea aceptado y apoyado, reduciendo el estigma y el tabú asociado a los trastornos mentales.
- Humanización de la Seguridad y Salud en el Trabajo. Partiendo del principio de que las personas son el eje y el aspecto principal que permite el desarrollo sostenible de las organizaciones, es crucial proteger su salud, su bienestar, su calidad de vida y ofrecerles un trabajo decente y saludable. Se debe velar por el cumplimiento de los criterios éticos y bioéticos al interior de las organizaciones, donde todo ser humano debe ser comprendido y se debe velar por la conciliación y equilibrio de los diversos roles que desempeña cada persona en sus diferentes contextos. Es así como el desarrollo y cuidado de la salud integral de los trabajadores debe ser incentivado por una política de humanización, donde el objetivo de la SST sea el “cuidado centrado en la persona”. La gestión en seguridad y salud en el trabajo no puede enfocarse exclusivamente en temas documentales, cumplimiento de procedimientos y seguimiento de indicadores, sino que debe aportar de manera genuina al cuidado de las personas de manera integral.
- Participar activamente y generar alianzas estratégicas. Esto implica colaborar con diversas entidades, tanto públicas como privadas, para compartir conocimientos e intercambiar experiencias, recursos y mejores prácticas que contribuyan a la innovación en la gestión temprana, oportuna y adecuada del riesgo psicosocial y la prevención del suicidio. La colaboración con universidades, centros de investigación, instituciones gubernamentales y ONG especializadas en salud mental permiten acceder a investigaciones de gran impacto, metodologías innovadoras y herramientas especializadas que pueden aplicarse en el desarrollo de programas efectivos dentro de la organización.
- Evaluación, mejoramiento continuo y adaptación. Las organizaciones deben realizar evaluaciones regulares del bienestar mental, de la salud integral de sus empleados y del impacto y eficacia de las políticas y programas implementados. Con base en los resultados, se deben generar ajustes para abordar las necesidades cambiantes de los trabajadores, acorde con las transformaciones y demandas del entorno, siendo clave para mejorar continuamente el ambiente laboral.