Es imperativo incluir la reducción del riesgo de desastres en la planificación de proyectos y sus presupuestos”: Nahuel Arenas

Nahuel Arenas García, Jefe Adjunto para las Américas de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR).

En conversación con Protección & Seguridad, el jefe adjunto para las Américas de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR) habló de los desafíos que tienen los gobiernos y las empresas de la región en construcción de resiliencia.

El Informe de Evaluación Global (GAR2022) publicado por la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR) revela datos preocupantes: en las últimas dos décadas se produjeron anualmente entre 350 y 500 desastres de mediana y gran escala que tuvieron origen antropocéntrico, es decir, se derivaron de comportamientos y actividades humanas.

Adicionalmente, estos desastres, como nunca antes, tienen una escala y una intensidad que va en aumento, con mayor cantidad de
víctimas fatales o afectadas por pérdidas en sus medios de vida, lo que impacta negativa y profundamente los logros obtenidos en materia de progreso económico y social.

De hecho, el informe estima que los desastres afectan de manera desproporcionada a los países en desarrollo que pierden, en promedio, el 1 % de su Producto Interno Bruto (PIB) al año debido a desastres, en comparación con el 0,1 % y el 0,3 % que pierden, por
este mismo motivo, los países desarrollados.

A lo anterior se suman falencias en los procesos de recuperación y reconstrucción dado que las cifras de cobertura de los seguros en
los países en desarrollo son, con frecuencia, inferiores al 10 %, y en algunos casos cercanas a cero, como lo señala el documento. Esto indica que la infraestructura, los equipos o el patrimonio afectado por los desastres no suelen estar asegurados, lo que incrementa las pérdidas y socava las posibilidades de superar la crisis.

Por si fuera poco, el GAR2022 advierte que, según la tendencia, el mundo podría enfrentarse a 1,5 desastres diarios de aquí a 2030 lo que revertiría los avances sociales y económicos logrados hasta el momento en algunas regiones. Para no ir tan lejos, en América Latina, la pandemia de la COVID-19 ya lo demostró: según la Cepal, entre 2020 y 2021 las personas en situación de pobreza extrema se incrementaron en cerca de cinco millones pasando de una tasa del 13,1 % al 13,8 % en 2021, un retroceso de 27 años en la lucha contra este flagelo.

“Lo primero que tenemos que entender es que los desastres no son naturales. Los eventos que los originan sí pueden ser de índole natural, tecnológica o biológica, pero se transforman en desastres porque no hacemos bien la tarea en materia de prevención, mitigación y control, tomamos decisiones que no son las acertadas y que generan mayor exposición o vulnerabilidad”, afirma Nahuel Arenas, jefe adjunto para las Américas de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR).

Desde su perspectiva, la visión predominante en materia de gestión de riesgos tanto del sector público como privado en la región es absolutamente reactiva. Si bien sostiene que se han dado importantes pasos en el fortalecimiento de sistemas de respuesta, la atención continúa centrada en la atención de emergencias mientras que persiste todo un camino por recorrer en materia de construcción de resiliencia. Incluso, señala que hay países en las Américas que invierten más recursos en encarar desastres que en programas sociales y ambientales.

Lamentablemente, hoy por hoy, estamos generando más riesgos que acciones para promover sistemas e infraestructuras resilientes y este es el círculo vicioso que tenemos que romper».

“Es imperativo incluir la reducción del riesgo de desastres en la planificación y el desarrollo de proyectos, en la evaluación de las inversiones, así como en los presupuestos (…). Si las inversiones que hagamos, cualquiera que sean, no contemplan criterios de identificación, comprensión, evaluación y mitigación del riesgo, ese proyecto va a generar exposición o vulnerabilidad para las personas
y el entorno mismo”, enfatiza Arenas.

Por ejemplo, si al momento de construir un proyecto de infraestructura, llámese carretera, puente, edificio, colegio u hospital, no se tiene en cuenta el ordenamiento territorial, los atlas de riesgo de la zona, la planificación urbana o rural, las normas de sismorresistencia o la tecnología hídrica para reducir riesgos de inundación, por mencionar algunos elementos, se termina generando una inversión que, según Arenas, muy probablemente va a ocasionar nuevos peligros y/o aumentará el nivel de riesgo, expondrá la vida de sus usuarios y generará cuantiosas pérdidas económicas. No será una obra resiliente, sino vulnerable en todo sentido.

Esto se explica, de acuerdo con el análisis del GAR 2022, porque la humanidad aún tiene una percepción errónea del riesgo basada en un exceso de optimismo, infravaloración de los peligros y amenazas y un convencimiento de “invencibilidad”, lo que conduce a tomar decisiones políticas, financieras y de desarrollo que agravan las vulnerabilidades existentes. Es lo que la UNDRR denomina una “espiral de autodestrucción”, pues señala que al ignorar deliberadamente el riesgo y no integrarlo en la toma de decisiones, el mundo está financiando eficazmente su propia destrucción.

“Lamentablemente, hoy por hoy, estamos generando más riesgos que acciones para promover sistemas e infraestructuras resilientes y este es el círculo vicioso que tenemos que romper”, afirma Arenas.

La clave, según el experto, está en empezar a ver las inversiones en reducción del riesgo no como un costo sino como una inversión inteligente. “El hospital o la escuela más cara que puede existir es la que no sobrevive a un huracán, a un movimiento de masa o una inundación—añade el representante de la UNDRR—. Entonces, tenemos que pasar de visiones estrechas y cortoplacistas de rentabilidad a pensar que, en un mundo que se ve cada vez más afectado por la variabilidad climática, las crisis sistémicas y las amenazas de todo tipo, debemos garantizar que las inversiones estén blindadas y, por lo tanto, sean sostenibles en el tiempo”.

Otro aspecto sobre el que llama la atención Arenas es la necesidad de dejar de pensar los desastres como eventos de proporciones mayúsculas y baja probabilidad de ocurrencia como lo son, por ejemplo, los terremotos y tsunamis. De hecho, contrario a lo que se podría creer, la UNDRR estima que el 99 % de los desastres son de pequeña y mediana escala y están muy localizados: inundaciones por desbordes de ríos o quebradas o lluvias torrenciales, deslizamientos de tierra, caída de árboles, pérdidas de banca en carreteras, aumentos periódicos del nivel del mar, entre otros, que no solo ocasionan daños a la infraestructura y equipos, sino que generan también interrupciones en el suministro de bienes y servicios y pueden afectar la continuidad de los negocios.

Los desastres pueden prevenirse, pero solo si los países y las organizaciones invierten el tiempo y los recursos necesarios para comprender y reducir sus riesgos»

No hay desarrollo sostenible sin gestión del riesgo

Si hay algo que atenta gravemente contra el desarrollo de las naciones es el padecimiento de desastres. Décadas de inversión, construcción de equipamientos,- dotación de bienes y servicios, creación de empleo y progreso social se pueden desmoronar en cuestión de días o segundos.

No en vano el Marco de Sendai ofrece a los Estados miembros una serie de acciones concretas que pueden adoptar para proteger y sostener los avances en su desarrollo.

“Hoy el gran desafío es justamente implementar esas recomendaciones bajo un enfoque multisectorial y multiactor, es decir, involucrando a todos los sectores gubernamentales, a los empresarios, a la banca, a la academia, a las agencias de cooperación y a la sociedad civil a nivel local, regional, nacional e internacional”, señala Nahuel Arenas.

Incluso, el tema se halla inmerso en la Agenda 2030 en cuyas metas se advierte como un asunto indispensable. En varios de sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se aboga por fomentar la resiliencia de las personas que se encuentran en situación de pobreza o vulnerabilidad y, así, reducir su exposición a los fenómenos extremos relacionados con el clima y otras crisis y se insta a
aumentar sustancialmente el número de ciudades y asentamientos humanos que adoptan y ponen en marcha políticas y planes integrados para promover la adaptación al cambio climático y la gestión integral de los riesgos de desastre a todos los niveles.

«Los desastres pueden prevenirse, pero solo si los países y las organizaciones invierten el tiempo y los recursos necesarios para comprender y reducir sus riesgos», dijo Mami Mizutori, representante especial del secretario general para la Reducción del Riesgo
de Desastres y jefa del UNDRR en el lanzamiento del GAR2022.

Referencias

Arenas., N. (27 de junio, 2022). Comunicación personal. [Entrevista].

UNFCCC. (26 de abril, 2022). Un nuevo informe de la ONU señala que la percepción de riesgo de la humanidad está revirtiendo el progreso mundial en una «espiral de autodestrucción». [Comunicado de prensa] https://unfccc.int/es/news/un-nuevo-informe-de-la-onu-senala-que-lapercepcion-de-riesgo-de-la-humanidad-esta-revirtiendo-el#:~:text=El%20Informe%20de%20Evaluaci%C3%B3n%20Global,entre%20350%20y%20500%20desastres

Cómo citar este artículo:
Arenas, N. (2022). Es imperativo incluir la reducción del riesgo de desastres en la planificación de proyectos y sus presupuestos”: Nahuel Arenas. Revista Protección & Seguridad No. 405. pág. 7-9. Consejo Colombiano de Seguridad.