Impacto de muertes asociadas a trastornos mentales y lesiones autoinfligidas alcanzó más de 56,5 mil millones de dólares entre el 2013 y 2022

Contexto

La salud mental, hace algunos años, se consideraba como un tema tabú en las sociedades y alrededor de este se generaban diversidad de prejuicios y falsas creencias que daban lugar a la estigmatización de las personas que atravesaban por esta situación y/o condición; no obstante, debido al incremento de los casos, el cambio de percepción frente a los problemas de salud mental, los impactos en la calidad de vida, así como los impactos económicos y sociales derivados, y recientemente los daños colaterales producto de la pandemia de la COVID-19 en materia de trastornos mentales como la depresión y la ansiedad, la salud mental ha tenido una gran relevancia y se ha puesto en la mira de los diferentes actores de la sociedad, que urge la necesidad de crear políticas y programas que permitan prevenir la ocurrencia de los problemas de salud mental y realizar una adecuada atención para mitigar las consecuencias que estos pueden llegar a causar.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud mental no es solo la ausencia de alteraciones mentales, sino que es un estado de completo bienestar mental que permite a las personas responder ante momentos que generan estrés, desarrollar sus habilidades, aprender de los errores, ser resilientes y mejorar ante cada situación; esto le permitirá desarrollarse adecuadamente y contribuir a la mejora de las condiciones de vida individuales, familiares y de la sociedad. Por su parte, señala que “las afecciones de salud mental comprenden trastornos mentales y discapacidades psicosociales, así como otros estados mentales asociados a un alto grado de angustia, discapacidad funcional o riesgo de conducta autolesiva”. Y es que, a nivel mundial, se estima que una de cada ocho personas padece de un trastorno mental. Esto equivalen a 970 millones de personas afectadas en el mundo, siendo la ansiedad y la depresión los trastornos más comunes. De hecho, en 2019, cerca de 301 millones de personas sufrían trastornos de ansiedad y 280 millones padecían de depresión, valores que, se cree, han incrementado aproximadamente un 28 % después de la pandemia de la COVID-19. Adicionalmente, se estima que el 5 % de los adultos han experimentado episodios de depresión a lo largo de su vida. Como resultado de los trastornos mentales, la OMS advierte que cada año más de 700 mil personas en el mundo pierden la vida por causas relacionadas al suicidio.

ESTUDIO

El Consejo Colombiano de Seguridad (CCS) llevó a cabo un estudio en el cual se analizaron datos disponibles en diferentes fuentes del país como el Sistema Integrado de Información de la Protección Social (SISPRO) del Ministerio de Salud y Protección Social; el Sistema de Estadísticas Vitales del  DANE y las cifras reportadas por el Centro de Información de Seguridad sobre Productos Químicos (Cisproquim®), cuyos resultados evidencian el panorama de la salud mental de la población en edad productiva en Colombia y el impacto que los trastornos mentales han generado en la economía en los últimos diez años (2013 -2022)

Depresión

Según cifras reportadas en el Sistema Integrado de Información de la Protección Social (SISPRO) del Ministerio de Salud y Protección Social, solo en 2022 (último año de reporte) se atendieron aproximadamente 147 mil personas por episodio depresivo (moderado o grave). Esta cifra de casos es un 38,7 % mayor a los atendidos en 2021 y casi cinco veces superior a los reportes registrados una década atrás (2013). En este mismo sentido, aunque el porcentaje de personas atendidas por episodios depresivos representan apenas el 0,59 % del total de personas atendidas en los servicios de salud, este ítem se ha triplicado en los últimos 10 años.

A nivel de género, se observa una tendencia: a través de los años las mujeres representan el 70 % del total de población atendida. El 30 % restante son hombres. La variación de los casos es mayor para las mujeres, especialmente en los últimos dos años del análisis (2021 y 2022).

Ahora bien, al examinar los casos presentados en la población en edad productiva (15 a 64 años), la depresión está afectando principalmente a las personas entre los 15 y los 24 años. También se destaca que, a partir del 2021, se observa un incremento sustancial en las atenciones registradas en este grupo etario, rompiendo con el comportamiento homogéneo que se venía presentando entre los diferentes grupos etarios cada año, ya que, en comparación con el 2013, los registros de atención en salud por trastornos depresivos, en edades entre los 15 y 19 años, fue 7,8 veces mayor, mientras que en el grupo de 20 a 24 años fue de 5,7 mayor.

Sumado a lo anterior, es importante señalar que, si bien las atenciones tienen una tendencia a disminuir a lo largo de los grupos etarios, se presenta un repunte de los casos para los grupos de edades entre los 50 y los 59 años.

Un dato no menor que debe ser tenido en cuenta es la cobertura que tiene el sistema de salud y los servicios de salud mental en el país. A propósito, se estima que, a nivel general, en 2022 se atendió el 39,9 % de las personas a las cuales se les solicitó intervención por parte de los servicios de salud mental. Pese a que este dato podría ser alentador —si se considera que la atención que en los últimos 10 años ha subido 18 puntos porcentuales— resulta preocupante que tres de cada cinco personas no reciben atención e intervención por parte de expertos en salud mental. Entre tanto, el total de personas que requieren atención se ha duplicado en la última década y este indicador únicamente contempla a aquellas que son requeridas y atendidas al menos una vez por los servicios en salud mental. Por lo tanto, se desconoce la permanencia y continuidad en la atención dado que el tratamiento de los trastornos mentales demanda un seguimiento continuo y no puede ser resuelto mediante una sola medida.

El trabajo, un factor que puede influir en la salud mental

Debido a las dinámicas laborales, junto a las responsabilidades y demandas que conlleva el trabajo, es común que síntomas como el estrés o las preocupaciones aparezcan. No obstante, sin una adecuada atención pueden desencadenar desequilibrios emocionales e, incluso, llegar a generar trastornos mentales como la depresión y la ansiedad.

En Colombia, de acuerdo con datos reportados por el Sistema Integrado de Información de la Protección Social (SISPRO) para 2022, se notificaron 3645 personas en edad productiva que fueron atendidas en los servicios de salud por problemas relacionados con el empleo, (siendo esta cifra 17,6 % superior a la referida en 2013) y con una tasa de 10,5 personas por cada 100 mil habitantes atendidas por dicho factor.

Frente a los diferentes grupos de edades, se observa una mayor incidencia de la atención en población comprendida entre los 30 y los 54 años. En este grupo se incluyen las personas con problemas potencialmente psíquicos o psicosociales relacionados con factores como el desempleo, el cambio de trabajo, el horario laboral estresante, las amenazas de pérdida del empleo, las relaciones laborales con el jefe y con los compañeros, las condiciones de trabajo difíciles y la carga física y/o mental para realizar una labor.

¿Cuál es el comportamiento frente al intento de suicidio en Colombia?

Los trastornos de salud mental, en general, se caracterizan por tener manifestaciones como cambios en el estado de ánimo de una persona; cambios en el comportamiento y el pensamiento; alteraciones en el sueño y hábitos alimenticios; problemas de salud física, como es el caso del aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares; entre otros. Esto puede generar aislamiento social, estigmatización, problemas financieros, abuso de sustancias como el alcohol y las drogas y, en muchos casos, la aparición o aumento de pensamientos de muerte y comportamientos suicidas.

Con relación al intento de suicidio, para 2022, la tasa de este fenómeno en Colombia fue de 84.09 por cada 100 mil habitantes. En otras palabras, se presentaron 29.410 casos, un 21,5 % más que en el 2021. Cabe resaltar que estos datos solo contemplan aquellos intentos que no terminaron en el fallecimiento de la víctima, es decir que, en el diagnóstico de egreso, la persona se encontraba viva. Por ende, la cifra aumenta si se tienen en cuenta aquellos casos que terminan en una fatalidad, así como los intentos de suicidio donde no se hace consulta a los servicios de salud.

Considerando el periodo comprendido entre 2013 y 2022, se reportaron más de 162 mil intentos de suicidio en el país, pasando de 1337 casos en 2013, a 29.410 en 2022, es decir, un aumento de 22 veces lo reportado 10 años atrás.

Frente a la tasa de intento de suicidio, el comportamiento es similar: en 2013 se registró una tasa de 4,3 casos por cada cien mil habitantes, es decir, la tasa de 2022 fue 19 veces superior a la reportada en 2013. Adicionalmente, es importante resaltar el significativo aumento en el comportamiento presentado a partir del 2016, cuando se presentaron 15.141 intentos de suicidio, siendo este valor aproximadamente nueve veces superior con respecto al del año inmediatamente anterior. A partir de esa fecha, las variaciones de los casos, año tras año, han incrementado progresivamente.

Discriminado por género, la tasa de intento de suicidio en 2022 para los hombres se ubicó en 47,47 por cada 100 mil habitantes, mientras que en las mujeres fue de 86,72 por cada cien mil habitantes. Esto indica que la tasa de intento de suicidio en el género femenino fue 82,7 % más alta que la de su par masculino. Considerando el periodo de análisis 2013-2022, se tiene que la tasa de intento de suicidio en las mujeres ha sido, al menos, 50 % más alta que la de hombres. Así mismo, al revisar los datos año tras año, la participación de las mujeres en los intentos de suicidio oscila entre el 61,6 % y el 68,5 %, esto significa que existe una relación cercana a los dos casos de intento de suicidio en mujeres por cada evento registrado en hombres.

Analizando la población en edad productiva (15-64 años) se evidenció que, para el 2022, la tasa más alta de intento de suicidio se encuentra en jóvenes entre 15 y 19 años con 251,66 casos por cada 100 mil habitantes; le sigue la población entre 20 y 24 años con 155,25 casos y el grupo etario de 25 a 29 años con 95,03 casos por cada 100 mil habitantes. Este decrecimiento es inversamente proporcional al aumento de la edad, siendo el rango de 60-64 años el de menor tasa dentro de este grupo poblacional (15,21 casos por 100 mil h.). Es importante mencionar que esta tendencia se ha mantenido en los últimos 10 años.

Finalmente, al contemplar la tasa de intento de suicidio para la población general, la cual para 2022 se situó en 67,54 intentos de suicidio por cada 100 mil habitantes, refleja que hay una mayor incidencia de casos en personas en edad productiva, al ser la tasa de este grupo 24,5 % superior a la tasa nacional de toda la población.

Análisis por departamento

Para 2022, Bogotá presentó el mayor número de intentos de suicidio reportados con 5402 casos, seguido de Antioquia con 5302 y Valle del Cauca con 3275. Sin embargo, en lo que respecta a las tasas por cada cien mil habitantes Antioquia se ubica en el primer lugar con una tasa de 231,77, seguido de Risaralda con 129,15 y Caldas con 113,9. Por otro lado, los departamentos con un menor indicador para el 2022 fueron Chocó con 13,86; La Guajira con 19,86 y Vichada con 21,49 casos por cada 100 mil habitantes.

El análisis de las tasas de suicidio de personas en edad productiva por departamento para el 2022 arroja que:

  • En el rango de 15 a 19 años, Caldas ocupa el primer lugar con 474,13 casos por 100 mil habitantes, seguido de Risaralda con 470 y Amazonas con 380. Respecto a casos reportados, Antioquia encabeza la lista con 1556 casos, seguida de Bogotá con 1370 y Valle del Cauca con 986.
  • En el rango de 20 a 24 años, Risaralda ocupa el primer lugar con 268,39 casos por cada 100 mil habitantes, seguido de Vaupés con 251 y Caldas con 245,72. Respecto a casos reportados, Bogotá encabeza la lista con 1250 casos, seguida de Antioquia con 1051 y Valle del Cauca con 584.
  • En el rango de 25 a 29 años, Vaupés ocupa el primer lugar con 275,48 casos por cada 100 mil habitantes, seguido de Risaralda con 200 y Caldas con 168,15. Respecto a casos reportados, Bogotá también encabeza em este caso la lista con 797 casos, seguida de Antioquia con 650 y Valle del Cauca con 376.
  • En el rango de 30 a 34 años, Caldas vuelve a ocupar el primer lugar con 120,53 casos por cada 100 mil habitantes, seguido de Guainía con 117,4 y Risaralda con 110,55. Respecto a casos reportados, nuevamente Bogotá encabeza la lista con 490 casos, seguido de Antioquia con 438 y Valle del Cauca con 218.
  • En el rango de 35 a 39 años, Caldas también ocupa el primer lugar con 117,1 casos por 100 mil habitantes, seguido de Risaralda con 114,65 y Quindío con 108,5. Respecto a casos reportados, Antioquia encabeza la lista con 290 casos, seguido de Bogotá con 274 y Valle del Cauca con 173.
  • Cabe resaltar que esta tendencia continúa hasta el rango de 60-64 años, donde los departamentos del Eje cafetero, Amazonas y Vaupés reportan una mayor tasa de intentos de suicidio. Así mismo, como se evidenció anteriormente, con respecto al número de casos, Bogotá, Antioquia y Valle del Cauca son los departamentos con más casos registrados en todos los rangos.

Intentos de suicidio con sustancias químicas

Durante los últimos 10 años el Centro de Información de Seguridad sobre Productos Químicos (Cisproquim®), solución del Consejo Colombiano de Seguridad para la atención de emergencias con productos químicos, recibió 48.815 solicitudes de asesoría de casos con intencionalidad suicida, lo que revela un incremento del 51,5 % desde entre el 2013 y el 2022. Tan es así que el porcentaje de esta actividad de ocurrencia representó el 48,2 % del total de intoxicaciones registradas con productos químicos.

En cuanto al lugar del evento, el 94% de los casos ocurrió en la vivienda, con un 11,7 % en áreas rurales y un 88,3 % en áreas urbanas.

La edad poblacional con mayor incidencia en casos de intento suicida estuvo entre los 16 y los 20 años, representando el 30,6 %. Le sigue el grupo etario de 21 a 25 años con un 19,8 %. Por su parte, el género femenino participó en el 60,5 % de los eventos y el género masculino en el 39,5 %.

Fallecimientos por suicidio

De acuerdo con las cifras del Sistema de Estadísticas Vitales del DANE, en Colombia, durante el 2022 se registró un total de 2618 muertes por suicidio, un 3,6 % mayor frente al año inmediatamente anterior. Si se analizan los datos de la última década, se observa que durante todo el periodo fallecieron 22.504 personas por suicidio, adicionalmente, hay una tendencia lineal de incremento en el número de casos, dando como resultado para 2022, el número de muertes por suicidio es 45,4 % superior al registrado en el año 2013.

Con relación a la manera en la que se produce el suicidio, se encontró que el principal método por el cual se dan las muertes en edad productiva es el “Ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación”, con el 60,6 % del total de muertes presentadas. Además, se observa que el número de casos frente a los registrados hace una década se duplicó.

A este, le siguen las muertes a causa de “Intoxicaciones o envenenamientos voluntarios” y las “Lesiones autoinfligidas por disparo de armas”, con participaciones equivalentes al 18,4 % y al 11,6 %, respectivamente. Esta información cobra valor si se tiene en cuenta que la OMS indica que “conocer los métodos de suicidio más comunes es importante para elaborar estrategias de prevención basadas en medidas de eficacia demostrada, como la restricción del acceso a los medios utilizados”.

En cuanto al género, se tiene que el 80,9 % de los fallecimientos corresponde a hombres, mientras que el 19,1 % fueron mujeres. Lo anterior permite concluir que, aunque las mujeres son las que mayor incidencia tienen en los intento de suicidio, los hombres quienes logran materialización del evento en mayor medida. A esto se suma que, al analizar las consultas por episodios depresivos, se evidencia que son los hombres quienes menos solicitan atención. Por otro lado, al comparar los datos del periodo 2013-2022, se observa que en los hombres la muerte por suicidio aumentó un 43,8 %, mientras que en las mujeres el incremento fue del 52,1 %.

Al analizar los grupos poblacionales, las muertes por intento de suicidio se dan en un 17,3 % en personas de 20 a 24 años, seguido del grupo de 15 a 19 años (14,8 %) y del grupo de 25 a 29 años (13,9 %). Así, tal como ocurre en los intentos de suicidio, se observa que el decrecimiento de las muertes es inversamente proporcional al aumento de la edad. Se destaca que en la última década los grupos de edades de los 55 a 64 años presentaron la mayor variación, con un incremento superior al 80 %. Asimismo, se destaca el grupo de los 35 a 39 años, donde las muertes aumentaron 63,6 % en este periodo.

Por distribución geográfica, Antioquia es el departamento con mayor número de muertes por suicidio, con un total de 3771 muertes en los últimos 10 años (16,8%), seguido de la ciudad de Bogotá con 3141 casos (14,0 %) y del departamento del Valle del Cauca con 1935 muertes (8,6 %). El top 5 de departamentos con mayor número de muertes por suicidio lo completan Cundinamarca y Santander, con 1218 y 1104 muertes, respectivamente.

Al hacer un análisis profundo y verificar los lugares donde ocurren los eventos, se destaca que, durante el periodo 2013-2022, un total de 617 personas fallecieron a causa de suicidio en los lugares de trabajo. Esto representa una participación promedio del 2,7 % de los entornos laborales, cifra que se ha mantenido constante a lo largo de los años.

¿Qué impacto tiene la salud mental sobre la productividad?

Cuando el intento de suicidio se materializa en el deceso de la víctima, además del dolor y tristeza que genera en las familias y comunidades, cada muerte repercute en la economía. El Sistema Integrado de Información de la Protección Social (SISPRO) reporta anualmente los años de vida potencialmente perdidos (AVPP) asociadas a muertes por trastornos mentales y de comportamiento y su respectiva tasa por cada 100 mil habitantes.

Para 2022, este valor fue de 43,54 AVPP/100 mil h. Considerando estos valores, el Consejo Colombiano de Seguridad (CCS) calculó lo que la economía colombiana dejaría de percibir por las muertes asociadas a trastornos mentales y de comportamiento en la última década (2013-2022). Para ello, se tuvo en cuenta el segmento de edad productiva de 15 a 64 años. Para cada rango, se tomaron los AVPP reportados en el portal SISPRO entre el 2013 y 2022. Por otra parte, se consideró el aporte de cada trabajador al PIB por hora trabajada según los datos reportados por la OCDE para el período de análisis. Con estos valores se calculó que el impacto en productividad de las muertes asociadas a trastornos mentales y de comportamiento supera los 1900 millones de dólares en la última década.

Por otra parte, se analizaron los años de vida potencialmente perdidos por lesiones autoinfligidas intencionalmente. La tasa asociada a este indicador fue de 276 AVPP/100 mil h. Con estos valores reportados para cada rango de edad productiva y el aporte de cada trabajador al PIB, se realizó la misma estimación, lo cual reveló que el impacto en la productividad laboral asociado a muertes por lesiones autoinfligidas intencionalmente alcanzó los 54.500 millones de dólares en los últimos 10 años y, solo para el 2022, esta ascendió a los USD 16.800 millones, es decir, el 4,4 % del PIB de ese año.

Recomendaciones para las empresas para la promoción de la salud mental y prevención de los trastornos mentales en sus trabajadores

Dado el panorama descrito anteriormente, destacando la importancia de la salud mental de la población colombiana y su impacto en la productividad y la economía, es indispensable generar, articular e implementar acciones para la promoción de la salud mental y la prevención de los trastornos mentales entre los trabajadores.

Al respecto, es preciso mencionar que, de acuerdo con la Política Nacional de Salud Mental adoptada mediante la Resolución 4886 de 2018, el entorno laboral es uno de los escenarios en donde se pueden generar condiciones que conlleven a los trabajadores a presentar enfermedades mentales ocasionadas por condiciones de trabajo a inadecuadas como largas jornadas, tipos de contratación, informalidad laboral, trabajos temporales, sobrecarga laboral, estrés, acoso laboral, inequidades de género en el trabajo, entre otros; así como  condiciones extralaborales que pueden afectar el desempeño laboral seguro y saludable como lo son los altos tiempos de desplazamiento del hogar al trabajo, el desequilibrio entre la actividad laboral y la vida familiar o personal, la falta de actividad física y/o hábitos de vida saludable, la multiplicidad de empleo y las condiciones de la vivienda, etc.

Esto evidencia cómo la salud mental de la población trasciende del ámbito laboral y se convierte en un factor determinante de salud pública que debe ser abordado de manera sinérgica por los diferentes actores y sectores productivos del país.

Por ello, desde el CCS se invita a atender las siguientes recomendaciones:

  1. Articular los programas de salud mental y bienestar integral empresarial con las políticas y directrices internacionales y nacionales. Al respecto, es crucial que las empresas diseñen e implementen programas y acciones de promoción de la salud mental y de prevención de trastornos mentales en sintonía con las metas y acciones determinadas en políticas nacionales como la Política Nacional de Salud Mental y la Política Integral para la Prevención y Atención del Consumo de Sustancias Psicoactivas.
  2. Identificar integralmente todas aquellas condiciones intralaborales y extralaborales que pueden conllevar a la generación de la alteración de la salud mental de los trabajadores. Para ello, es indispensable que las organizaciones implementen mecanismos de medición del riesgo psicosocial como son aquellos instrumentos que ya se encuentran estandarizados y adoptados por la normatividad colombiana como es la Batería de instrumentos para la evaluación de factores de riesgo psicosocial adoptados mediante la Resolución 2764 de 2022; pero también a realizar la implementación de otros mecanismos y herramientas que permitan identificar conductas, situaciones, emociones, y/o prácticas que representen un riesgo para la salud mental de los trabajadores.
  3. Establecer un programa de vigilancia epidemiológica específico para salud mental. Este programa debe partir de un diagnóstico inicial de las condiciones de salud particulares de cada trabajador que permita conocer aquellas situaciones que pueden predisponerlo a presentar alteración de su salud mental. Adicionalmente, se debe realizar la evaluación, seguimiento y monitoreo de la salud mental con exámenes ocupacionales o herramientas que permitan medir la salud mental y factores psicosociales de los trabajadores, sobre todo en aquellos trabajos que se hayan identificado como “de alto riesgo psicosocial”.
  4. Establecer programas de promoción de la salud mental y prevención de trastornos mentales integrales. Estos deben estar alineados y dar respuesta a las condiciones intralaborales, extralaborales y de salud identificadas como riesgosas para la salud mental del trabajador. Se recomienda capacitar a todos los actores de la organización sobre la gestión del riesgo psicosocial, manejo de emociones, manejo del tiempo libre, establecimiento de hábitos de vida saludables, manejo del estrés y carga laboral, relacionamiento entre compañeros de trabajo, entre otros temas.
  5. Generar una cultura de bienestar, cuidado, protección de la salud y gestión del riesgo psicosocial en la organización. Es esencial que se garantice una comunicación abierta, de confianza y bidireccional entre todos los niveles jerárquicos de la empresa, con el fin de identificar, gestionar y mejorar aquellos conocimientos, actitudes y prácticas de los trabajadores y de la alta gerencia con respecto a la importancia de la salud mental para cada individuo, su familia, la organización y la sociedad; se deben romper aquellos mitos, creencias y tabúes sobre los trastornos mentales.
  6. Crear entornos de trabajo saludables alrededor de la salud mental. Para ello es fundamental establecer un ambiente laboral positivo, equitativo y participativo en donde, sinérgicamente; se generen e implementen estrategias de promoción, prevención y apoyo a la salud mental entre los diferentes actores de la organización.
  7. Participar activamente y generar alianzas estratégicas que fomenten y fortalezcan la innovación, la investigación y el desarrollo en materia de la gestión del riesgo psicosocial y promoción de la salud mental en las organizaciones. Frente a ello, es indispensable que, desde la alta gerencia y los líderes de los sistemas de gestión en SST de las empresas, se trabaje interdisciplinariamente e intersectorialmente para mejorar las condiciones de trabajo, salud y vida de la población trabajadora.

Estas son algunas de las recomendaciones que desde el CCS brindamos a las organizaciones, entendiendo que el entorno laboral es un espacio donde las acciones deben estar orientadas a la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad mental. Realizar un diagnóstico adecuado de las condiciones de salud de los trabajadores y la identificación de conductas, situaciones o peligros que ponen en riesgo su salud mental nos convierte en un actor clave para redirigir al trabajador a la atención en salud mental especializada de forma temprana, oportuna y eficaz. Además, nos posiciona como una red de apoyo para mejorar la salud mental de aquellos en riesgo de padecer o que ya tienen un trastorno mental diagnosticado.

Referencias:

– https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/mental-disorders
– https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/depression
– https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/suicide