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RUC cultura organizacional e impacto en SST

Cultura organizacional y su impacto en la SST

Por Mauricio Gómez Triana Auditor líder IIIngeniero Químico / MSc. en Gestión y Evaluación Ambiental / Especialista en seguridad industrial, higiene y gestión ambiental / Especialista en sistemas de control organizacional y de gestión. Cómo citar este artículo Gómez Triana, M. (2025). Cultura organizacional y su impacto en la Seguridad y Salud en el Trabajo. Protección & Seguridad, (422), 58–61. Recuperado a partir de https://publicaciones.ccs.org.co/index.php/pys/article/view/127. En el entorno empresarial actual, en el que la sostenibilidad y el bienestar laboral son factores clave de competitividad, construir una cultura organizacional sólida se ha convertido en una prioridad. Una organización no se define únicamente por sus procesos y resultados, sino también por los valores, normas y comportamientos compartidos por sus miembros. En este contexto, la cultura organizacional influye directamente en la forma en que se gestionan la seguridad, la salud y los riesgos laborales. Una cultura organizacional fuerte, basada en principios y valores claros y con un compromiso genuino de todos sus actores, puede conducir a la excelencia operativa y contribuir significativamente al logro de objetivos integrales. Esto incluye tanto los resultados financieros como los relacionados con los sistemas de gestión de la Seguridad y Salud en el Trabajo (SST), medio ambiente y calidad, entre otros. En este sentido, la Guía RUC®1 promueve escenarios de excelencia para sus numerales, los cuales están presentados en los recuadros del documento guía, así como en la herramienta formato de evaluación, que pueden ser considerados primeros pasos de elementos que fomentan el desarrollo de la cultura y la madurez organizacional. Pero ¿qué es la cultura organizacional? Se trata del conjunto de creencias, valores, supuestos, prácticas y comportamientos compartidos dentro de una empresa, que orientan la forma en que las personas actúan, se relacionan y toman decisiones. Según Edgar Schein (2010), uno de los principales referentes en este campo, la cultura es un patrón de supuestos básicos que un grupo ha aprendido a medida que resuelve sus problemas de adaptación externa e integración interna y que ha funcionado lo suficientemente bien, para ser considerado válido y enseñado a los nuevos miembros como la forma correcta de percibir, pensar y actuar. Cuando una organización desarrolla una cultura sólida, coherente y alineada con sus objetivos estratégicos, no solo mejora su desempeño, sino también su capacidad de innovar, adaptarse y prevenir incidentes. Una cultura organizacional efectiva en materia de seguridad requiere un liderazgo visible, coherente y comprometido, así como una autonomía responsable por parte de los trabajadores. Es decir, debe promoverse la participación en la identificación de riesgos, la toma de decisiones seguras y la mejora continua. El liderazgo no se limita a las decisiones formales de la alta dirección; también se manifiesta en el ejemplo cotidiano, la promoción del aprendizaje, la comunicación abierta y el reconocimiento de comportamientos seguros. A su vez, la autonomía impulsa la autoobservación, el cumplimiento voluntario y el sentido de pertenencia con los objetivos de SST. Como dijo Herb Kelleher (2013) “la cultura es lo que las personas hacen cuando nadie las está mirando”. En el ámbito de la SST, la cultura representa un compromiso colectivo con la prevención, que va más allá del cumplimiento mínimo legal; si bien los requisitos legales en Seguridad y Salud en el Trabajo establecen un marco mínimo de cumplimiento obligatorio, una organización verdaderamente comprometida con la protección de sus trabajadores entiende la seguridad como uno de sus valores esenciales, generando esas prácticas y compromisos genuinos en todos los niveles de la organización. La Organización Internacional del Trabajo (OIT), a través de las Directrices ILOOSH (2001), propone un enfoque estructurado basado en el ciclo de mejora continua (PHVA), el liderazgo activo y la participación de los trabajadores. Este enfoque es coherente con lo establecido en la norma ISO 45001:2018, que reconoce la importancia de integrar la cultura organizacional dentro del sistema de gestión de la SST. La cultura en SST y su evolución pueden entenderse a través de diferentes modelos que permiten diagnosticar el nivel de madurez y orientar los esfuerzos de mejora. En ese sentido, el modelo de madurez de la cultura de seguridad propuesto por Patrick Hudson (2007) describe cinco etapas que una organización puede transitar en su camino hacia una cultura generativa: 1. Patológica: “¿para qué preocuparse por la seguridad?” 2. Reactiva: “solo actuamos después de un accidente”. 3. Calculadora: “tenemos sistemas para controlar la seguridad”. 4. Proactiva: “trabajamos activamente en la prevención”. 5. Generativa: “la seguridad está integrada en todo lo que hacemos”. Entre tanto, el modelo de DuPont (2006) también describe una progresión cultural que incluye los siguientes niveles: 1. Reactiva: la seguridad se aborda solo tras los incidentes. La responsabilidad recae únicamente en el área de SST. 2. Dependiente: se establecen normas, pero el cumplimiento depende de la supervisión. 3. Independiente: cada individuo asume responsabilidad personal por su seguridad. 4. Interdependiente: la seguridad se convierte en un valor compartido; los trabajadores se cuidan entre sí.Este enfoque, representado en la llamada “Curva de Bradley”, permite visualizar cómo una organización puede evolucionar desde el control externo hacia una cultura de cuidado mutuo e interdependiente. Figura 1. Curva de Bradley Seguridad Basada en Comportamientos (SBC) Una de las estrategias clave para avanzar hacia una cultura madura es la Seguridad Basada en Comportamientos (SBC). Este enfoque reconoce que la mayoría de los incidentes tienen un componente conductual y que es posible modificar dichos comportamientos mediante observación, retroalimentación positiva y participación. La SBC, desarrollada inicialmente desde la psicología conductual y aplicada por investigadores como Scott Geller (2005), ha demostrado ser una herramienta poderosa para fortalecer la cultura de seguridad a través de la observación activa y el refuerzo positivo.Por consiguiente, los principales elementos de la SBC son: » Observación respetuosa y no punitiva de las conductas en el lugar de trabajo. » Identificación de actos seguros e inseguros. » Retroalimentación inmediata y constructiva » Refuerzo positivo de las buenas prácticas. » Participación de todos los niveles jerárquicos. En conclusión, si bien las normas legales y los estándares internacionales constituyen una base indispensable, una gestión eficaz de riesgos debe trascender

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Salud mental en trabajadores del sector de la salud desde un enfoque integral

Salud mental en trabajadores del sector de la salud desde un enfoque integral

Por Francisco Palencia Sánchez Ph. D. en Salud Pública / Profesor del Departamento de Medicina Preventiva y Social de la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana Cómo citar este artículo Palencia Sánchez, F. (2025). Salud mental en trabajadores del sector de la salud desde un enfoque integral. Protección & Seguridad, (420), 44–50. Recuperado a partir de https://publicaciones.ccs.org.co/index.php/pys/article/view/130 Los trastornos de salud mental no son solo un asunto de interés para la salud pública dado que dan cuenta de un 32 % de discapacidad en las actividades de la vida diaria (AVD), sino también en materia de la salud laboral debido al impacto negativo en el lugar de trabajo (Vigo et al., 2016). Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 15 % de los adultos en edad de trabajar tenía un desorden mental en 2019. Además, se estima que 12 billones de días de trabajo se pierden de manera global debido a la depresión y ansiedad que pueden estar considerados como los principales problemas de salud mental, lo que representa un costo de un trillón de dólares americanos en pérdida de productividad (OMS, 2024). La OMS señala que las causas de esto se deben a las inequidades en el ambiente de trabajo, excesiva carga laboral, poco control del proceso de trabajo y a la inestabilidad del empleo las cuales, se sabe, son condiciones que pueden afectar la salud mental (OMS, 2024).  El Talento Humano en Salud, en adelante THS, en particular los profesionales de medicina, ha considerado que esta área puede generar grandes satisfacciones y por eso ha sido elegida por muchos para desarrollar sus trayectorias laborales. Sin embargo, ser médico implica unos factores de riesgo particulares que son considerados los mayores desencadenantes de estrés y que, en algunas situaciones, pueden ocasionar una presión psicosocial importante para quien ejerce esta labor. Un ejemplo de ello es la persistencia de una cultura organizacional altamente jerarquizada. (Harvey et al., 2021).  Al respecto, es preciso mencionar una revisión sistemática y un metaanálisis que se publicó en 2015 de Mata et al. sobre la prevalencia de síntomas depresivos entre médicos en residencia en su proceso de formación posgradual. Lo importante de este estudio es que compiló información de un periodo amplio de tiempo de 52 años, desde 1963 a 2015. Los datos de este estudio fueron extraídos de 31 estudios de corte transversal y 23 estudios longitudinales que incluyeron a 9447 y a 8113 residentes, respectivamente. La prevalencia al combinar los estudios de síntomas de depresión o de diagnóstico de depresión entre los 17.560 residentes que abarcó esta investigación fue del 28,8 %. Eso indica que uno de cada tres residentes puede estar cursando con depresión, con puntajes entre el rango del 20,9 % y el 43,2 %, dependiendo del instrumento usado para detectar los síntomas de depresión o diagnosticarla (Mata et al., 2015). Adicionalmente, uno de los grandes problemas que afrontan los profesionales es el síndrome de burnout o síndrome de quemarse en el trabajo, que se define como una respuesta inadecuada para afrontar el estrés en el trabajo e incluye tres dimensiones: la primera referida al agotamiento emocional, la segunda al cinismo y la tercera a la despersonalización.  Lo anterior, ocasiona una disminución en la capacidad de eficacia personal y logro de los objetivos en el entorno laboral (Maslach et al., 2001). Para entender de manera concreta las dimensiones problema, el portal Medscape® publicó el reporte Medscape Physician Burnout & Depression Report 2024: ‘We Have Much Work to Do’ en el cual se informa que el 49 % de los 9226 médicos encuestados para su estudio presentaban este síndrome (McKenna, 2024). Por supuesto es importante una visión más amplia que no solamente involucre a los trabajadores de la salud ya graduados. También es necesario entender la problemática de las alteraciones de la salud mental desde el proceso de formación del THS. Es así como una investigación realizada por Jaimes et al. sobre la manera en que vivieron la pandemia de la COVID-19 los médicos internos, reveló que estos profesionales relacionaron este hecho con su salud mental desde una perspectiva cualitativa. El estudio, describe cómo ante lo traumático de la experiencia de vivir esta situación durante su proceso de formación, se generó un mecanismo de defensa, que en este caso fue la negación de lo que estaba ocurriendo, y por supuesto, la ansiedad generada por la posibilidad de contagiarse, a pesar de haber disminuido drásticamente el contacto con los pacientes y así evitar este desenlace en su salud (Jaimes et al., 2023). Una vez identificada la situación y los factores que pueden alterar la salud mental del THS, es importante buscar, reconocer, adoptar e implementar las estrategias e intervenciones necesarias y adecuadas para reducir los riesgos para la salud mental de estos trabajadores, además de brindarles apoyo y tratamiento oportuno a los que ya tienen una afectación y trastornos mentales plenamente reconocidos y diagnosticados. El abordaje de esta problemática debe hacerse de manera integral, considerando el enfoque y contexto de la salud laboral, convirtiendo los lugares de trabajo en escenarios de identificación, apoyo y rehabilitación adecuada para los signos y síntomas que puedan indicar una alteración en la salud mental, así como para aquellos que ya padecen una enfermedad de este tipo.  Lo anterior, dado que el campo de la medicina laboral es interdisciplinario y el conocimiento puede ser más idóneo para abordar las situaciones desde este contexto. En particular uno tan complejo como son los problemas de salud mental de los trabajadores de la salud (Palencia-Sánchez, 2020). Estrategias para comprender y mejorar el bienestar emocional en trabajadores del sector salud La primera estrategia para tomar acción en relación con esta situación es comprenderla y para eso la decisión que tomó el equipo de trabajo en la línea de investigación de salud laboral1 es que además de cuantificar la enfermedad mental de los trabajadores de la salud, es importante evaluar sus niveles de bienestar emocional, concepto que hace alusión a la salud mental positiva (SMP), referida a un

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Trabajo decente: perspectivas desde la seguridad y salud en el trabajo

Por Martha Isabel Riaño Casallas / Profesora asociada de la Escuela de Administración y Contaduría Pública / Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Colombia. Cómo citar este artículo Riaño Casallas, M. I. (2025). Trabajo decente: perspectivas desde la SST. Protección & Seguridad, (416), 36–40. Recuperado a partir de: https://publicaciones.ccs.org.co/index.php/pys/article/view/141/83 En su Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 8, la Agenda 2030 promueve el crecimiento económico inclusivo y sostenible, el empleo y el trabajo decente para todos. En tal sentido, entre sus metas específicas, insta a los países a “promover políticas orientadas al desarrollo que apoyen las actividades productivas, la creación de puestos de trabajo decentes, el emprendimiento, la creatividad y la innovación; y a fomentar la formalización y el crecimiento de las micro, pequeñas y medianas empresas” (ONU, s.f.). Y es que el sector productivo tiene un rol clave para impulsar el ODS 8 mediante la generación de empleo con ingresos justos, protección social y condiciones de trabajo dignas tanto para sus trabajadores directos como para aquellos que hacen parte de su cadena de suministro. En este contexto, ¿qué implicaciones tiene la adopción de este compromiso global para las organizaciones en Colombia?  Para abordar esta cuestión, en primer lugar, se debe reconocer que, sin importar su tamaño, las empresas son impulsoras del desarrollo económico de los países. Por ejemplo, en el caso colombiano, según el informe del Primer Trimestre de 2024 del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), el Producto Interno Bruto (PIB) de la nación presentó un crecimiento del 0,65 % en cuyo caso el sector empresarial jugó un rol importante en comparación con el primer trimestre del año 2023. A ello se suma la generación de empleo formal, que alcanza cerca del 90 % del total de empleos que se generaron en el sector empresarial (el otro 10 % fueron aportados por el Estado y los trabajadores independientes formalizados).  En segunda instancia, es preciso señalar que, más allá de la contribución económica que pueden hacer las organizaciones, está el valor social que generan al contribuir —mediante la creación de condiciones laborales seguras y justas, el acceso a oportunidades y el relacionamiento con comunidades en sus áreas de influencia— a mejorar la calidad de vida de los trabajadores y sus familias y, por esta vía, a construir sociedades más equitativas, inclusivas y diversas.  En este marco, las empresas tienen una gran oportunidad de contribuir al cumplimiento del ODS 8 generando y promoviendo el trabajo decente que prevenga accidentes y enfermedades laborales. El reto no es menor: según estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT, 2015), en el mundo los accidentes y enfermedades laborales se estimaron en un costo que ronda los tres billones de dólares, el equivalente al 4 % del PIB mundial.  Tan solo en Colombia, estimaciones realizadas por el Consejo Colombiano de Seguridad en 2021 advierten que, por falta de medidas de seguridad y protección de los trabajadores, los costos de la siniestralidad laboral pueden ascender a los dos billones de pesos. Esto se explica porque dichos eventos generan afectaciones psicológicas y emocionales tanto para el trabajador afectado como a sus familiares y colegas, así como pérdidas en la productividad, retrasos en la producción y gastos por daños en materias primas o equipos. Adicionalmente, se ha demostrado que la productividad laboral está relacionada con unas buenas condiciones de trabajo y de salud (WHO Collaborating Centres for Occupational Health, 2006) y que prevenir los accidentes o enfermedades laborales también es una inversión para las empresas (Grimani et al., 2018; Riaño-Casallas & Tompa, 2018). De allí que el reconocimiento de que una mejor gestión de las condiciones de trabajo y salud de los empleados y su impacto en los resultados de productividad pueden impulsar el crecimiento económico y los beneficios para las organizaciones, los empleados y sus familias, así como para la sociedad (Schultz & Edington, 2007).  Debido a lo anterior, y a pesar de que el marco normativo internacional y nacional, puede considerarse robusto en materia de SST, es importante seguir trabajando y desarrollando acciones que permitan entender y establecer indicadores de impacto asociados a la mejora de la productividad, de la salud y de la seguridad del trabajador. Este enfoque debe ir más allá de los costos para las organizaciones e incluir la creación y garantía de trabajos decentes como un compromiso social crucial para el desarrollo sostenible de países, regiones y del planeta en su conjunto.  El trabajo decente se soporta en cuatro pilares fundamentales: 1) promover el empleo y la creación de empresas; 2) garantizar los derechos en el trabajo; 3) extender la protección social y 4) fomentar el diálogo social, siendo la igualdad de género un tema transversal (Organización Internacional del Trabajo, 2016). En este contexto, el tercer pilar (el de la protección social) es de especial interés para quienes promueven y lideran la Seguridad y la Salud en el Trabajo. Esto se debe a que un trabajo decente implica el desarrollo de labores en un entorno seguro y saludable para todos los trabajadores lo cual, a su vez, contribuye a fortalecer la productividad. De allí que el trabajo decente también puede ser analizado y gestionado desde una perspectiva más individual. Es así como Ferraro et al. (2016) y Dos Santos (2019) identificaron siete dimensiones bajo esta perspectiva en las cuales un empleado percibe un trabajo como se observa en la figura 1: A. Seguridad y Salud en el Trabajo: se centra en la garantía y el fortalecimiento de la salud, la seguridad y el bienestar en el entorno de trabajo.  B. Tiempo de trabajo y carga laboral adecuada: se refiere principalmente a la conciliación de la vida laboral y familiar y a un ritmo de trabajo adecuado; este último haciendo hincapié en no tener más trabajo del que se tiene la capacidad para realizar.  C. Trabajo satisfactorio y productivo: define la percepción de que el trabajo contribuye al futuro de las nuevas generaciones, al desarrollo laboral y a la realización (personal y profesional).  D. Remuneración significativa para el ejercicio de

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Convertir segundos en seguridad: el poder de los sistemas de alerta temprana

Por: Sophia Anastasia Dudler. Estudiante de segundo año de la Licenciatura en Estudios Humanitarios Globales en el Departamento de Riesgo y Reducción de Desastres del University College London. Contribuyó en la Plataforma Global 2025 de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres en Ginebra y actualmente realiza una pasantía en Early Warning Labs, enfocada en la preparación ante desastres y los sistemas de alerta temprana de terremotos. Josh Bashioum. Fundador y director ejecutivo de Early Warning Labs (EWL). Cuenta con estudios en Ciencias de los Terremotos en el Southern California Earthquake Center de la University of Southern California (USC) y es egresado de la Marshall School of Business y del Programa de Emprendimiento de esa misma institución. Nota: artículo original en inglés; traducción no oficial al español realizada por Diana Forero, gerente de Comunicaciones del Consejo Colombiano de Seguridad. Cómo citar este artículo Dudler S., Bashioum J. (2024). Convertir segundos en seguridad: el poder de los sistemas de alerta temprana. Protección & Seguridad No. 423, 17-20. https://publicaciones.ccs.org.co/index.php/pys/article/view/396/301 Los segundos pueden marcar la diferencia entre la seguridad y la catástrofe. Los sistemas de alerta temprana (EWS, por sus siglas en inglés) proporcionan a las sociedades un valioso margen de tiempo para actuar antes de que se produzcan los peligros, lo que los hace indispensables en una era de clima extremo creciente y amenazas sísmicas. Sin embargo, su importancia va más allá de la tecnología. Los sistemas eficaces encarnan un compromiso con la equidad y la resiliencia: deben llegar a todas las comunidades, garantizando que ninguna alerta quede sin escuchar y que ninguna vida quede desprotegida. A medida que los peligros climáticos se intensifican y los riesgos de desastres se vuelven cada vez más complejos, la anticipación se ha convertido en una forma de protección. Los EWS se encuentran entre los instrumentos más poderosos para reducir las pérdidas por desastres, ya que convierten la observación científica en previsión práctica. Ellos encarnan un principio simple pero transformador: la información, cuando se transmite en el momento y la forma adecuada, salva vidas. Sin embargo, estos sistemas no son solo redes de sensores y algoritmos. Representan un contrato social más amplio, que une la ciencia, la gobernanza y la sociedad en una responsabilidad compartida. Su credibilidad no solo depende de la precisión técnica, sino también de la accesibilidad, la confianza y la inclusividad. El principio de «no dejar a nadie atrás» no es retórico; es la medida que determina si un sistema de alerta temprana cumple su propósito. Los cuatro pilares de una alerta temprana eficaz Los sistemas modernos de alerta temprana se basan en cuatro pilares interconectados, cada uno de los cuales es indispensable para transformar los datos en protección: En última instancia, un EWS es tan resistente como su componente más frágil: una debilidad en el conocimiento, la detección, la comunicación o la respuesta puede desmoronar toda la cadena de protección. De la ciencia a la seguridad: la alerta temprana de terremotos en la práctica. Estos fundamentos se ilustran claramente en el trabajo de Early Warning Labs (EWL), un socio autorizado del Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS). Al poner en práctica los datos de ShakeAlert®, EWL demuestra cómo la alerta temprana de terremotos (EEW) puede pasar sin problemas de la detección a la comunicación y de la comunicación a la acción decisiva. En el Cedars-Sinai Medical Center de Los Ángeles, uno de los hospitales más grandes de Estados Unidos, ShakeAlert se ha integrado en los sistemas de megafonía y radio. Cuando se detectan las ondas P, las primeras señales sísmicas, se emiten alertas en todo el centro, indicando al personal y a los pacientes que “se tiren al suelo, se cubran y se agarren”. Con el apoyo de una subvención para la mitigación de riesgos de la FEMA, el sistema proporciona unos segundos de preparación inestimables en un hospital que atiende a más de 25.000 personas al día. La automatización refuerza esta preparación: los ascensores se desplazan a plantas seguras, se activa la energía de emergencia y se protegen las operaciones médicas vitales contra cualquier interrupción. La adaptabilidad de la misma tecnología es visible en un entorno muy diferente: los condominios Regatta Seaside en Marina del Rey. Aquí, las vulnerabilidades no eran los quirófanos ni las unidades de cuidados intensivos, sino los atrios de cristal y los residentes dispersos. Para hacer frente a estos riesgos, EWL instaló un sistema de intercomunicación que transmite alertas simultáneamente en todo el complejo, lo que garantiza que ningún residente quede desinformado. La automatización refuerza esta capa de protección: se protegen los materiales peligrosos, se abren las puertas de los muelles para facilitar el acceso de emergencia y se reducen los daños en cadena. En conjunto, estos casos revelan cómo se pueden adaptar los EEW al contexto, ya sea para proteger las líneas vitales de una importante institución médica o para reforzar la resiliencia cotidiana de las comunidades. En ambos casos, la convergencia de la detección rápida, la comunicación clara y las medidas de seguridad automatizadas de-muestran cómo unos segundos de aviso pueden transformarse en una seguridad significativa. Responsabilidad compartida: roles públicos y privados. Ningún sistema de alerta puede funcionar de forma aislada. Su eficacia depende de una colaboración coordinada entre las autoridades y la innovación privada. El sector público Los gobiernos tienen el mandato legal de emitir alertas y gestionar los riesgos. Sus responsabilidades abarcan: –Establecer bases de referencia de peligros y evaluaciones de vulnerabilidad.–Operar la infraestructura nacional de monitoreo y pronóstico.–Desarrollar políticas de emergencia, planes de respuesta y programas de formación.–Difundir alertas a través de canales confiables como la radio, sirenas, mensajes de texto (SMS) y redes comunitarias.–Crear marcos normativos que faciliten la innovación y la cooperación. El sector privado Los actores privados complementan estas funciones mediante:–Desarrollar nuevas tecnologías, desde sensores mediante Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés), hasta herramientas de predicción basadas en inteligencia artificial (IA). –Ampliar las redes de comunicación a través de telecomunicaciones, aplicaciones y plataformas digitales.–Contribuir con datos propios, servicios en la nube

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De la movilidad sostenible y la micromovilidad

Por: Germán Alfonso Prieto. Ingeniero Civil M.Sc. en Ingeniería Civil con énfasis en Ingeniería de Transportes / Especialista en Finanzas / Docente de la Especialización en Gerencia del Transporte, Universidad Jorge Tadeo Lozano Cómo citar este artículo Prieto, Germán Alfonso. (2025). De la movilidad sostenible y la micromovilidad. Protección & Seguridad, (406), 54–29. Recuperado a partir de https://publicaciones.ccs.org.co/index.php/pys/article/view/320/230 Todos los que sufrimos la congestión vial, el taco, el trancón, el tráfico o como queramos llamarlo, conocemos de cerca los efectos que genera en términos de estrés, pérdida de tiempo, contaminación y siniestralidad. En definitiva, se trata de un fenómeno típico de las grandes ciudades que quisiéramos eliminar, pero que padecemos en el día a día. La principal tentación para eliminarlo es la de ampliar más las vías asumiendo que la misma cantidad de vehículos se moverá más libremente en un espacio más amplio, tal como lo haría un líquido en una tubería de mayor grosor. Sin embargo, el problema es que, a mayor amplitud de las vías, más vehículos salen a las calles, retornando a la congestión original o, incluso, agravándola. Demanda inducida1 le llaman en el argot técnico. ¿Cuál es entonces la fórmula mágica para eliminar —o al menos reducir— la congestión? Los expertos en movilidad sostenible la sintetizan en tres acciones: “evitar, cambiar y mejorar”. Este enfoque nos propone retornar a soluciones básicas, teniendo en cuenta que los avances tecnológicos en materia de vehículos y vías, en su mayoría, no nos ha mostrado un camino hacia la sostenibilidad. La premisa fundamental de esta propuesta es sencilla y, quizás, obvia, pero no está de más recordarla: a mayor cantidad de carros y motos circulando en las vías, mayor será la congestión, sin importar mucho la tecnología que estos usen. A continuación, se describirá cada uno de los verbos que integran la fórmula dada previamente, aclarando que su filosofía se puede aplicar tanto a escala personal (frente a las decisiones que cada individuo toma en su cotidianidad de cara a la movilidad), como a escala de ciudad o sociedad (es decir, aquellas acciones que se toman desde el Estado para promover una movilidad sostenible). 1. Evitar. Se trata de evadir la realización de los viajes cotidianos, especialmente, los más largos. En este punto, la pandemia de los últimos años sí que nos enseñó —de manera bastante brusca, como tantas lecciones que nos da la vida que podíamos evitar muchos desplazamientos, que podíamos hacer las cosas de una manera distinta. Teletrabajar, teleestudiar, sostener citas médicas y reuniones virtuales, ejercitarse en casa… todos debimos acostumbrarnos a vivir el “simulacro” de cómo sería una vida sin movilizarnos. Y aunque muchas de esas actividades nunca fueron lo mismo, en otras sí vimos que podíamos ser más productivos, más eficientes y prácticos. A nivel personal, podemos preguntarnos cada día: ¿en realidad necesito hacer ese viaje?, ¿lo podría reemplazar por una actividad virtual o por una manera más pragmática de resolver mi necesidad?, ¿necesito ir tan lejos?… También podemos replantear los viajes que hacemos de manera cotidiana, tomando decisiones y haciendo ajustes para intentar vivir más cerca de nuestro trabajo, estudiar más cerca a nuestra casa o procurar que el sector donde habitamos cuente con la mayor disponibilidad de bienes y servicios básicos. En el plano de los tomadores de decisión se plantean medidas para que los ciudadanos no necesiten realizar tantos viajes y tan largos: más herramientas digitales para resolver diligencias relacionadas con entidades y oficinas del Estado (de hecho, una menor tramitología contribuye también a la movilidad sostenible) o el establecimiento de sedes de entidades estatales más cerca de los barrios o comunas, etc. A su vez, está el hecho de planear urbes que tengan “ciudades dentro de la ciudad”, es decir, donde las necesidades de trabajo, estudio, recreación y salud puedan ser resueltas a distancias cortas. El concepto —nacido en la pandemia— de ciudades de 15 minutos hace parte de este tipo de políticas públicas. 2. Cambiar. Si no podemos evitar hacer el viaje, al menos hagámoslo en un modo de transporte sostenible. En otras palabras, utilizar aquellas opciones no motorizadas (bicicleta, patines, patineta, etc.), así como priorizar los viajes a pie y en transporte público. Esto incluye a los buses, que debido a la cantidad de pasajeros que movilizan contaminan, congestionan y causan riesgo de accidente en mucha menor medida que un carro o una moto. Basta imaginar una ciudad en la que todos —o al menos casi todos— nos movilizáramos en bus, metro, bicicleta y a pie. Seguramente disfrutaríamos una urbe mucho más amigable, menos congestionada, con menores niveles de contaminación y con un muy bajo riesgo de siniestros viales. La manera de contribuir a ello es reemplazando cada vez más los viajes que hacemos en carro o en moto por unos en bicicleta o tomando el transporte público de nuestra ciudad. A nivel estatal se toman decisiones que impulsan a los usuarios de carro y moto a dejar de utilizarlos, así como también se implementan mejoras en los sistemas de transporte sostenibles que “invitan” a pasarse a estos modos de transporte. En el argot técnico internacional estas estrategias se conocen como medidas push-pull. Cobrar el costo real del combustible, imponer impuestos por congestión y contaminación, adoptar medidas de restricción por placas (no son mis favoritas, pero existen) y otras similares (aquí la palabra principal es “cobro”, que incluye dejar de subsidiar tanto estos modos y empezar a cobrarles por los costos reales que generan), influyen en los potenciales usuarios de carros y motos para que se pasen a esos modos de transporte. Por otra parte, mejorar la calidad del transporte público, aumentar su eficiencia y hacer más económica su tarifa; hacer más amables y seguros los viajes en bicicleta, patinetas y otros modos sostenibles; y consolidar las condiciones para hacer que los viajes a pie sean más placenteros y cuenten con garantías de seguridad, invita a los usuarios a hacer un mayor uso de estas opciones para movilizarse. 3. Mejorar. Vamos a hacer ese viaje y, definitivamente, no nos vamos

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El papel de la seguridad social para garantizar un trabajo decente y un futuro sostenible

Por: Mohammed Azman, presidente de la Asociación Internacional de Seguridad Social – AISS (o ISSA, por sus siglas en inglés). Médico, especialista en medicina del trabajo, docente adjunto de la Universiti Utara Malaysia (UUM) y de la Universiti Sains Malaysia (USM). En 2020, fue el primer ciudadano malasio en recibir el Frances Perkins Award de la Asociación Internacional de Juntas y Comisiones de Accidentes Industriales (IAIABC, por sus siglas en inglés). Cómo citar este artículo Azman, M. (2025). El papel de la seguridad social para garantizar un trabajo decente y un futuro sostenible. Protección & Seguridad, (421), 15–18. Recuperado a partir de https://publicaciones.ccs.org.co/index.php/pys/article/view/83 Anque la seguridad social es considerada un derecho fundamental, en la constitución política de Colombia es un derecho de segunda generación o “Derechos Económicos, Sociales y Culturales” que tienen como objetivo fundamental garantizar el bienestar económico, el acceso al trabajo, la educación y a la cultura, de tal forma que asegure el desarrollo de los seres humanos y de los pueblos. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) solo una de cada cinco personas en el mundo tiene una cobertura adecuada, es decir, apenas el 20 % de la población mundial cuenta con acceso a un sistema de protección y bienestar, mientras que más de la mitad no goza de este mecanismo (OIT, s.f). El organismo define la seguridad social como “la protección que una sociedad proporciona a los individuos y los hogares para asegurar el acceso a la asistencia médica y garantizar el ingreso, en particular, en caso de vejez, desempleo, enfermedad, invalidez, accidentes de trabajo, maternidad o pérdida del sostén de familia”. Entre tanto, el reciente ‘Informe sobre el estado de la protección social 2025: el desafío de 2000 millones de personas’ publicado por el Banco Mundial para dar cuenta de los avances y desafíos de los sistemas de protección social en el mundo, revela que “tres de cada cuatro personas de los países de ingresos bajos y medianos carecen de acceso a protección social” (Banco Mundial, 2025). En ese sentido, a pesar de los avances conseguidos en los últimos años, los esfuerzos aún no son suficientes dado que 2000 millones de personas que se encuentran en condiciones de pobreza extrema, todavía no tienen acceso a este derecho. En Colombia, el Sistema Integral de Seguridad Social está compuesto por el sistema de pensiones, de salud y de riesgos laborales, así como de los servicios sociales complementarios. El Sistema Integrado de Información de la Protección Social (SISPRO) reporta que, al 31 de enero de 2025, se contaba con 51.947.654 afiliados a salud de los cuales 26.929.008 correspondían al régimen subsidiado, 22.787.638 al régimen contri-butivo, 2.143.113 al régimen de excepción y 87.895 al régimen de Inpec Intramural (SISPRO, 2025). En cuanto a los trabajadores afiliados al Sistema General de Riesgos Laborales (SGRL) para el 2024 se reportó una cobertura del 56,4 % de la población ocupada, con respecto al número total de personas ocupadas según el informe del Dane (CCS, 2025). Por esto es importante impulsar la formalización y el trabajo decente que permita el acceso a la protección social de los trabajadores a través de las Aseguradoras de Riesgos Laborales (ARL) para la atención en salud ante accidentes y enfermedades de origen laboral. Así mismo, en el Foro Mundial de la Seguridad Social (WSSF) celebrado en 2022, en Marruecos, expertos internacionales discutieron sobre diferentes aspectos que involucra la seguridad social con el propósito de generar condiciones de igualdad e inclusión en la sociedad en general y en las poblaciones vulnerables de manera particular. En este encuentro se destacó el “papel fundamental de la seguridad social como instrumento de resiliencia y de construcción de sociedades inclusivas” (AISS, 2022). De igual manera, el ‘Informe de Seguridad Social de 2024’, presentado por la AISS, destaca la necesidad de impulsar nuevas soluciones y transformaciones vanguardistas en este ámbito, por lo cual en 2023 instauró una plataforma de innovación colaborativa con el propósito de promover la “creación conjunta de procedimientos y herramientas eficaces, prácticas y reutilizables para la administración de la seguridad social” (AISS, 2024). Con esta iniciativa se busca fomentar el trabajo conjunto entre las instituciones miembros para fortalecer la gestión y modernización en la materia. En razón de la importancia que tienen los mecanismos que respaldan el bienestar de la sociedad y la estabilidad laboral tanto a nivel global como local, en el marco del 58 Congreso de Seguridad, Salud y Ambiente del Consejo Colombiano de Seguridad (CCS), que tendrá lugar en Bogotá del 2 al 4 de julio de 2025, se estará abordando este tema de la mano del experto internacional Mohammed Azman a través de la conferencia ‘El papel de la seguridad social para garantizar un trabajo decente y un futuro sostenible’. Protección & Seguridad conversó con el Dr. Azman, actual presidente de la Asociación Internacional de Seguridad Social (AISS) quien, desde su liderazgo y conocimientos ha realizado importantes contribuciones para fortalecer e impulsar la seguridad social de los trabajadores. Protección & Seguridad (en adelante P&S): ¿por qué, hoy por hoy, es esencial debatir el papel de la seguridad social? Mohammed Azman (en adelante M.A.): en el mundo laboral actual, en rápida evolución, la seguridad social es más relevante que nunca. La convergencia de crisis mundiales, como el cambio climático, la incertidumbre económica, las perturbaciones tecnológicas y la cambiante dinámica del mercado laboral, ha expuesto a los trabajadores a mayores y nuevos peligros e incertidumbres. En este contexto, los sistemas de seguridad social actúan como red de seguridad en tiempos difíciles. La seguridad social no solo ofrece protección sobre los ingresos en tiempos de desempleo, discapacidad, enfermedad o vejez, sino que también desempeña un papel proactivo en el mantenimiento de la salud, permitiendo el retorno al trabajo, así como apoyando unas condiciones laborales dignas. En muchos países, es un mecanismo vital para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). La seguridad social, particularmente a través de mecanismos como la gestión de riesgos laborales y los seguros sociales, desempeña un papel central en la creación de entornos en

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Los desastres, el cambio climático, la resiliencia y la continuidad de los negocios: prioridades necesarias

Por: Jacqueline Mesa Sierra, gerente técnica del CCS, ingeniera forestal, especialista en Gestión Medioambiental, magíster en Salud y Seguridad en el Trabajo. Cómo citar este artículo Mesa Sierra, J. (2025). Los desastres, el cambio climático, la resiliencia y la continuidad de los negocios: prioridades necesarias. Protección & Seguridad, (417), 14–18. Recuperado a partir de https://publicaciones.ccs.org.co/index.php/pys/article/view/106 Los costos asociados a una inadecuada gestión de los riesgos relacionados con amenazas ambientales, el cambio climático y los que se pueden generar por las mismas operaciones del sector productivo siguen en aumento. A pesar de los esfuerzos por proporcionar el financiamiento necesario para la mitigación y adaptación al cambio climático, el mundo sigue lejos de implementar plenamente la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, el Marco de Sendai, el Acuerdo de París y la Nueva Agenda Urbana, entre otros acuerdos internacionales. Las inversiones en adaptación y reducción de riesgos de desastres siguen estando insuficientemente financiadas y, en algunos casos, pueden representar tan solo entre el 1 y el 2 % de la financiación climática (Press-Williams et al., 2024), factor que está poniendo en riesgo los es-fuerzos y la consecución de las metas del Marco de Sendai. Los costos derivados de los pagos de primas de seguros, así como de las pérdidas y daños maniiestos, siguen aumentando. Al revisar los indicadores interanuales de eventos extremos, las reaseguradoras han encontrado que, en los últimos cuatro años consecutivos, las pérdidas aseguradas a nivel mundial han superado los 100 mil millones de dólares consecutivos (Banerjee et al., 2024). De acuerdo con los datos reporta-dos por CRESTA1, las pérdidas para el sector de seguros generados por eventos catastróficos siguen en aumento de acuerdo con el informe preliminar del segundo trimestre del 2024. La lista de estas pérdidas incluye, a la fecha del reporte, 197 grandes catástrofes naturales, 117 de las cuales superan el umbral de notificación. En conjunto, los acontecimientos por encima del umbral representan más de 344 billones de dólares en pérdidas para la industria, siendo las inundaciones los eventos más recurrentes, pero no los únicos (CRESTA, 2024). Al revisar estas cifras, se evidencia que invertir en reducción de riesgo de desastres, adaptación al cambio climático y resiliencia tiene beneficios a nivel económico y social para las regiones y los sectores productivos. Cada dólar invertido en reducción y prevención de riesgos puede ahorrar hasta 15 dólares en recuperación posdesastre. Cada dólar invertido en hacer que la infraestructura sea resiliente a los desastres ahorra cuatro dólares en reconstrucción. Los beneficios en términos de invertir en prevención y resiliencia son claros. Sin embargo, de acuerdo con la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción de Riesgo de Desastres (UNDRR), por cada 100 dólares estadounidenses de asistencia oficial para desastres, tan solo se invierten 50 centavos en proteger del impacto de los mismos (UNDRR, 2024). Esto indica una falta de iniciativas privadas y públicas en la inversión en prevención, adaptación y resiliencia en todos los ámbitos y, aún más, en los sectores productivos. Modelos de negocios: el desafío en el análisis del riesgo sistémico Con los desafíos del cambio climático y la exacerbación del riesgo de desastres producto de este fenómeno, queda la inquietud acerca de si los negocios y organizaciones, sin importar su tamaño, han incluido en sus modelos de negocios los análisis suficientes para poder prepararse, adaptarse y recuperarse de manera más eficaz y eficiente. Y quizá la respuesta es que no de manera general. Los gerentes y administradores de las organizaciones aún continúan desarrollando o manteniendo modelos de negocios y planes estratégicos, sin contemplar estos temas lo que, en realidad, genera una alta vulnerabilidad y reduce la posibilidad de mantenerse en el tiempo. Lo primero que debe ocurrir en los ámbitos administrativos y gerenciales, sin importar el tamaño de la empresa, es que los modelos de negocio y su estructuración deben integrar de manera eficaz el análisis del ‘riesgo sistémico’2 y el ‘megarriesgo sistémico’3. Bajo este enfoque, se analiza a la organización y a su operación como parte de un sistema económico, social y ambiental. Además, se incluyen dentro de los análisis financieros y económicos todos los aspectos y amenazas que pueden impactar, impedir y/o potencializar la continuidad de las operaciones. De acuerdo con la interrelación en el sistema, existen algunos sectores con mayor probabilidad de ser impactadas y/o impactar un sistema completo. Por ejemplo, la llegada de huracanes extremadamente dañinos a los Estados Unidos ha puesto en manifiesto que la vulnerabilidad de las infraestructuras críticas es una realidad en las economías desarrolladas. A continuación, se presenta la relación de las infraestructuras vitales de los sistemas y cómo estas se interrelacionan, pudiendo impactar áreas que no habían sido mapeadas. La resiliencia y sus dividendos Con el contexto anterior, es evidente que las organizaciones deben tomar decisiones basadas en riesgos, como un paso importante para alcanzar la resiliencia y la continuidad de sus negocios. De acuerdo con Tanner et al. (2015), “los métodos existentes para evaluar las inversiones en gestión de riesgo de desastres subestiman los beneficios asociados con la resiliencia”. Esto está vinculado a la percepción común de que invertir en resiliencia a los desastres solo generará beneficios una vez que ocurra el desastre. La interpretación de quienes invierten va por el mismo camino: se ve como una apuesta que solo da frutos en caso de desastre. Y es esta la misma apuesta que hacen los tomadores de decisiones a nivel de las empresas. En este sentido, también es importante resaltar los beneficios que puede traer la resiliencia a partir de lo que se ha denominado el ‘triple dividendo de la resiliencia’ aplicado a los entornos empresa-iales (Tanner et al., 2015): Entender los dividendos derivados de invertir en la gestión de riesgos de desastre, la adaptación al cambio climático y la resiliencia, e incluirlos en la planificación y definición de los modelos de negocios, es el argumento para apalancar las inversiones. Esto porque se mapean las pérdidas evitadas, los estímulos a nivel económico y los cobeneficios que se obtienen de las inversiones, que también apalancan las estrategias de

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Alerta temprana SST Enfoque integral reducción desastres CCS

Enfoque integral de los sistemas de alertas tempranas para la reducción de desastres

Por: Gerencia de Comunicaciones y Gerencia Técnica del Consejo Colombiano de Seguridad. Cómo citar este artículo Gerencia de Comunicaciones & Gerencia Técnica. (2025). Enfoque integral de los sistemas de alerta temprana para la reducción del riesgo de desastres. Protección & Seguridad, (423), 22–29. Recuperado a partir de https://publicaciones.ccs.org.co/index.php/pys/article/view/397 Los sistemas de alertas tempranas son herramientas clave para anticipar emergencias y reducir el impacto de los desastres. A propósito de este importante tema, Protección & Seguridad conversó con Nahuel Arenas García, jefe para las Américas y el Caribe de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR). Con más de 20 años de experiencia en la dirección de programas humanitarios, de reducción del riesgo de desastres y de cooperación internacional en América Latina y el Caribe, África y la región de Asia y el Pacífico (UNDRR, 2023), Arenas aporta una mirada integral y estratégica sobre los desafíos actuales. El propósito central de esta conversación fue profundizar en cómo la tecnología puede convertirse en una aliada clave para la implementación de sistemas de alerta temprana y explorar el enfoque integral que la UNDRR impulsa para la protección de la vida y la preservación de los medios de subsistencia. Protección & Seguridad (en adelante P&S): ¿cuál es la visión de la UNDRR sobre la importancia de los sistemas de alerta temprana multiamenaza en la reducción del riesgo de desastres? Nahuel Arenas García (en adelante N.A.G.): para la UNDRR, los sistemas de alerta temprana multiamenaza son una de las herramientas más poderosas para salvar vidas y reducir pérdidas. No se trata únicamente de emitir una señal cuando se aproxima una amenaza, sino de una estrategia integral que combina conocimiento del riesgo, monitoreo científico, comunicación accesible y preparación comunitaria. Es ese tejido lo que convierte la información en acción oportuna y efectiva. Las cifras lo confirman: los países con limitada cobertura de alerta enfrentan una mortalidad hasta ocho veces mayor frente a los desastres que aquellos con sistemas robustos. Y sabemos que los fenómenos extremos se intensificarán con el cambio climático, aumentando la urgencia de actuar. Por eso, el secretario general de las Naciones Unidas fijó un objetivo concreto: que para 2027 todas las comunidades del mundo estén protegidas por sistemas de alerta tem-prana, a través de la iniciativa ‘Alerta Temprana para Todas las Personas’, o Early Warnings for All (EW4All). Dentro de la visión del sistema de las Naciones Unidas, una alerta temprana no es un mensaje aislado ni un lujo tecnológico, es un derecho. La sociedad debe asegurar que llegue a todas las personas: desde una comunidad rural hasta una gran ciudad, desde un pequeño Estado insular hasta una metrópoli latinoamericana. P&S: ¿cómo se conecta la agenda de alertas tempranas con el Marco de Sendai y con la iniciativa “Early Warnings for All” impulsada por la ONU? N.A.G.: el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030 reconoce que los sistemas de alerta temprana son esenciales para proteger vidas y medios de subsistencia. Su meta G establece el compromiso de aumentar sustancialmente la disponibilidad y el acceso a sistemas de alerta multiamenaza y a información y evaluaciones de riesgo para 2030. La iniciativa ‘Alerta Temprana para Todas las Personas’ es un llamado que imprime urgencia a ese mandato para lograr universalizar la cobertura de sistemas de alerta temprana. Su estructura en cuatro pilares —conocimiento del riesgo, monitoreo y pronóstico, diseminación y comu-nicación y preparación para la respuesta— permite alinear las políticas nacionales con la visión global del Marco de Sendai. La conexión es directa: el Marco de Sendai establece la brújula y la iniciativa ‘Alerta Temprana para Todas las Personas’ aporta el mecanismo para llegar al destino en un plazo más corto. Se trata de transformar com-promisos internacionales en una realidad concreta, sobre todo para las personas más vulnerables. P&S: según los datos más recientes de la UNDRR, ¿qué porcentaje de la población mundial está actualmente cubierta por sistemas de alerta temprana eficaces? N.A.G.: todavía cerca de un tercio de la humanidad carece de protección adecuada frente a amenazas múltiples. En muchos de los países menos desarrollados y en los pequeños Estados insulares, las poblaciones más expuestas siguen sin acceso a sistemas básicos que podrían anticipar tormentas, inundaciones, sequías o cualquier otra amenaza, ya sea de forma individual o aislada, o en simultáneo. Esto significa que alrededor del 66 % de la población mundial sí cuenta con algún nivel de cobertura, pero las brechas son profundas y revelan desigualdades estructurales. De ahí surge la urgencia de la iniciativa ‘Alerta Temprana para Todas las Personas’. La meta de 2027 busca cerrar esa brecha de forma acelerada, con un esfuerzo coordinado entre gobiernos, organismos internacionales, sector privado y comunidades locales. No se trata solo de ampliar cobertura técnica, sino de garantizar que las alertas sean inclusivas, comprensibles y accionables para cada persona. P&S: ¿qué papel juega América Latina y el Caribe en la iniciativa global de “Early Warnings for All”? N.A.G.: América Latina y el Caribe es la segunda región del mundo más vulnerable frente a desastres. La región enfrenta múltiples amenazas de origen natural, combinadas con alta vulnerabilidad social, urbana y económica. Huracanes, terremotos, sequías prolongadas, incendios, inundaciones y erupciones volcánicas: todos estos eventos pueden convivir en un mismo territorio. El informe de ‘Evaluación Regional sobre el Riesgo de Desastres en América Latina y el Caribe’, o RAR24 por sus siglas en inglés, muestra la magnitud del desafío: seis de los diez países con mayores pérdidas económicas relativas al PIB por desastres están en la región y, de acuerdo con los casos de estudio incluidos en el informe, la inversión pública en gestión del riesgo se concentra mayoritariamente en la respuesta y reconstrucción, en lugar de enfocarse en la prevención. Esta realidad refuerza la necesidad de acelerar la cobertura de sistemas de alerta temprana. Pero la región no solo es vulnerable; también es fuente de soluciones. Existen plataformas regionales como las de la Agencia Caribeña para el Manejo de Emergencias por Desastres (CDEMA) en el

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Identificación de aspectos e impactos ambientales en las diversas condiciones de operación

Por: Mauricio Gómez Triana, auditor líder II, ingeniero Químico. MSc. en Gestión y Evaluación Ambiental, especialista en Seguridad Industrial, Higiene y Gestión Ambiental. Cómo citar este artículo Gómez M. (2024). Identificación de aspectos e impactos ambientales en las diversas condiciones de operación. Protección & Seguridad No. 418 (noviembre – diciembre 2024), 59-63. https://ccs.org.co/portfolio/identificacion-de-aspectos-e-impactos-ambientales-en-las-diversas-condiciones-de-operacion/ Uno de los requisitos de la Guía RUC®️ es establecer objetivos estratégicos para el Sistema de Gestión de Seguridad y Salud en el Trabajo y Ambiente (SG-SSTA), junto con metas cuantificables para garantizar su cumplimiento1. En particular, para definir los objetivos relacionados con el componente ambiental, la guía exige que la organización considere diversos elementos, como los resultados de la identificación de aspectos, la valoración de impactos y la determinación de controles. También deben tomarse en cuenta los indicadores de desempeño, los requisitos legales y otras obligaciones aplicables, así como los aspectos ambientales con impactos significativos. Además, es esencial incorporar la revisión por parte de la gerencia o dirección, los cambios tecnológicos, los incidentes, los registros de no conformidades y las actividades de mejora continua2. De ahí que la pregunta lógica sería: ¿cómo identificar entonces los aspectos ambientales significativos? Al respecto, la guía proporciona un estándar claro: «el contratista debe definir un procedimiento para identificar, de manera continua, los aspectos ambientales de sus actividades, productos y servicios que pueda controlar, así como aquellos sobre los cuales pueda influir. Además, debe evaluar los impactos bajo condiciones normales, anormales y de emergencia3«. Es precisamente en este punto donde se han identificado algunas de las principales dificultades y no conformidades durante los ejercicios de auditoría RUC®️: la correcta identificación de los aspectos ambientales bajo las diferentes condiciones de operación. Para atender esta necesidad, es fundamental que los procedimientos incluyan una definición clara y precisa de los conceptos clave. Esto permitirá orientar de manera más efectiva el proceso de identificación de aspectos, evaluación de impactos y definición de controles. A continuación, exploraremos las definiciones más relevantes para este propósito. Aspecto ambiental: elemento de las actividades, productos o servicios de una organización que puede interactuar con el medio ambiente (entendiendo este último concepto como el entorno en el que la organización opera, incluidos el aire, agua, suelo, recursos naturales, flora, fauna, los seres humanos y sus interrelaciones4). Impacto ambiental: cualquier cambio en el medio ambiente, ya sea adverso o beneficioso, como resultado total o parcial de los aspectos ambientales de una organización5. Cada aspecto ambiental puede estar asociado a uno o varios impactos ambientales, los cuales representan los efectos de dichos aspectos sobre el entorno. Estos impactos pueden incluir la contaminación del aire, el agotamiento de los recursos naturales o contribuciones al cambio climático a través de la emisión de Gases Efecto Invernadero, entre otros. La importancia de la buena identificación de los aspectos ambientales está en la capacidad de gestionarlos, de tal manera que permita a la organización: » Prevenir la contaminación y reducir los impactos negativos en el medio ambiente.» Cumplir con la legislación ambiental y evitar sanciones.» Optimizar el uso de recursos naturales y reducir costos.» Proteger la salud y seguridad de las personas dentro y fuera de la organización.» Mejorar la imagen corporativa y aumentar la confianza de las partes interesadas (stakeholders) de la organización. La identificación de los aspectos ambientales debe realizarse considerando las condiciones operativas en las que estos pueden manifestarse, incluyendo condiciones normales, anormales y de emergencia. Además, es importante diferenciar entre los aspectos propios de la operación y aquellos sobre los cuales la organización tiene influencia. Esta clasificación permite anticipar, controlar, gestionar y minimizar los impactos ambientales en las diversas situaciones que puedan surgir durante la operación. 1. Condiciones normalesEn condiciones normales, la organización lleva a cabo sus actividades rutinarias de manera planificada y controlada. Los aspectos ambientales en esta situación son generalmente estables y previsibles, lo que facilita su gestión y control. Ejemplos de aspectos ambientales en condiciones normales: 2. Condiciones anormales Las condiciones anormales se refieren a situaciones no rutinarias o poco frecuentes que pueden alterar las actividades de la organización. Estas situaciones pueden ser planificadas —como el mantenimiento de equipos— o no planificadas —como una interrupción temporal en el suministro de servicios—. Los aspectos ambientales en estas condiciones requieren controles adicionales para minimizar el riesgo de impacto ambiental. Ejemplos de aspectos ambientales en condiciones anormales: 3. Condiciones de emergencia Las condiciones de emergencia se caracterizan por ser situaciones inesperadas que representan un riesgo significativo para el medio ambiente y la seguridad de las personas. Las emergencias ambientales pueden surgir debido a accidentes, fallos en los equipos, fenómenos naturales u otros eventos fuera del control de la organización. En estos casos, se deben activar planes de respuesta para mitigar los impactos ambientales y proteger la integridad del entorno y las personas. Ejemplos de aspectos ambientales en condiciones de emergencia: Es importante tener en cuenta que las condiciones normales, anormales y de emergencia son específicas para cada empresa u operación. Una condición que se considera anormal en una organización puede ser parte de la operación normal en otra. Por ejemplo, el uso de plantas de energía o el consumo de agua en bloque puede variar según las características y procesos de cada organización. Aspectos ambientales y sobre los que se tiene influencia Para determinar las condiciones de operación que deben considerarse, se puede emplear la metodología de análisis del ciclo de vida del producto o servicio prestado. Es fundamental identificar cuáles de estas condiciones son gestionadas directamente por la organización y cuáles son realizadas por terceros. Tal como lo especifica la Guía RUC®️, es necesario evaluar los aspectos ambientales de las actividades, productos y servicios que la organización pueda controlar, así como aquellos sobre los cuales pueda ejercer influencia6. El ciclo de vida corresponde a las etapas consecutivas e interrelacionadas de un sistema del producto, desde la adquisición de materia prima o su generación a partir de recursos naturales hasta la disposición final7, pasando por las siguientes etapas8: Por tanto, es imprescindible identificar qué etapas del proceso están bajo el control directo de

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Cadenas de suministro, gestión de riesgos y continuidad de negocio

Por: Elizabeth Solis, gerente de Proyecto Sumarse, licenciada en Operaciones Marítimas y Portuarias, técnica en Ingeniería en Operaciones Marítimas de la Universidad Tecnológica de Panamá. Cómo citar este artículo Solis E. (2024). Cadenas de suministro, gestión de riesgos y continuidad de negocio. Protección & Seguridad No. 414 (marzo – abril 2024), 26-29. https://ccs.org.co/portfolio/cadenas-de-suministro-gestion-de-riesgos-y-continuidad-de-negocio/ El 2024 exige el abordaje de desafíos globales que han estado en las agendas de las naciones desde hace varios periodos atrás. De acuerdo con el ‘Informe de Riesgos Globales 2024’ del Foro Económico Mundial, nos encontramos ante un panorama en el que el desarrollo humano comienza a estancarse, mientras que los Estados y la población quedan, por tanto, en una posición vulnerable frente a riesgos tanto nuevos como ya conocidos (World Economic Forum (WEF), 2024). El informe revela un mundo «asolado por un dúo de crisis peligrosas: el clima y los conflictos». El cambio climático extremo ocupa el segundo lugar de la lista de riesgos para los próximos dos años y el primero en la siguiente década. El 54 % de los encuestados para la realización de este informe anticipa cierta inestabilidad y un riesgo moderado de catástrofes globales, mientras que otro 30 % espera condiciones aún más turbulentas. El cambio climático sigue siendo catalogado como una de las mayores amenazas globales de nuestro tiempo (World Economic Forum (WEF), 2024). Si bien ya se ha dicho, el 2023 fue considerado el año más cálido registrado en los últimos tiempos (EFE, 2024), para el 2024 se podría experimentar un incremento en la temperatura global que pueda superar los 1,5 °C cuyos efectos repercuten sobre la erosión de la tierra, la pérdida de biodiversidad y de ecosistemas, la seguridad alimentaria, entre otros. Además, tendría un impacto directo sobre otros temas subyacentes como el aumento de las desigualdades, el desarrollo propio del ser humano y la sociedad en la que habita, la gestión del riesgo de desastres, así como también en la continuidad de los negocios y las empresas. En el ámbito empresarial la ‘gestión del riesgo de desastres’, es un concepto que hace referencia a un conjunto de estrategias, acciones, y/o políticas orientadas a mejorar la comprensión del riesgo, reducir los niveles de riesgo que se enfrentan, desarrollar mecanismos de protección financiera frente a dichos riesgos y generar prácticas de preparación, respuesta, y recuperación en caso de que se materialicen o lo que también se denomina “resiliencia”. En este sentido, es preciso señalar que estos riegos pueden ser desencadenados por eventos de origen natural u originados por el mismo ser humano como los de tipo tecnológico, industrial, biológico o geopolítico. Ahora bien, el cambio climático y la gestión del riesgo de desastres son asuntos que están estrechamente relacionados, pero no significan lo mismo. La gestión del riesgo de desastres es una herramienta que ofrece grandes y potenciales capacidades de atención y adaptación al cambio climático. No obstante, este último puede afectar dicha gestión de dos formas: por un lado, incrementando las amenazas de origen natural y, por otro, exacerbando la vulnerabilidad de las comunidades frente a las amenazas naturales. Un claro ejemplo de ello son las afectaciones que están generando las condiciones de cambio climático sobre las cadenas de suministro a nivel global. Los eventos meteorológicos extremos, las inundaciones, los incendios, entre otros, además de afectar a las comunidades, están teniendo un impacto directo sobre las infraestructuras logísticas, los centros de producción y la logística de distribución, interrumpiendo y desestabilizando con facilidad la continuidad de la cadena de suministro. En numerosas ocasiones, las repercusiones de las afectaciones sufridas por estas redes de aprovisionamiento ya se han materializado, generando pérdidas significativas para diversos negocios ya sean de grandes, pequeñas y medianas empresas u otras organizaciones. Por ejemplo, Panamá está viviendo por esta época una crisis de agua dulce producto de la disminución de precipitaciones como consecuencia del Fenómeno de El Niño. Especialmente en el caso del Canal de Panamá, uno de los pilares fundamentales de la economía del país, estos eventos han ocasionado efectos significativos en los niveles del Lago Gatún, un reservorio crucial para el funcionamiento de dicho corredor acuático. Esta situación ha llevado a una disminución en el número de tránsitos de buques lo que, a su vez, ha impactado negativamente tanto en el comercio local como en las cadenas de suministro a nivel nacional e internacional. Otro ejemplo concreto se encuentra en el sector de alimentos y bebidas a nivel global. Las sequías experimentadas en diversas regiones del mundo en los últimos años han afectado directamente la disponibilidad de productos básicos como el maíz y otras cosechas utilizadas como materias primas. Esta escasez, además, ha generado un impacto significativo en la producción de otros productos dentro de la industria alimentaria. Así, situaciones como estas han impactado negativamente el crecimiento y desarrollo del ecosistema empresarial en su conjunto. Entonces, frente a un escenario tan disruptivo y volátil, surge un interrogante crucial: ¿hay algo que las empresas puedan hacer? Esta es la pregunta fundamental que todas las organizaciones deberían plantearse. La gestión de riesgos es un aspecto fundamental para todas las empresas y debe ser considerada como parte de sus estrategias de sostenibilidad. La capacidad de cada corporación para identificar, abordar, planificar e implementar medidas para adaptarse, protegerse y responder ante las nuevas dinámicas que se están generando en los sistemas naturales o humanos —incluyendo la presión social y las expectativas de todos los grupos de interés— son aspectos fundamentales en periodos de inestabilidad extrema. Los riesgos de las interrupciones de la cadena de suministro que llegan hasta el consumidor son muchos: aumento de costos, retrasos y tiempos de espera, demoras en pagos, fluctuaciones en la oferta versus la demanda, obstaculización al desarrollo de pequeñas y medianas empresas, inestabilidad en el comercio global, aumento de la vulnerabilidad y el desarrollo social a causa de la falta de productos básicos, pueden ser algunos de los riesgos. De igual forma, la disponibilidad o el acceso a la materia prima, los riesgos físicos como daños a infraestructuras, incendios o inundaciones, el

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