La revolución tecnológica de la sostenibilidad: oportunidades y desafíos

Por Lizeth Viviana Salamanca Galvis / Comunicadora social con énfasis en periodismo / Magíster en Responsabilidad Social y Sostenibilidad / Líder de comunicaciones del Consejo Colombiano de Seguridad (CCS).

Las nuevas tecnologías están adquiriendo un rol esencial en la sostenibilidad. Según la ONU (2017) la tecnología se convierte, cada vez más, en una aliada imprescindible de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) ya que tiene el potencial de acelerar su cumplimiento, interconectar actores y reducir el coste de los procesos y acciones que se requieren para alcanzar las metas trazadas en la Agenda 2030.

Para la muestra, el estudio #SMARTer2030 desarrollado por el Global e-Sustainability Initiative (GeSI, 2015) estimó que, al implementar soluciones digitales en distintos sectores de la economía, el total de emisiones globales de dióxido de carbono equivalente (CO2e) podría reducirse en 12 gigatoneladas (Gt) para 2030, por cuenta del uso de tecnologías limpias en los procesos de producción, la incorporación de energías alternativas renovables y biocombustibles, el aprovechamiento más eficiente de recursos, las transformaciones en la logística apoyadas por la digitalización y la virtualización, así como el desarrollo de cadenas de suministro circulares donde la inteligencia artificial y el internet de las cosas adquieren un rol central.

Las posibilidades son enormes. Por mencionar algunos ejemplos, el Global Compact (2017) sostiene que tecnologías como el big data y el cloud computing permiten la recolección, el procesamiento y análisis de datos en tiempo real, lo cual facilita la toma de decisiones estratégicas en las organizaciones, así como la medición y el monitoreo permanente del desempeño económico, social y ambiental.

En el sector agropecuario, los avances en la agricultura de precisión, el uso de drones y sensores, los sistemas de riego eficiente, el desarrollo de semillas resistentes a la variabilidad climática, la incorporación de maquinaria agrícola inteligente y la implementación de softwares que permiten mapear los cambios actuales y futuros en las precipitaciones, la temperatura, el rendimiento de los cultivos y la salud de las plantas, están ayudando a incrementar el rendimiento y la productividad de los cultivos. En este sentido, las buenas prácticas agrícolas soportadas en la tecnología están aportando a la eficiencia en el consumo de recursos naturales y agentes químicos (Cepal, 2021). De otro lado, el desarrollo de aplicaciones digitales que eliminan intermediarios y conectan a productores con consumidores son una tendencia en aumento que favorece, especialmente, a los pequeños productores. Incluso, de acuerdo con un reciente informe del Banco Mundial (2020) titulado Harvesting Prosperity: technology and productivity growth in agriculture (Cómo cosechar prosperidad: mayor tecnología y productividad en la agricultura), los agricultores de los países en desarrollo deberán aumentar de forma drástica la innovación agrícola y el uso de la tecnología para satisfacer la creciente demanda de alimentos y hacer frente a los efectos adversos del cambio climático.

En el tratamiento de aguas residuales, tanto en el sector industrial como en el de servicios públicos, se registran avances en el uso de tecnologías de ósmosis inversa, microfiltración y ultrafiltración; adopción de nanotecnología y desarrollo de biorreactores de membrana (MBR) entra otras innovaciones cuyo auge es cada vez más común en la gestión de vertimientos.

De hecho, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) las posibilidades que brinda la cuarta revolución industrial también convergen en el desarrollo de infraestructuras más eficientes de provisión de agua potable. En su reporte Uso de tecnologías de la 4RI en agua y saneamiento en América Latina y el Caribe (2020), el organismo analiza diversos estudios de caso en las que start-ups, empresas y organizaciones de la sociedad civil están utilizando la Inteligencia Artificial, el internet de las cosas, el big data, el blockchain, la realidad virtual y aumentada, así como drones y sensores remotos para analizar flujos hídricos en tiempo real, detectar fugas y desperdicios, clausurar automáticamente sistemas cuando se detectan anomalías, desarrollar medidores inteligentes, monitorear lluvias y sequías, entre otros usos.

En esta misma línea, algunas industrias están invirtiendo en automatización, robótica e inteligencia artificial no solo para optimizar la eficiencia de sus procesos y reducir el consumo de recursos y materias primas, sino también para clasificar residuos sólidos, extraer los materiales reciclables de manera más eficiente y reincorporarlos en el ciclo productivo mediante técnicas de separación de compuestos. A su vez, se busca aprovechar los residuos orgánicos en la obtención de nuevas fuentes de energía mediante biodigestores de vanguardia.

En el sector manufacturero y alimenticio, algunas innovaciones tecnológicas le apuntan al ecodiseño y a la elaboración de envases y embalajes a partir de plástico reciclado y fibras vegetales, biopolímeros y nanomateriales que adquieren características biodegradables, reciclables e incluso compostables.

En cuanto al sector transporte, la movilidad sostenible es uno de los principales retos que encaran las ciudades y en esa perspectiva las tecnologías de vanguardia están jugando un papel fundamental. Aquí destaca el desarrollo de vehículos con motores eléctricos e híbridos, la construcción de electrocorredores, así como la creación de aplicaciones digitales que favorecen el uso compartido del carro, el alquiler de bicicletas y monopatines eléctricos, la planeación eficiente de rutas para disminuir tiempos y ahorrar combustible y el uso eficiente del transporte público. Los impactos de estas transformaciones no son despreciables: según el informe Movilidad eléctrica:
oportunidades para Latinoamérica (2019) del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) el despliegue de la movilidad eléctrica en América Latina significaría una disminución aproximada de 1,4 gigatoneladas de CO2 y un ahorro en combustibles cercano a 85.000 millones de dólares para el período 2016-2050.

En el ámbito de la construcción, la energía solar y eólica se utiliza cada vez más en las edificaciones sostenibles. Sin embargo, también se están incorporando soluciones tecnológicas centradas en un uso más eficiente del recurso hídrico, la recolección y uso de aguas lluvia y la reutilización de aguas grises, la construcción de jardines verticales y techos verdes que liberan oxígeno y capturan CO2 y el uso de materiales inteligentes que, incluso, tienen la propiedad de autorrepararse, así como de cementos y aceros fabricados mediante
procesos más amigables con el medio ambiente.

En este sentido, nuevas tendencias arquitectónicas están orientando el diseño de edificaciones bajo el concepto denominado “ecología arquitectónica”, el cual procura un mayor nivel de integración de la arquitectura con las condiciones medioambientales del entorno y el aprovechamiento de los factores climáticos (Guerra, 2012)

Así mismo, el Internet de las Cosas está conformando el ecosistema tecnológico de las nuevas construcciones mediante sensores y medidores inteligentes capaces de regular factores como la iluminación, la temperatura, la ventilación o el funcionamiento de determinados dispositivos a demanda, lo que permite optimizar el consumo de energía de la estructura (GeSI, 2015).

Por otro lado, la virtualización de procesos y la computación en la nube también están poniendo su cuota a la sostenibilidad ya que les ayuda a las organizaciones a reducir el consumo de energía y de papel y las emisiones provocadas por los clásicos métodos de almacenamiento y administración. A su vez, algunos estudios sugieren que el teletrabajo y otras modalidades de trabajo remoto disminuyen los desplazamientos en transporte desde los hogares hasta el trabajo y viceversa. En consecuencia, se reduce la generación de emisiones contaminantes, favoreciendo la calidad del aire en las ciudades y centros poblados (Cepal, 2021; Greenpeace, 2021; MinTIC, 2020). Lo mismo ocurre con la virtualización de procesos como los pagos en línea, las oficinas virtuales, los portales de autogestión y las herramientas de e-government y de e-commerce, donde los ciudadanos pueden realizar consultas, transacciones, compras, trámites y acceder a servicios, desde su celular o computador.

Al respecto, el Global e-Sustainability Initiative (2015) calcula que la implementación de estas soluciones genera ahorros de hasta 165 mil millones de litros de combustible, 388,854 toneladas de papel y 105 mil millones de horas de tiempo.

La adopción de tecnologías sostenibles de avanzada en Colombia: realidades y desafíos de consideración

En 1992, cuando la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD) incorporó el concepto de ‘Tecnologías Ecológicamente Racionales (TER)’ como “aquellas tecnologías que, en relación con otras, tienen el potencial de mejorar de manera considerable el desempeño ambiental y son menos contaminantes”, también advirtió que estas deberían “ser compatibles con las prioridades y particularidades socioeconómicas, culturales y ambientales de cada país o territorio” y que serían necesarias, además, medidas de apoyo que fomenten la cooperación tecnológica y permitan la transferencia de estas innovaciones hacia las economías en desarrollo. Un desafío que permanece vigente y cobra cada vez mayor relevancia, particularmente en un país como Colombia.

“El mundo ha entrado en una era en la que las tecnologías buscan optimizar el desempeño ambiental y allí hay importantes avances y desarrollos que ya se están aplicando con éxito en las economías más avanzadas. Las soluciones ya están creadas y en proceso continuo de mejora, pero tienen unos altos costos y requieren un importante grado de inversión. Aquí la pregunta que debemos hacernos es ¿está el sector productivo colombiano preparado para adoptarlas?”.

El llamado a la reflexión lo hace Henry Garay, director ejecutivo de la Corporación Ambiental Empresarial (CAEM), una filial de la Cámara de Comercio de Bogotá comprometida con la gestión ambiental empresarial.

Para Garay, en el contexto colombiano, hay que tener en cuenta varios factores cuando se trata de abordar los desafíos de la industria 4.0: el primero de ellos es que el país, a pesar de hacer parte de la OCDE, no cuenta con la misma capacidad económica de los demás Estados miembro de ese organismo para adoptar estas nuevas tecnologías, muchas de las cuales son desarrolladas en países
que nos llevan una gran ventaja en términos de innovación y desarrollo.

El segundo es que se trata de un país no industrializado y cuyo tejido empresarial está compuesto, en una gran proporción, por pymes en las que persisten algunas debilidades. De hecho, la misma Política Nacional de Producción y Consumo Sostenible afirma que:

“el sector empresarial colombiano no tiene actualmente la posibilidad de acceder a tecnologías más eficientes y menos contaminantes, debido en parte a obstáculos de tipo económico y financiero que restringen la inversión en materia ambiental. Como consecuencia de lo anterior, las empresas mantienen líneas de producción bajo esquemas tradicionales y convencionales, que, además de generar impactos al ambiente, las pone adicionalmente en desventaja en términos de productividad y competitividad” (Ministerio de Vivienda, Ambiente y Desarrollo Territorial, 2010).

Por ello, el reto para el país y para su aparato productivo consiste en buscar oportunidades de cooperación internacional que favorezcan la transferencia de tecnologías y el intercambio de conocimientos, así como la creación y acceso a fondos de inversión en tecnologías limpias que permitan financiar programas y proyectos de reconversión tecnológica baja en emisiones mediante líneas de crédito verdes, subsidios, beneficios tributarios y otros incentivos económicos. Un avance en esa dirección es el proyecto que el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo lanzó en 2019 junto con Bancóldex para capitalizar proyectos de eficiencia energética, incluyendo el reemplazo de equipos antiguos por nuevos más eficientes, eco-innovaciones en procesos y productos, opciones de manejo y aprovechamiento de residuos y emisiones, adopción de energías renovables, mejoras de transporte y logística y adquisición
de vehículos híbridos, eléctricos o a gas natural, en micro y pequeñas empresas.

A esto hay que añadir que las adopciones de nuevas tecnologías requieren un proceso de transición con unos horizontes prudentes de tiempo. La reconversión tecnológica en la cadena de valor es un proceso que depende del estado de madurez de la organización y sus prioridades estratégicas, que exige inyecciones de capital, transformaciones culturales y un talento humano capacitado y comprometido con el aprovechamiento del potencial que ofrecen las nuevas tecnologías.

Otra realidad nacional que es preciso tener en cuenta es que, según el inventario de Gases Efecto Invernadero (GEI), en Colombia la deforestación, los cambios en el uso del suelo y las actividades agropecuarias aportan el 66 % de las emisiones nacionales, un indicador significativamente superior frente a la contaminación emitida por las industrias manufactureras y el sector transporte cuyo aporte individual de GEI es del 11 % o frente al sector minas y energía que tiene una participación de apenas el 10 %, pese a la quema de combustibles. “Esto quiere decir que los esfuerzos del país en términos ambientales deben concentrarse en reducir la deforestación y promover prácticas agrícolas ambientalmente sostenibles antes que en la incorporación de tecnologías que, si bien generan beneficios, no atacan la verdadera problemática nacional”, explica Garay.

A lo anterior se le suma un impacto ambiental que, además, se ha venido transformando en una amenaza a la salud pública en el país: la contaminación por material particulado. Según el Informe de Carga de Enfermedad Ambiental en Colombia, elaborado por el Observatorio Nacional de Salud del Instituto Nacional de Salud (INS), la mala calidad del aire es responsable de 15.681 muertes anuales (citado por IDEAM, 2019).

Soluciones tecnológicas a la medida del país

Bajo esta realidad nacional, se han empezado a implementar tecnologías que, justamente, ataquen la deforestación y la contaminación atmosférica. Por ello, la CAEM, en alianza con el sector público, el privado y varias ONG ha venido trabajando en la implementación de innovaciones tecnológicas que contribuyen a mejorar el desempeño ambiental de las micro, pequeñas y medianas empresas y de las comunidades en zonas rurales.

Algunos de los proyectos desarrollados se concentran en la reconversión tecnológica de calderas, hornos y motores de baja eficiencia; la creación de herramientas digitales de autodiagnóstico; la optimización de procesos mediante soluciones tecnológicas y la implementación de proyectos de eficiencia energética y desarrollo bajo en carbono en empresas del sector industrial.

Por ejemplo, en el sector ladrillero y artesanal, la sustitución de hornos ha generado una reducción aproximada del 30 % en el consumo energético y de hasta un 70 % en la reducción de material particulado, según cifras de la corporación. Entre tanto, en el sector panelero y cafetero se están desarrollando plantas de beneficio que incorporan paneles solares y tecnologías para reutilizar desechos orgánicos.

A su vez, como medida contra la deforestación en el sector rural, se están diseminando estufas eficientes de leña, las cuales incorporan una tecnología que no solo genera unos niveles de eficiencia superiores en el aprovechamiento de la madera y reduce drásticamente su consumo, sino que incorpora un sistema que mitiga la generación de material particulado e impide la dispersión de humo en las viviendas rurales. Adicionalmente, cuentan con un dispositivo que transforma la energía térmica en energía eléctrica suficiente para recargar la batería de los teléfonos celulares en aquellos hogares campesinos que, por su dispersión geográfica, no están conectados
a la red eléctrica. El proyecto se acompaña del establecimiento de bosques de especies maderables, de rápido crecimiento, con el fin de proveer el combustible de las estufas sin tener que deforestar bosques nativos.

A nivel de captura, procesamiento y análisis de datos, el país cuenta con una plataforma digital de autodiagnóstico, desarrollada por la CAEM, en la que empresas de cualquier sector y tamaño pueden registrar y monitorear indicadores de desempeño en consumo de recursos, generación de residuos, emisiones, vertimientos, entre otros aspectos. De esta forma, las organizaciones pueden generar su propia línea base, identificar cuáles son sus puntos críticos y prioridades de abordaje y establecer planes de mejora con indicadores
contrastables en el tiempo. A su vez, la CAEM, obtiene un panorama de la situación del sector empresarial colombiano en materia ambiental, lo que le permite identificar las debilidades y fortalezas y focalizar esfuerzos de política pública y cooperación.

Por su parte, el Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible cuenta desde el 2018 con un Centro de Datos basado en tecnologías de big data que genera, en tiempo real, alertas tempranas por deforestación, que antes se producían cada seis meses y, hasta hace poco, cada tres. Así mismo, cuenta con un aplicativo digital de georreferenciación que consolida la información de siembra de árboles por parte de actores públicos o privados y permite monitorear iniciativas de restauración y reforestación.

A estas iniciativas se le suman los proyectos de reconversión tecnológica en grandes empresas y multinacionales con presencia en el país, la creación de decenas de plantas y parques de energía solar fotovoltaica y eólica, los esfuerzos de producción limpia, las apuestas en reducción del consumo de plástico y la aplicación de soluciones de vanguardia para reemplazar materias primas, sustituir combustibles fósiles y capturar carbono. Acciones que indican que, a pesar de los desafíos que encara, el país avanza en la senda adecuada.

Referencias

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Artículo técnico tomado de la Revista del Consejo Colombiano de Seguridad, Protección & Seguridad No. 400 Noviembre – Diciembre 2021