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La revolución industrial 4.0 y la seguridad y salud en el trabajo: origen y evolución

Por: Yezid Fernando Niño Barrero / Ingeniero Ambiental y Sanitario / Especialista en Higiene y Salud Ocupacional / Magíster en Salud Pública / Candidato a doctor en Ingeniería / Gerente técnico del Consejo Colombiano de Seguridad (CCS). Carlos Bermúdez / Ingeniero de Sistemas / Especialista en Dirección y Gerencia de Proyectos / Docente en Especialización y Pregrado de Gerencia de Proyectos, Gobierno TI, Negociación TI, Gestión de servicios TI y Calidad en desarrollo Tecnológico / Consultor en transformación digital, industria 4.0, innovación y nuevas tecnologías / Gerente de Tecnología e Informática del Consejo Colombiano de Seguridad (CCS). Los avances en ciencia y tecnología han hecho parte de la historia y evolución de la humanidad. La capacidad de dominar el fuego, la invención de la rueda, el desarrollo de la locomotora y, más tarde, la aparición del Internet sumado a un sinfín de avances logrados a través de las generaciones nos ha permitido visibilizar nuestra capacidad y nuestro potencial. No obstante, además de los grandes beneficios que nos presenta la tecnología y las posibilidades de aplicarlas en nuestra vida cotidiana, cada uno de estos desarrollos traen consigo nuevos peligros para los trabajadores y los usuarios. Si se analiza desde la prehistoria, el dominio del fuego y la elaboración de las primeras herramientas pudo generar los primeros accidentes de trabajo: cortaduras, quemaduras y aplastamientos harían parte de las estadísticas de los principales accidentes sufridos por estos trabajadores. Más adelante, la Primera Revolución Industrial provocó cambios en el mercado laboral con la invención de artefactos que sustituyeron algunas de las labores humanas. Por ejemplo, el trabajo manual fue reemplazado por una máquina de vapor, dejando de lado la dependencia del esfuerzo humano. Por su parte, la Segunda Revolución Industrial permitió la producción en masa utilizando energía eléctrica. Gracias a esto, la maquinaria fue cada vez menos voluminosa y funcionó más rápidamente (Badri et al., 2018; Min et al., 2019). Los cambios provocados por estas dos revoluciones también transformaron los accidentes de trabajo y se empezó a evidenciar una mayor cantidad de enfermedades de origen laboral dadas las alteraciones en la forma de trabajar. De hecho, hacia finales del siglo XIX, la exposición a productos químicos (polvos minerales, fibras, metales tóxicos), agentes biológicos (como el bacilo causante del ántrax), infecciones microbianas y radiaciones ionizantes estaba bien documentada. Lo mismo ocurría con respecto a la exposición a peligros físicos derivados de la utilización de maquinaria peligrosa, así como frente a los principales accidentes que tenían lugar en industrias como la minería, la marina mercante y las fábricas pequeñas y atestadas donde se registraban incendios y explosiones (Organización Internacional del Trabajo, 2019b). Más adelante en el tiempo, la implementación de líneas de montaje motorizadas y el desarrollo de la electrónica permitió que la producción se volviera cada vez más automatizada y centrada en el rendimiento, dando origen a la Tercera Revolución Industrial. Con la automatización surgieron oportunidades para optimizar los procesos de fabricación y mejorar la productividad a través del diseño de maquinaria más flexible, ergonómica y segura (Mesi, 2016, citado por Badri et al.,2018). Esta época también incorporó elementos de seguridad en las herramientas, equipos y máquinas, mientras que el desarrollo de la seguridad y la salud en el trabajo empezaba a evidenciar la importancia de la protección de los trabajadores, incorporando en las empresas los sistemas de gestión. El World Economic Forum (2016) señaló que hoy se observa el comienzo de la Cuarta Revolución Industrial en la que resaltan avances en genética, inteligencia artificial, robótica, nanotecnología, impresión 3D y biotecnología, por nombrar solo algunas innovaciones que se están construyendo y amplificando entre sí. Estos elementos sentarán las bases para una revolución más completa y abarcadora que cualquier otra que hayamos visto. Los sistemas inteligentes (hogares, fábricas, granjas, redes o ciudades) ayudarán a abordar problemas que van desde la gestión de la cadena de suministro hasta el cambio climático. Figura 1. Evolución de las revoluciones industriales Se espera que los cambios demográficos y socioeconómicos tengan un impacto casi tan fuerte en los modelos comerciales y las estructuras organizativas como el cambio tecnológico. La aplicación de la tecnología ya ha generado cambios sobre cuándo y dónde se trabaja en prácticamente todas las industrias ya que los lugares de trabajo de la era industrial dan paso a las prácticas laborales de la era digital, incluido el trabajo a distancia, el trabajo flexible y el trabajo a pedido (World Economic Forum, 2016). Se trata de una oportunidad de cambio y de repensar las dinámicas laborales. No en vano, la Organización Internacional del Trabajo (2019a) ha invitado a aprovechar el contexto actual para mejorar la calidad de vida de los trabajadores, ampliar las opciones disponibles, cerrar la brecha de género, revertir los estragos causados por las desigualdades a nivel mundial y mucho más. Finalmente, es importante considerar la velocidad de los cambios y la rapidez con la que, cada vez más, logramos integrarlos en nuestra vida cotidiana. De hecho, hay que considerar que, en promedio, las transformaciones entre la primera, la segunda y la tercera revolución industrial tardaron en ocurrir más de 90 años. Sin embargo, hoy, en medio de la cuarta revolución, las alteraciones apenas han tardado 52 años. Esto impulsaría, incluso, una quinta revolución industrial, que podría no dar el tiempo suficiente para identificar y analizar los efectos y consecuencias de los cambios sobre la seguridad y la salud de los trabajadores. Retos y oportunidades de la industria 4.0 El Banco Interamericano de Desarrollo (Basco et al., 2018) realizó una caracterización de la industria 4.0, encontrando los siguientes aspectos como los más relevantes de esta revolución industrial y sobre los cuales se pueden centrar los principales retos y oportunidades: La revolución 4.0 genera una amalgama ciberfísica que todo lo conecta en tiempo real: máquina-máquina, máquina-producto, producto-personas. Las empresas se integran en redes y colaboran con otros actores del ecosistema estableciendo modelos predictivos a merced de altos niveles de automatización, digitalización y conectividad. La reinvención de la geografía productiva global tiene efectos aún inciertos sobre el comercio

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Seguridad de procesos y accidentes mayores: revisión histórica, contexto colombiano y nueva normatividad

Por Johan Andrés García Meneses / Ingeniero Químico / Magíster en Ingeniería Química / Líder Técnico / Gerencia Técnica CCS. A lo largo de la historia, el ser humano ha desarrollado un instinto primitivo por mantenerse a salvo y protegerse a sí mismo. Tal instinto cobró relevancia y estuvo muy presente desde el siglo XIX, durante la revolución industrial, donde se desarrollaron procesos químicos más complejos que representaban amenazas y actividades peligrosas (Mannan, Chowdhury, & Reyes-Valdez, 2012). De hecho, se tiene registro que la seguridad de procesos nace a principios del siglo XIX con E.I. du Pont en Brandywine River (Delaware, Estados Unidos) en su fábrica de explosivos gracias a su preocupación de “entender los peligros con los que vivimos” (Klein, 2009). A pesar de que la idea de seguridad de procesos está presente desde hace más de 200 años, su desarrollo e implementación no ha sido constante y se ha visto afectada por la ocurrencia de accidentes. Con el objetivo de entender realmente el crecimiento de la seguridad de procesos, Mannan et al. (2012) plantea la división de los incidentes y las iniciativas ocurridas en tres espacios temporales: el primero de ellos, comprendido entre 1930 y 1970; el segundo, entre 1970 y 2000; y el último período comprendido entre el 2000 y el presente. El primer período estuvo enfocado en establecer regulaciones. Besserman y Mentzer (2017) presentan un estudio sobre las regulaciones de la seguridad de procesos a nivel global, resaltando en este primer periodo leyes aprobadas en Estados Unidos como la Ley Walsh-Healey para contratos públicos (1936), la Ley de seguridad de minas de carbón (1952), la Ley de seguridad para metales y no metales (1966) , la Ley de construcción de seguridad (1969) y la Ley de salud de minas de carbón y seguridad (1969). El segundo período estuvo caracterizado por la ocurrencia de algunos de los accidentes más impactantes y trágicos (ver tabla 1). Repasando algunos de los más conocidos y cuyas consecuencias han sido significativas no solo en el impacto a las personas y al medio ambiente, sino que han marcado un punto de inflexión para nueva legislación y generación de conocimiento como se podrá observar a continuación: El primero de junio de 1974, en Flixborough, Inglaterra, en una planta de producción de caprolactama una línea baipás presentó una ruptura resultando en la fuga de casi 40 toneladas de ciclohexano que causó una enorme nube de vapor explosiva.  Este trágico desastre dejó 28 personas fallecidas. No obstante, existió la posibilidad de que se hubieran presentado más de 500 fatalidades si el desastre hubiera ocurrido en un día de trabajo normal, pero ocurrió un fin de semana. Además, el radio de afectación fue de seis millas alrededor de la planta. Esta explosión significó un punto de partida para el avance de la seguridad de procesos en Reino Unido (Mannan, Chowdhury, & Reyes-Valdez, 2012) El 19 de noviembre de 1984, en una instalación de GLP (Gas Licuado del Petróleo) en San Juan Ixhuatepec (zona metropolitana de Ciudad de México), una falla en una válvula de seguridad de un tanque de almacenamiento de GLP causó una sobrepresión dentro del mismo, rompiendo una tubería. Esto condujo a una fuga seguida de violentas explosiones. Aproximadamente 500 personas murieron y más de 700 resultaron heridas. Este accidente representa la larga lista de explosiones BLEVE (acrónimo inglés de «boiling liquid expanding vapour explosion» que traduce explosión de vapores que se expanden al hervir el líquido). Ciudad de México claramente demostró el riesgo de las BLEVE en instalaciones y las lecciones aprendidas de este evento en particular, han impactado significativamente los estándares de diseño y operación (Mannan, Chowdhury, & Reyes-Valdez, 2012). Hasta el 6 de julio de 1988, Piper Alpha, un campo petrolero que se encontraba a unas 120 millas al noreste de Aberdeen, en Escocia, había estado 12 años en servicio y su principal trabajo era procesar petróleo. Esa noche, una serie de cuatro explosiones a causa de una fuga de gas de alta presión dejó un total de 167 muertos (incluyendo dos rescatistas) y la plataforma totalmente destruida (CCPS, 2012). En la madrugada del 3 de diciembre de 1984 en Bhopal, obreros de Union Carbide India Limited UCIL se encontraban realizando un procedimiento de rutina para la limpieza de la planta —más exactamente lavando con agua una tubería—sin tener en cuenta las medidas de seguridad necesarias. De hecho, olvidaron cerrar los tubos para impedir que el agua ingresara a las cisternas. Debido a la presión, partículas de cloruro de sodio fueron arrastradas de los tubos, las cuales, junto con el agua y el Isocianato de Metilo (MIC) reaccionaron generando mucho calor. Con ello aumentó considerablemente la presión dentro de la cisterna E-610 con más de 42 toneladas de MIC, rompiendo las válvulas y produciendo una fuga inevitable. En poco tiempo una nube cubrió el cielo de la planta y el viento la dirigió hacia zonas residenciales de Bhopal. Este gas se descompuso en fosgeno y cianuro, altamente tóxico para los seres vivos (Castrillón, 2015). Tres días después de la tragedia, el panorama era desolador. De acuerdo con Amnistía Internacional, se calculó que entre 7 mil y 10 mil personas murieron en este lapso y otras 570 mil quedaron expuestas a enfermedades crónicas y graves problemas de salud (Chemical Safety and Hazard Investigation Board). El 24 de marzo 1989, el Exxon Valdez encalló en el arrecife Bligh en Prince William Sound. Llevaba 1,2 millones de barriles de petróleo con destino a Washington. Con el accidente se derramaron 257 mil barriles de petróleo, de los que se recuperaron 17.000. Alrededor de 250.000 aves, 2.800 nutrias, 300 focas, 250 águilas calvas, 22 ballenas y millones de salmones murieron a causa del derrame (Ramos, 2004). En este segundo período, las industrias y muchos gobiernos alrededor del mundo fueron forzados a replantear las tecnologías y los sistemas de mantenimiento desde una perspectiva de seguridad de procesos. La explosión de Flixborough motivó la iniciativa del ACMH (Advisory Committe on Major Hazards); además, introdujo la evaluación de

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La revolución tecnológica de la sostenibilidad: oportunidades y desafíos

Por Lizeth Viviana Salamanca Galvis / Comunicadora social con énfasis en periodismo / Magíster en Responsabilidad Social y Sostenibilidad / Líder de comunicaciones del Consejo Colombiano de Seguridad (CCS). Las nuevas tecnologías están adquiriendo un rol esencial en la sostenibilidad. Según la ONU (2017) la tecnología se convierte, cada vez más, en una aliada imprescindible de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) ya que tiene el potencial de acelerar su cumplimiento, interconectar actores y reducir el coste de los procesos y acciones que se requieren para alcanzar las metas trazadas en la Agenda 2030. Para la muestra, el estudio #SMARTer2030 desarrollado por el Global e-Sustainability Initiative (GeSI, 2015) estimó que, al implementar soluciones digitales en distintos sectores de la economía, el total de emisiones globales de dióxido de carbono equivalente (CO2e) podría reducirse en 12 gigatoneladas (Gt) para 2030, por cuenta del uso de tecnologías limpias en los procesos de producción, la incorporación de energías alternativas renovables y biocombustibles, el aprovechamiento más eficiente de recursos, las transformaciones en la logística apoyadas por la digitalización y la virtualización, así como el desarrollo de cadenas de suministro circulares donde la inteligencia artificial y el internet de las cosas adquieren un rol central. Las posibilidades son enormes. Por mencionar algunos ejemplos, el Global Compact (2017) sostiene que tecnologías como el big data y el cloud computing permiten la recolección, el procesamiento y análisis de datos en tiempo real, lo cual facilita la toma de decisiones estratégicas en las organizaciones, así como la medición y el monitoreo permanente del desempeño económico, social y ambiental. En el sector agropecuario, los avances en la agricultura de precisión, el uso de drones y sensores, los sistemas de riego eficiente, el desarrollo de semillas resistentes a la variabilidad climática, la incorporación de maquinaria agrícola inteligente y la implementación de softwares que permiten mapear los cambios actuales y futuros en las precipitaciones, la temperatura, el rendimiento de los cultivos y la salud de las plantas, están ayudando a incrementar el rendimiento y la productividad de los cultivos. En este sentido, las buenas prácticas agrícolas soportadas en la tecnología están aportando a la eficiencia en el consumo de recursos naturales y agentes químicos (Cepal, 2021). De otro lado, el desarrollo de aplicaciones digitales que eliminan intermediarios y conectan a productores con consumidores son una tendencia en aumento que favorece, especialmente, a los pequeños productores. Incluso, de acuerdo con un reciente informe del Banco Mundial (2020) titulado Harvesting Prosperity: technology and productivity growth in agriculture (Cómo cosechar prosperidad: mayor tecnología y productividad en la agricultura), los agricultores de los países en desarrollo deberán aumentar de forma drástica la innovación agrícola y el uso de la tecnología para satisfacer la creciente demanda de alimentos y hacer frente a los efectos adversos del cambio climático. En el tratamiento de aguas residuales, tanto en el sector industrial como en el de servicios públicos, se registran avances en el uso de tecnologías de ósmosis inversa, microfiltración y ultrafiltración; adopción de nanotecnología y desarrollo de biorreactores de membrana (MBR) entra otras innovaciones cuyo auge es cada vez más común en la gestión de vertimientos. De hecho, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) las posibilidades que brinda la cuarta revolución industrial también convergen en el desarrollo de infraestructuras más eficientes de provisión de agua potable. En su reporte Uso de tecnologías de la 4RI en agua y saneamiento en América Latina y el Caribe (2020), el organismo analiza diversos estudios de caso en las que start-ups, empresas y organizaciones de la sociedad civil están utilizando la Inteligencia Artificial, el internet de las cosas, el big data, el blockchain, la realidad virtual y aumentada, así como drones y sensores remotos para analizar flujos hídricos en tiempo real, detectar fugas y desperdicios, clausurar automáticamente sistemas cuando se detectan anomalías, desarrollar medidores inteligentes, monitorear lluvias y sequías, entre otros usos. En esta misma línea, algunas industrias están invirtiendo en automatización, robótica e inteligencia artificial no solo para optimizar la eficiencia de sus procesos y reducir el consumo de recursos y materias primas, sino también para clasificar residuos sólidos, extraer los materiales reciclables de manera más eficiente y reincorporarlos en el ciclo productivo mediante técnicas de separación de compuestos. A su vez, se busca aprovechar los residuos orgánicos en la obtención de nuevas fuentes de energía mediante biodigestores de vanguardia. En el sector manufacturero y alimenticio, algunas innovaciones tecnológicas le apuntan al ecodiseño y a la elaboración de envases y embalajes a partir de plástico reciclado y fibras vegetales, biopolímeros y nanomateriales que adquieren características biodegradables, reciclables e incluso compostables. En cuanto al sector transporte, la movilidad sostenible es uno de los principales retos que encaran las ciudades y en esa perspectiva las tecnologías de vanguardia están jugando un papel fundamental. Aquí destaca el desarrollo de vehículos con motores eléctricos e híbridos, la construcción de electrocorredores, así como la creación de aplicaciones digitales que favorecen el uso compartido del carro, el alquiler de bicicletas y monopatines eléctricos, la planeación eficiente de rutas para disminuir tiempos y ahorrar combustible y el uso eficiente del transporte público. Los impactos de estas transformaciones no son despreciables: según el informe Movilidad eléctrica:oportunidades para Latinoamérica (2019) del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) el despliegue de la movilidad eléctrica en América Latina significaría una disminución aproximada de 1,4 gigatoneladas de CO2 y un ahorro en combustibles cercano a 85.000 millones de dólares para el período 2016-2050. En el ámbito de la construcción, la energía solar y eólica se utiliza cada vez más en las edificaciones sostenibles. Sin embargo, también se están incorporando soluciones tecnológicas centradas en un uso más eficiente del recurso hídrico, la recolección y uso de aguas lluvia y la reutilización de aguas grises, la construcción de jardines verticales y techos verdes que liberan oxígeno y capturan CO2 y el uso de materiales inteligentes que, incluso, tienen la propiedad de autorrepararse, así como de cementos y aceros fabricados medianteprocesos más amigables con el medio ambiente. En este sentido,

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El panorama general de la 5G sobre la salud humana

Por Leidy Liceth Pérez Claros / Enfermera / Especialista en salud ocupacional / Magíster en salud y seguridad en el trabajo / Líder técnica el Consejo Colombiano de Seguridad. A través de la historia, el envío de mensajes y la retroalimentación de información entre emisores y receptores se ha traducido en una de las necesidades básicas del ser humano: la comunicación. En este proceso, las redes para dispositivos móviles se han transformado en uno de los principales canales y han venido evolucionando conforme la tecnología ha dispuesto cambios de generación. Específicamente en Colombia, la Asociación Interamericana de Empresas de Telecomunicaciones (ASIET, 2021) afirma que, cada vez más, se han ido reduciendo los tiempos de incorporación de las nuevas generaciones. En la década de los 90’s apareció la primera generación o G1, caracterizada por el uso de sistemas análogos para transmitir voz con una baja seguridad en las comunicaciones. Más adelante, hacia finales de esa misma década, surgió la segunda generación (G2) la cual permitió la evolución a sistemas digitales que, además de la comunicación por voz, admitía el transporte de datos a baja velocidad, mediante el servicio de mensajes cortos (Short Message Service – SMS). Posteriormente, en 2003, apareció la tercera generación (3G), que evolucionó a velocidades de banda ancha dando paso al uso de la Internet. Una década después, en 2013, surgió la cuarta generación (4G) brindando velocidades mayores que la 3G y adicionando servicios multimedia más avanzados, tales como videollamadas, uso de aplicaciones y plataformas digitales como YouTube, entre otros. Estas tecnologías han continuado en permanente proceso de mejora hasta el punto de que hoy la quinta generación o 5G se encuentra en proceso de estandarización. Este hito representa una revolución tecnológica importante ya que, a la conectividad entre personas permitida por las generaciones anteriores, se le suma la pretensión de conectar también objetos (lo que se ha denominado “Internet de las Cosas”) entre otras tecnologías emergentes que sugieren avances e impactos en los diferentes ámbitos de la vida. En la gráfica 1 se muestra la evolución tecnológica de las redes móviles. Gráfica 1. Evolución tecnológica de los servicios móviles Puntualmente, con respecto a la implementación de la 5G en Colombia, es relevante mencionar que en la actualidad se encuentra en ejecución el Plan 5G, el cual consiste en la realización de pruebas piloto en diferentes puntos del país, toda vez que la transición de la 4G a la 5G (o la coexistencia entre ambas) implica prepararse para las características técnicas, los desafíos de seguridad y privacidad de la información, la infraestructura y los insumos e interfaces, entre otros retos (Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, 2019). Adicional a las consideraciones tecnológicas, la 5G ha traído consigo grandes dudas frente a las implicaciones que pudiese tener sobre la salud. Tal es así que en el mundo se han llevado a cabo diferentes investigaciones con el propósito de evaluar sus posibles efectos adversos, precisamente, por los requerimientos electromagnéticos que involucra esta generación, los cuales están dados por la frecuencia de la emisión, es decir, por la velocidad de las ondas electromagnéticas, ya que, como tal, siguen siendo no ionizantes. Dando alcance a lo anterior, se hace preciso exponer las principales diferencias entre las ondas ionizantes y no ionizantes, partiendo de la definición de radiación, como cualquier proceso en el que la energía emitida por un cuerpo viaja a través de un medio o del espacio, para, finalmente, ser absorbida por otro cuerpo. Según los efectos que produzca sobre la materia, la radiación se clasifica en ionizante o no ionizante (OIT, s. f.). Así, la principal diferencia entre estos tipos de radiación consiste en que la ionizante (que incluye los rayos cósmicos, los rayos X y la radiación de los materiales radiactivos) cuenta con la energía suficiente para eliminar un electrón de una molécula generando su ionización, de tal forma que, en términos prácticos, se genera un cambio estructural en las células, modificando de esta manera el ADN. En cambio, la radiación o ionizante (que incluye el calor radiante, las ondas de radio, las microondas, la radiación de terahercios, la luz infrarroja, la luz visible y la luz ultravioleta) no genera este tipo de afectación. No obstante, tanto las radiaciones ionizantes como las no ionizantes son materia de estudio y seguimiento por parte de diferentes organismos internacionales. Por ejemplo, a lo largo de los años, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha desarrollado una serie de instrumentos de política en materia de protección contra las radiaciones, que incluyen convenios y recomendaciones. Prueba de ello es el Convenio número 115, la Recomendación número 114, repertorios de orientaciones, guías prácticas e informes. Algunos de estos instrumentos y publicaciones se han desarrollado y promovido en colaboración con otras organizaciones internacionales como el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y organismos de profesionales como la Asociación Internacional de Protección Radiológica (IRPA), la Comisión Internacional de Protección Radiológica (ICRP) y la Comisión Internacional de Protección de Radiación no Ionizante (ICNIRP) (OIT, s. f.). De igual forma, desde 1996, la OMS estableció el Proyecto CEM (EMF International Electromagnetic Fields), el cual investiga el impacto en la salud de la exposición a campos eléctricos y magnéticos en un rango de frecuencia de 0 a 300 GHz y ha brindado asesoría a las diferentes autoridades sobre la protección radiológica de los campos electromagnéticos. Así mismo, se han promovido investigaciones relacionadas y se ha desarrollado material de información pública, fomentando el diálogo entre científicos, gobiernos y la ciudadanía en general para aumentar la comprensión en torno a la salud y las comunicaciones móviles (OMS, s. f.). A la fecha, la OMS afirma que, después de muchas investigaciones realizadas, no se ha evidenciado ningún efecto adverso para la salud frente a la exposición a tecnologías inalámbricas. No obstante, aclara que las conclusiones relacionadas con la salud han surgido de estudios realizados en todo el espectro de radio, pero, hasta ahora, solo se han llevado a cabo unos pocos estudios

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Acciones correctivas, preventivas y de mejora en los sistemas de gestión de seguridad, salud en el trabajo y ambiente en el marco del decreto 1072 de 2015 y guía RUC®

Por Nasli Miranda Arandia / Ingeniera industrial / Especialista en Higiene y Salud Ocupacional / Magíster en Sistemas Integrados de Gestión / Profesional de Servicios II del Consejo Colombiano de Seguridad / Auditora RUC®. En el cumplimiento del ciclo de mejoramiento continuo dentro de los sistemas de gestión, la fase de “Actuar” representa un elemento de gran importancia en la eficacia de las actividades. Su adecuada intervención permite contar con acciones efectivas que realmente aporten al desarrollo de los procesos. Figura 1. Fases del proceso PHVA En Colombia, dentro del marco normativo del Decreto 1072 de 2015, a través de su artículo 2.2.4.6.33., se establece como responsabilidad de los empleadores “garantizar que se definan e implementen las acciones preventivas y correctivas necesarias, con base en los resultados de la supervisión y medición de la eficacia del Sistema de Gestión de la Seguridad y Salud en el Trabajo (SG-SST), de las auditorías y de la revisión por la alta dirección” (Ministerio de Trabajo, 2015). Por su parte, la Guía RUC® establece, a través de su numeral 4.3, los parámetros para el establecimiento de acciones correctivas, preventivas y de mejora del sistema de gestión de SST y ambiente. Dado lo anterior, toda empresa debería adelantar un adecuado manejo de las acciones correctivas, preventivas y de mejora en su sistema de gestión. No obstante, el desarrollo de este proceso no solo debe dar cumplimiento a un requisito, sino también aprovechar los beneficios que ofrece esta fase de mejora continua. Cuando existe prevalencia de acciones correctivas frente a las preventivas en el sistema de gestión que, en su gran mayoría, son resultado de los procesos de auditorías, se evidencia una situación reactiva en el sistema de gestión más no preventiva. Por lo tanto, el reto es alcanzar la fase de mejoramiento dentro de un marco preventivo y, a su vez, esto genera un factor diferencial en la gestión de la empresa. En este artículo revisaremos las fuentes mediante las cuales se pueden identificar acciones correctivas, preventivas y de mejora, así como los mecanismos de intervención y las estrategias para que estas acciones realmente aporten valor a las organizaciones y no solamente sean vistas como un registro necesario para presentar en procesos de auditoría. Figura 2. Acciones correctivas, preventivas y de mejora No conformidad Una “no conformidad” se presenta cuando hay un incumplimiento de un requisito, entendiendo por requisito un lineamiento interno o externo que aplica al sistema de gestión: Externo Requisitos legales (leyes, decretos, resoluciones, circulares), requisitos de otra índole como normas o guías acogidas (GuíaRUC®, ISO 14001:2015, ISO 45001:2018) o de requerimientos de partes interesadas (contratos con los clientes y sus anexos, conveniosde cooperación, entre otros). Interno Procedimientos, manuales, instructivos, o lineamientos definidos por la organización. Cuando se presenta una no conformidad, la organización debe implementar acciones correctivas que le permitan eliminar de raíz las causas que generaron la falla. Es común ver que las organizaciones implementen medidas de corrección ante las no conformidades, sin atacar realmente su causa raíz, lo que puede generar que la no conformidad vuelva a presentarse. Grafica 2. Diferencia entre corrección y acción correctiva Para lograr eliminar la causa raíz de una no conformidad se debe implementar una metodología de análisis de causalidad, esto permitirá identificar los problemas reales a intervenir. Fuentes de las cuales se pueden identificar no conformidades Seguimiento al cumplimiento de los objetivos e indicadores de gestión (cuando se evidencia incumplimiento de las metas propuestas). Resultados del proceso de revisión desarrollados por la Dirección. Resultados del proceso de evaluación inicial del SG-SST o de la auto evaluación periódica realizada al mismo. Resultado del proceso de verificación de cumplimiento de los requisitos legales. Resultados de la intervención de los peligros y riesgos priorizados. Resultado de la investigación de los incidentes, accidentes y enfermedades laborales. Resultado de peticiones, quejas o reclamos en cuanto a SSTA. Resultados de las rutinas de inspección y monitoreo de actividades. Ejercicios de auditorías internas y externas. No conformidad potencial Una no conformidad potencial es aquel posible incumplimiento que podría llegar a presentarse dentro de la organización o su sistema de gestión, pero que aún no se ha presentado, ocurrido o materializado. Con el fin de evitar la materialización de una no conformidad, la empresa ebe crear mecanismos que le permitan emprender acciones preventivas frente a la ocurrencia de eventos no deseados identificando anticipadamente esas fallas potenciales. Por ello, una no conformidad potencial dará lugar a una acción preventiva. Para lograr eliminar la causa raíz de una no conformidad potencial se debe implementar una metodología que permita identificar laspotenciales fallas a intervenir. A diferencia de la no conformidad, en una no conformidad potencial la falla no se ha materializado, peroexiste esa fuente latente y potencial que genere el incumplimiento. Por lo tanto, es necesario contar con una metodología que nos permita identificar la raíz de ese potencial fallo y controlarlo. Fuentes de las cuales se pueden identificar no conformidades potenciales Seguimiento al cumplimiento de los objetivos e indicadores de gestión (cuando se evidencia que sus resultados están muy cerca del límite establecido). Resultados del proceso de revisión desarrollado por la Dirección. Resultados del proceso de evaluación inicial del SG-SST o de la auto evaluación periódica realizada al mismo. Ante proyectos de norma o requisitos legales que aún no han entrado en vigencia. Resultados de la intervención de los peligros y riesgos priorizados. Resultado del análisis y seguimiento a los reportes de actos y condiciones inseguras. Resultado de peticiones o comentarios en SSTA. Resultados de las rutinas de inspección y monitoreo de actividades. Ejercicios de auditorías internas y externas. Recomendaciones presentadas por los trabajadores y el Comité Paritario de Seguridad y Salud en el Trabajo o Vigía de Seguridad y Salud en el Trabajo, según corresponda. Resultados de los programas de promoción y prevención en salud. Resultados de mediciones o monitoreo a las condiciones de los ambientes de trabajo. Resultado de los diagnósticos de condiciones de salud. Oportunidad de mejora Las oportunidades de mejora están encaminadas a optimizar el desempeño. Hacen parte de

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Protección financiera frente al riesgo de desastres: un mecanismo para la resiliencia y la sostenibilidad

Por Lizeth Viviana Salamanca Galvis / Comunicadora Social con énfasis en periodismo / Magíster en Responsabilidad Social y Sostenibilidad / Líder de Comunicaciones / Consejo Colombiano de Seguridad (CCS). Colombia es un país que, por su configuración geográfica y ambiental, es altamente vulnerable frente a amenazas de origen natural como los movimientos telúricos, las precipitaciones torrenciales, las inundaciones, los huracanes, los intensos periodos de sequía y los deslizamientos de tierra, entre otros fenómenos, que a lo largo de su historia han afectado su desarrollo económico y social. Las pérdidas de vidas humanas, la destrucción total o parcial de infraestructura pública y privada, la suspensión de operaciones en diversos sectores de la economía durante semanas e, incluso, meses, y la pérdida de cultivos ha generado un grave impacto al presupuesto nacional y al patrimonio de pequeños y grandes empresarios, comerciantes, emprendedores y ciudadanos en las últimas décadas. Para no ir tan lejos, el paso del huracán Iota por el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, en noviembre de 2020, dejó más del 98 % de la infraestructura de la isla de Providencia afectada y 1.134 viviendas destruidas, según la Evaluación de Daños y Análisis de Necesidad realizada días posteriores a la catástrofe por la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD). La emergencia afectó los planes de reactivación económica del archipiélago, en un momento en el que el sector turístico —previamente afectado por la pandemia—, apenas iniciaba su reactivación: una buena proporción de hoteles, restaurantes y comercios de los cuales depende la subsistencia de gran parte de los isleños se vio gravemente afectada. Así mismo, el Gobierno Nacional estimó que los recursos necesarios para mitigar esta emergencia superarían los 82 mil millones de pesos. Lo anterior demuestra que el riesgo de desastres puede afectar, desde el punto de vista macroeconómico, la sostenibilidad fiscal de los Estados. A su vez, impacta el patrimonio de las micro, pequeñas, medianas y grandes empresas en una región o país, que pueden ver amenazada su continuidad dependiendo de la gravedad de las pérdidas generadas por el desastre y de la capacidad económica con la que cuentan para afrontar una emergencia y llevar a cabo la reposición o reconstrucción posdesastre. De ahí la importancia que adquiere el aseguramiento en la gestión del riesgo de desastres pues permite contar con una protección financiera con el fin de disminuir la vulnerabilidad fiscal de un territorio u organización y aumentar su nivel de resiliencia. Así, tal y como lo establece la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), se trata de mecanismos o instrumentos financieros de retención intencional o transferencia del riesgo que se establecen en forma ex ante con el fin de acceder de manera ex post a recursos económicos oportunos para la atención de la emergencia y la recuperación. No en vano, el decreto 2157 de 2017, “por medio del cual se adoptan directrices generales para la elaboración del plan de gestión del riesgo de desastres de las entidades públicas y privadas”, menciona la protección financiera en su numeral 2.3 como el conjunto de “instrumentos del mercado financiero suscritos de manera anticipada para disponer de recursos económicos, una vez se materialice el riesgo, para cubrir el costo de los daños y la recuperación” y establece que “la entidad responsable deberá suscribir coberturas financieras que le permitan atender los impactos ante la ocurrencia de un desastre ya sea por el ejercicio de la actividad propia o por aquellos eventos de origen natural que la afecten directamente o al entorno acorde con las ofertas que para ello ofrezca el mercado financiero”. Dada la importancia que adquieren estos mecanismos, máxime en un escenario en el que los fenómenos de variabilidad climática se hace sentir con mayor intensidad, hablamos con Carlos Alberto Varela Rojas, vicepresidente Técnico de la Federación de Aseguradores Colombianos (Fasecolda) para que nos contara sobre los avances, perspectivas y desafíos que tiene el sector asegurador frente a la gestión del riesgo de desastres y por qué las organizaciones, sin importar su tamaño, sector o naturaleza deben empezar a considerar la protección financiera como un asunto de carácter estratégico en su planeación y operación. Carlos Alberto Varela Rojas, Ingeniero civil de la Universidad del Valle. Magíster en Ingeniería Civil de la Universidad de los Andes. Especialista en seguros y seguridad social de la Universidad de La Sabana. MBA en administración con énfasis en finanzas y gerencia del riesgo. Experto en reaseguramiento, pérdidas por sismos y transferencias del riesgo de desastres. Vicepresidente técnico de la Federación de Aseguradores Colombianos (Fasecolda). CCS: La gestión del riesgo comprende diversos aspectos. Una de estos es la transferencia del riesgo. ¿Cómo se está abordando actualmente la protección financiera frente a los riesgos de desastres desde el sector asegurador? Carlos Varela, vicepresidente técnico de Fasecolda: El riesgo de desastres no ha sido ajeno al sector asegurador. Por su naturaleza catastrófica, las compañías de seguros y reaseguros han venido estudiando continuamente este tipo de riesgos desde hace varias décadas, mejorado las metodologías para su adecuada medición y posterior tarifación previo a la expedición de las pólizas. Uno de los riesgos catastróficos más relevantes para el país es el de sismo. Después del terremoto del eje cafetero, tanto las compañías de seguros como el supervisor y regulador financiero, acometieron la tarea de mejorar los esquemas de protección y aseguramiento contra este riesgo. Después de un trabajo de casi dos décadas, a partir del 2019, las aseguradoras realizan modelaciones probabilísticas de las pérdidas por sismo, utilizando softwares de avanzada que contienen información de la amenaza sísmica regional y local, así como datos sobre las características físicas de las edificaciones presentes en el país. La información específica que las compañías han venido recopilando de todos y cada uno de los bienes inmuebles asegurados, ha repercutido no sólo en el abordaje de los terremotos sino en la cobertura por inundación, vientos huracanados y movimientos en masa. Hoy el sector cuenta con información de los bienes asegurados, en un nivel de detalle que hace tan

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Trabajo y cáncer. Medidas de prevención y afrontamiento de la enfermedad en el entorno laboral

Por Leidy Liceth Pérez Claros / Enfermera / Especialista en salud ocupacional / Magíster en salud y seguridad en el trabajo / Líder técnica del Consejo Colombiano de Seguridad (CCS). El cáncer es una enfermedad crónica no transmisible de interés para la salud pública por su gran impacto de morbi-mortalidad a nivel mundial. Como tal, el término «cáncer» se designa a un amplio grupo de enfermedades que pueden afectar cualquier parte del organismo (Organización Mundial de la Salud, 2021). Por lo tanto, cada tipo de cáncer (según el órgano que afecte) puede diferir de las demás tipologías. Sin embargo, a grandes rasgos, se podría afirmar que el común denominador de estos procesos patológicos es la transformación de las células normales por células tumorales, con la capacidad de multiplicarse y diseminarse. Esta patología cada día cobra mayor importancia, ya que es una de las causas principales de muerte en el mundo. Tan solo para el 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que unas 10 millones de personas murieron por esta enfermedad siendo los tres tipos de cáncer más frecuentes el de mama (2,26 millones de casos); el pulmonar (2,21 millones de defunciones) y el colorrectal (1,93 millones de fallecimientos) (Organización Mundial de la Salud, 2021). Incluso, frente a este panorama, las proyecciones no son alentadoras: según afirma el Instituto Nacional del Cáncer de EE. UU., se calcula que, en 2040, el número de casos nuevos detectados de cáncer aumentará a 29,5 millones por año, mientras que el número de muertes por esta causa se incrementará en 16,4 millones (Instituto Nacional del Cáncer, 2020). Frente a las cifras, en Colombia se encuentra que, desde que se dio inicio al registro de la información de las personas diagnosticadas con esta enfermedad y atendidas en el marco del Sistema General de Salud (establecido mediante la Resolución 0247 de 2014), se reportaron 139.789 casos en el país, cifra que ha ascendido a 347.745 personas para el 2020 con algún tipo de cáncer. Así mismo, se afirma que, en este mismo periodo, el número de casos nuevos reportados fue de 42.893 y se informaron 27.300 fallecimientos (Fondo Colombiano de Enfermedades de Alto Costo, 2021). Enfermar de cáncer Adicionalmente al proceso fisiopatológico desencadenado por el cáncer y desde una perspectiva integral, esta condición afecta de forma negativa las diferentes dimensiones del ser humano, situación que se agudiza cuando las personas que padecen esta enfermedad, en ocasiones, son condicionadas con la “etiqueta” de enfermedad terminal, lo cual puede conducir a que el paciente diagnosticado, se autocondene a una pena de muerte (si así pudiese denominarse) sin ni siquiera conocer detalles del proceso, tales como el tipo y etapa del cáncer o el tratamiento y alternativas de intervención. Lo que sí es una realidad es que las consecuencias de padecer cáncer tienen manifestaciones de diferente índole en el plano individual con la presentación de problemas o, incluso, trastornos mentales que incorporan desde ansiedad, angustia y pánico hasta depresión, entre otros. Así mismo, las afectaciones físicas dan lugar a procesos de profundo dolor, diagnósticos y tratamientos prologados, con la necesidad de requerir amplios periodos de ausentismo y, con ello, cambios en las dinámicas sociales, laborales y familiares. Desde una visión más global, se encuentra el impacto social con la disminución de la calidad de vida y los costos asociados a las prestaciones tanto de salud como económicas del Sistema General de Seguridad Social (SGSS). Sumado a lo anterior, el cáncer es una enfermedad catalogada de alto costo, lo que se traduce, infortunadamente, en barreras administrativas a las que se ven enfrentados los pacientes y sus familias para acceder de manera oportuna a los servicios de salud. Esto, pese a la creación de la cuenta de alto costo por parte del gobierno, precisamente, para aunar esfuerzos de algunos actores del SGSS y garantizar una gestión solidaria y adecuada. Por su parte, a nivel laboral, esta enfermedad, independientemente de su origen, bien sea laboral o de origen común, afecta de forma directa a las empresas, a través de una disminución de la productividad, aumento en los días perdidos, reasignación de la operación, requerimientos de rehabilitación y reubicación laboral, entre otros. El cáncer y el trabajo Una de las principales características del cáncer es la multicausalidad ya que, frente a su etiología, se ha determinado que su aparición está dada por la interacción entre diferentes factores que abarcan desde los aspectos individuales (genéticos) hasta factores externos (la exposición a agentes carcinógenos). En este punto, el trabajo adquiere un papel definitivo ya que estos factores externos pueden estar presentes en los entornos laborales, a través de peligros cancerígenos de tipo físicos, químicos y biológicos. Dicha multicausalidad, sumada al tiempo que puede tardar en manifestarse alguna sintomatología sugestiva o relacionada con el cáncer, ha conllevado a un subregistro de eventos de origen laboral. Lo anterior representa un gran problema porque da lugar a intervenciones tardías y dificultades en la definición de origen de la enfermedad. Sin embargo, en Colombia, pese al posible subregistro, en el Decreto 1477 de 20141 se encuentran, a la fecha, varios tipos de cáncer incluidos en la tabla de enfermedades laborales, que, aunque no se establecieron dentro del grupo de enfermedades directas, en caso de demostrar relación causal de índole ocupacional, podrían determinarse como “de origen laboral”. En la tabla 1 se enlistan los tipos de afectaciones incluidas y los agentes etiológicos relacionados. Por otra parte, desde la literatura científica se ha documentado evidencia sobre la relación causal entre los carcinógenos ocupacionales y el cáncer de pulmón, vejiga, laringe y piel, así como la leucemia y el cáncer nasofaríngeo (Organización Internacional del Trabajo, 2021). Tabla 1. Tipos de cáncer incluidos en el grupo II de la tabla de enfermedades laborales En concordancia con esto, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) afirma que, entre los cánceres que afectan a las personas, el cáncer de origen laboral es completamente prevenible siempre que se tomen medidas adecuadas para evitar la exposición de los trabajadores a los agentes carcinogénicos en el

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ISO 45003, nueva herramienta para la gestión del riesgo psicosocial en las organizaciones

Por Lizeth Viviana Salamanca Galvis / Comunicadora Social con énfasis en periodismo / Magíster en Responsabilidad Social y Sostenibilidad / Líder de Comunicaciones del Consejo Colombiano de Seguridad (CCS). Así como el trabajo es beneficioso para la salud mental porque permite a las personas trazarse objetivos, cumplir propósitos, relacionarse con otros y mantenerse productivas, a su vez, puede convertirse en un factor de riesgo si el entorno en el que este se desarrolla es adverso. Esto último, según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2019) se asocia comúnmente a políticas inadecuadas de seguridad y protección de la salud, prácticas ineficientes de gestión y comunicación, labores o tareas que no se adaptan a las competencias del trabajador, bajos niveles de apoyo, cargas excesivas de trabajo, largas jornadas laborales y estilos de liderazgo que propician el acoso, el maltrato y/o la intimidación, entre otros. También inciden aspectos como la incertidumbre frente a los contratos laborales, la preocupación constante por perder el empleo, la reducción de beneficios y las bajas retribuciones económicas. El resultado: los trabajadores que se ven expuestos a estas condiciones suelen padecer estrés, fatiga y desmotivación laboral, entre otros síntomas, lo que les termina ocasionando problemas físicos y psicológicos como ansiedad y depresión. Tales efectos generan impactos negativos para las empresas que van desde el incremento del absentismo, la pérdida de productividad y la alta rotación del personal hasta incrementos en las tasas de accidentalidad y fatalidades como consecuencia del descenso en los niveles de atención y concentración de los colaboradores. Así lo advierte la OMS en sus estudios, cuyos indicadores revelan, además, que las pérdidas en productividad a causa de trastornos mentales como la depresión y la ansiedad le cuestan a la economía mundial hasta un billón de dólares anuales. Esta problemática no es ajena a Colombia. Desde el 2007, las encuestas nacionales de condiciones de salud y trabajo realizadas por el Ministerio del Trabajo vienen evidenciando que dos de cada tres trabajadores han manifestado estar expuestos a factores de riesgo psicosociales durante su jornada laboral y que, entre un 20 % y un 33 %, manifestaron sentir altos niveles de estrés1. Incluso, datos más recientes señalan que, durante la pandemia, el 14,3 % de los colombianos encuestados admitió haber padecido sobrecarga laboral con respecto a su rutina diaria previa al inicio de la crisis sanitaria, tal y como lo reveló la Encuesta Pulso Social del Dane desarrollada a mediados de 2021. De hecho, con relación al teletrabajo y a las medidas de trabajo remoto adoptadas por muchos sectores económicos antes y durante la emergencia ocasionada por la COVID-19, la OMS señala que los trabajadores en casa están expuestos a riesgos psicosociales específicos, como el aislamiento, los límites difusos entre el trabajo y la familia, un mayor riesgo de sufrir violencias y la sobrecarga de labores domésticas, entre otros. Por su parte, en la guía denominada ‘Gestión de los riesgos psicosociales relacionados con el trabajo durante la pandemia de COVID-19’, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) instó a los empleadores a proteger la salud mental de sus trabajadores y a integrar este aspecto en los Sistemas de Gestión de la Seguridad y Salud en el trabajo (SG-SST), en los planes de preparación y respuesta ante situaciones de emergencia y en los planes de reincorporación al trabajo, en el marco de la reactivación económica actual. Como respuesta a este escenario, un año después, el pasado 8 de junio de 2021, la Organización Internacional de Normalización (ISO, por sus siglas en inglés) publicó la ISO 45003:2021 ‘Gestión de la Salud y seguridad psicológica en el trabajo – Directrices para la gestión de riesgos psicosociales’, la primera norma internacional que brinda a empresas y organizaciones de todo tipo orientaciones sobre la identificación y gestión de riesgos psicosociales dentro de un sistema de gestión de seguridad y salud en el trabajo. Para conocer su contenido, propósito y alcance, hablamos con Susana Romero, experta en sistemas de gestión de bienestar y empresa saludable, quien hace parte de la junta directiva de la Asociación de Especialistas en Prevención y Salud Laboral (AEPSAL) e integrante el Movimiento Internacional Excelencia y Salud Empresarial y Sostenibilidad (MIESES). De acuerdo con Romero, los riesgos psicosociales son uno de los mayores desafíos que enfrentan hoy por hoy las organizaciones paragarantizar la salud, la seguridad y el bienestar de todos sus colaboradores “Estos riesgos configuran una de las partes más complejas deanalizar en el Sistema de Gestión de Seguridad y Salud en el Trabajo no solo porque involucra un gran carga personal e íntima sino porque también es uno de los factores más críticos si tenemos en cuenta que fácilmente puede originar un accidente físico”, explica la experta. Si bien la ISO 45003 llega a integrar la familia de normas ISO 45001, no es certificable como sí lo es la 45001:2018. Esto se debe a que esta nueva guía brinda pautas y directrices sobre los riesgos psicosociales en el ámbito laboral convirtiéndose en un complemento perfecto para desarrollar una gestión integral de la seguridad y la salud en el trabajo. “Así, lo ideal es que aquellas empresas que estén trabajando en la certificación de la norma ISO 45001 de 2018 o en su actualización yadaptación, se apoyen en esta guía la cual les permitirá llegar al detalle del análisis, la gestión, la planificación de acciones y el monitoreo de los riesgos psicosociales que tienen un impacto en el desempeño del SG-SST”, sugiere Romero. No obstante, desde su experiencia de más de 20 años en este campo, afirma que la gestión de los riesgos psicosociales se ha transformado en un talón de Aquiles para las organizaciones. La dificultad para identificarlos y abordarlos reside, en su opinión, en un común denominador que caracteriza a este tipo de riesgos: su carácter intangible. “Suelen ser factores invisibilizados pues dependen de la percepción particular de las personas y de la organización en su conjunto. En cambio — continúa la especialista— si un trabajador sube una escalera yo sé que existe una posibilidad de que

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La Economía Circular en el ámbito hospitalario, un reto por alcanzar

Por Leidy Liceth Pérez Claros / Enfermera / Especialista en salud ocupacional / Magíster en salud y seguridad en el trabajo / Líder técnica del CCS Bogotá, Colombia. Durante décadas el holismo en el sector salud ha sido un propósito en el marco de la prestación de un servicio humanizado para individuos y colectivos. No obstante, al parecer esta doctrina se hace lejana en otros procesos fundamentales como es el caso de la sostenibilidad, precisamente, por la dificultad de migrar de un modelo de producción y consumo lineal a un modelo holístico o renovador, denominado como economía circular. De hecho, la naturaleza misma del sector salud se convierte en una de las principales dificultades para realizar esta migración pues se caracteriza por la utilización de insumos e instrumentos limpios y/o estériles de un solo uso o, incluso, “intento de uso” —cuando se presenta la contaminación por error del producto y debe descartarse antes de ser utilizado con el paciente—. Entre otros aspectos, este procedimiento busca dar alcance a protocolos estrictos que apuntan a buenas prácticas de seguridad del paciente, minimizando la propagación de infecciones asociadas a la prestación del servicio o las denominadas infecciones nosocomiales. Adicional a lo anterior, se debe resaltar que los residuos hospitalarios constituyen un peligro para los trabajadores de la salud y para la población en general. Estos pueden generar, entre otras afectaciones, quemaduras por radiación, heridas por objeto punzocortante, intoxicaciones y contaminación por liberación al medio de productos farmacéuticos (en particular antibióticos y fármacos citotóxicos) e intoxicaciones y contaminación por aguas residuales. Así mismo, existen otros posibles riesgos infecciosos, como la propagación de microorganismos farmacorresistentes tras su liberación al medio ambiente originada en establecimientos sanitarios (OMS, 2018). Los residuos hospitalarios pueden ser de diversa índole. En la tabla 1 se relacionan los tipos de residuos hospitalarios que han sido clasificados por la Organización Mundial de la Salud (OMS): Tabla 1. Tipos de residuo hospitalario En Colombia, la gestión de estos residuos está regulada por normas del nivel nacional, mediante las cuales se han clasificado estos residuos y se han puntualizado acciones específicas para algunos de estos, como lo es el “aprovechamiento y reciclaje de residuos de bolsas o recipientes que han contenido soluciones para uso intravenoso, intraperitoneal y en hemodiálisis, generados en las actividadesde atención de salud”. A continuación, se presenta un compilado de las normas aplicables en el país para este tipo de desechos: Tabla 2. Normatividad colombiana de residuos hospitalarios y similares Norma Título Tanto las definiciones de residuos como la normatividad aquí citada son fundamentales ya que, dependiendo de la clasificación, se determina su manejo. Por su parte, los residuos peligrosos son aquellos que pueden ser infecciosos, tóxicos o radiactivos y, en el proceso final de estos, se procede, en la mayoría de los casos, a la incineración, la inactivación o disposición en celdas de seguridad.Sin embargo, si se incineran materiales que no se prestan a este tipo de tratamiento, se liberan a la atmósfera agentes contaminantes, así como cenizas residuales. Por otra parte, si se someten a incineración productos que contienen cloro, estos pueden liberar dioxinas y furanos, sustancias que son cancerígenas para el ser humano y que han sido asociadas a diversos efectos perjudiciales para la salud. A su vez, la incineración de metales pesados o productos con alto contenido metálico (en particular, de plomo, mercurio y cadmio) puede provocar la dispersión en el medio de metales tóxicos (OMS, 2018). Una problemática reportada por la OMS es el proceso de incineración innecesario para residuos que no son peligrosos. De hecho, se calcula que, de todos los residuos generados por las actividades de atención sanitaria, aproximadamente un 85 % son residuos comunes y solo el 15 % serían material peligroso (OMS, 2018) siendo este un punto crucial que dificulta practicas sostenibles. El papel del ámbito hospitalario en la circularidad económica del país Específicamente en Colombia se ha venido implementando un modelo de Economía Circular, el cual incluye el Sistema de Información de Economía Circular (SIEC) que semestralmente reporta el estado por actividad económica. Por su parte, las actividades equivalentes al trabajo hospitalario incluidas en el SIEC son las actividades de atención de la salud humana y de servicios sociales, incorporadas en la etiqueta de la actividad económica denominada: administración pública y defensa. Al revisar el desempeño, según los indicadores establecidos para analizar el nivel de circularidad económica, se encuentran cuatro componentes: la extracción de activos ambientales; la producción de bienes y servicios; el consumo y uso; y el cierre y optimización en los ciclos de vida de los materiales y productos, aclarando que estos componentes agrupan 23 indicadores. Concretamente, al validar el desempeño de la actividad económica de la administración pública y defensa en el último informe publicado por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) se destaca que esta actividad ocupa el primer lugar en el indicador del uso de agua distribuida por actividad económica, representando el 37 % del total del consumo del recurso hídrico a nivel nacional, equivalente a 274,17 millones de metros cúbicos (Departamento Administrativo Nacional de Estadística, 2020). Por otra parte, frente al indicador de la intensidad hídrica, se evidencia nuevamente que la administración pública y defensa ocupa el primer lugar, siendo la actividad económica más intensiva en el uso de agua con un consumo de 2.178 metros cúbicos de agua por cada mil millones de pesos generados de valor agregado. Lo expuesto anteriormente, muestra los altos parámetros de consumo por parte del ámbito hospitalario, cobrando mayor importancia, al recordar la dificultad que se presenta para implementar un modelo de economía circular. Una mirada al panorama internacional El panorama expuesto hasta este punto no difiere de lo reportado en la literatura. Fletcher et al. realizaron una revisión sistemática en bases de datos científicas para identificar estrategias nuevas y existentes para la gestión de residuos plásticos generados por hospitales. Los resultados mostraron que las estrategias predominantes de gestión de residuos fueron la eliminación en vertederos y la incineración y el reciclaje. Mientras tanto, estrategias alternativas incluyeron

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Prevenir la generación de residuos y gestionarlos como nuevos materiales, claves para transitar hacia la economía circular

Por Lizeth Viviana Salamanca Galvis / Comunicadora Social con énfasis en periodismo / Magíster en Responsabilidad Social Empresarial / Líder de Comunicaciones / Consejo Colombiano de Seguridad (CCS). El aprovechamiento de los residuos sólidos en Colombia presenta serias difi cultades. Por un lado, la falta de estándares de compostaje, el escaso conocimiento sobre la producción y aplicación de abono y biogás de calidad y las bajas tarifas de compra, hacen que sea mucho más eficiente y económico llevar a los vertederos las más de 9 mil toneladas de residuos orgánicos que se producen diariamente en el país en lugar de recuperarlos. Por otro lado, el sector de los residuos y la economía circular está subfi nanciado. A pesar de los esfuerzos desarrollados en los últimos años por el Gobierno Nacional, el país todavía carece de sufi cientes instrumentos fi nancieros para estimular las inversiones. A esto se le suma que, en algunos sectores como el de la construcción, hay poco conocimiento sobre cómo cerrar el ciclo de los materiales, comenzando por el ecodiseño. Estos son algunos de los hallazgos identifi cados por el capítulo ‘Informe de país sobre gestión de residuos: Colombia’, que hace parte del estudio ‘Oportunidades de negocio para los Países Bajos en el sector de la economía circular y residuos en ocho países de América Latina’, desarrollado por olland Circular Hotspot, una plataforma público-privada en la que empresas, institutos de conocimiento y autoridades gubernamentales promueven la colaboración internacional y el intercambio de conocimientos sobre la economía circular holandesa. El documento fue lanzado durante el primer semestre de este año e identifi ca el estado actual de la gestión de residuos, el marco regulatorio y los desafíos que enfrentan Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá y Perú al tiempo que establece coincidencias con las necesidades y demandas del mercado holandés. Por ejemplo, para el caso colombiano, se estima que las empresas holandesas podrían intervenir y proporcionar tecnología y soluciones de infraestructura para la producción de compost y biogás, entre otras oportunidades. “Colombia va muy bien en comparación con otros países de América Latina: la recolección de residuos está en un 98 %, ya casi no existen botaderos a cielo abierto y la gran mayoría de residuos llega a un relleno sanitario. Es un avance muy grande en los últimos 20 años. Ahora, el país tiene que dar el siguiente paso y es transitar de la recolección al aprovechamiento, dejar de pensar en construir más rellenos y empezar a trabajar en la valorización de los desechos en la cadena de valor. El siguiente nivel es la economía circular”, sostiene Linda Breukers, directora de Holland House Waste Window y una de las investigadoras del citado estudio. De nacionalidad holandesa, esta experta en manejo de residuos y economía circular fue asesora del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia en el diseño de la Estrategia Nacional de Economía Circular (ENEC), especialmente, en la línea de empaques y envases. También ha colaborado en varios proyectos de impacto ambiental con gobiernos locales y entidades gremiales como la Andi. Actualmente, es consultora de empresas privadas para la gestión de residuos sólidos y, a través de su organización, Holland House Waste Window, promueve la cooperación sostenible entre los gobiernos, las empresas y las instituciones de investigación de Holanda y Colombia, en el sector de residuos sólidos y aguas residuales. De la prevención a la creación de nuevos modelos de negocio Para Breukers, el primer paso para transitar hacia la economía circular es la prevención, es decir, evitar la generación de residuos innecesarios como el plástico de un solo uso, por mencionar un ejemplo. Este salto lo acaba de dar el “viejo continente” con la entrada en vigor, hace unas semanas, de la ‘Directiva Europea sobre Plásticos de un solo Uso’ que obliga a los países miembro a aplicar una serie de medidas contra los plásticos desechables, entre ellas, su prohibición. No obstante, Breukers reconoce que llegar a este punto implica abordar una serie de confl ictos con la industria. Muestra de ello fueron las complejas e intensas negociaciones que tuvieron que surtir los gobiernos europeos con sus sectores productivos. “Sabemos que cambiar los plásticos de un solo uso por otros materiales reutilizables o biodegradables signifi ca también que vamos a quitar el ingreso de una empresa. Incluso, hoy las empresas de aseo tienen un modelo de negocio establecido en el que lo más rentable es el relleno sanitario. Entonces, si vamos a transitar hacia la economía circular, tenemos que pensar en esas empresas ¿qué va a pasar con todos los empleos que generan?, ¿qué va a pasar con las inversiones que hicieron en los últimos 20 años?, ¿cómo gestionamos sus intereses que también son legítimos?, ¿cómo les ayudamos a transformar sus modelos de negocio?, ¿qué va a pasar con los recicladores? Hay que analizar cómo logramos construir un modelo económico realmente inclusivo”, señala la experta. En este sentido, Breukers resalta el rol del Gobierno Nacional, el cual debe generar las políticas públicas y los incentivos adecuados para que las empresas y el mercado se sumen y, lo más importante, se preparen para el cambio, empiecen a transformar sus esquemas de operación y adopten innovaciones. Desde su perspectiva, no se trata de cambiar el modelo de un día para otro sino de ir haciendo cambios graduales y progresivos. Por eso el tránsito hacia una economía circular es un proyecto a largo plazo que debe contar con metas bien claras y concretas, plazos prudentes, planes de implementación y responsables de llevar a cabo las actividades establecidas. “Es necesario comprender que la economía circular no es un capricho de unos ambientalistas, no es un tema netamente ambiental. Es un modelo económico y, por eso, no debe ser un asunto tan solo del Ministerio de Ambiente, sino que aquí se tiene que involucrar el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, así como el Ministerio de Hacienda en el diseño de incentivos económicos para hacer que el material reciclado sea más interesante y atractivo que la

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