Sostenibilidad Ambiental

La revolución tecnológica de la sostenibilidad: oportunidades y desafíos

Por Lizeth Viviana Salamanca Galvis / Comunicadora social con énfasis en periodismo / Magíster en Responsabilidad Social y Sostenibilidad / Líder de comunicaciones del Consejo Colombiano de Seguridad (CCS). Las nuevas tecnologías están adquiriendo un rol esencial en la sostenibilidad. Según la ONU (2017) la tecnología se convierte, cada vez más, en una aliada imprescindible de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) ya que tiene el potencial de acelerar su cumplimiento, interconectar actores y reducir el coste de los procesos y acciones que se requieren para alcanzar las metas trazadas en la Agenda 2030. Para la muestra, el estudio #SMARTer2030 desarrollado por el Global e-Sustainability Initiative (GeSI, 2015) estimó que, al implementar soluciones digitales en distintos sectores de la economía, el total de emisiones globales de dióxido de carbono equivalente (CO2e) podría reducirse en 12 gigatoneladas (Gt) para 2030, por cuenta del uso de tecnologías limpias en los procesos de producción, la incorporación de energías alternativas renovables y biocombustibles, el aprovechamiento más eficiente de recursos, las transformaciones en la logística apoyadas por la digitalización y la virtualización, así como el desarrollo de cadenas de suministro circulares donde la inteligencia artificial y el internet de las cosas adquieren un rol central. Las posibilidades son enormes. Por mencionar algunos ejemplos, el Global Compact (2017) sostiene que tecnologías como el big data y el cloud computing permiten la recolección, el procesamiento y análisis de datos en tiempo real, lo cual facilita la toma de decisiones estratégicas en las organizaciones, así como la medición y el monitoreo permanente del desempeño económico, social y ambiental. En el sector agropecuario, los avances en la agricultura de precisión, el uso de drones y sensores, los sistemas de riego eficiente, el desarrollo de semillas resistentes a la variabilidad climática, la incorporación de maquinaria agrícola inteligente y la implementación de softwares que permiten mapear los cambios actuales y futuros en las precipitaciones, la temperatura, el rendimiento de los cultivos y la salud de las plantas, están ayudando a incrementar el rendimiento y la productividad de los cultivos. En este sentido, las buenas prácticas agrícolas soportadas en la tecnología están aportando a la eficiencia en el consumo de recursos naturales y agentes químicos (Cepal, 2021). De otro lado, el desarrollo de aplicaciones digitales que eliminan intermediarios y conectan a productores con consumidores son una tendencia en aumento que favorece, especialmente, a los pequeños productores. Incluso, de acuerdo con un reciente informe del Banco Mundial (2020) titulado Harvesting Prosperity: technology and productivity growth in agriculture (Cómo cosechar prosperidad: mayor tecnología y productividad en la agricultura), los agricultores de los países en desarrollo deberán aumentar de forma drástica la innovación agrícola y el uso de la tecnología para satisfacer la creciente demanda de alimentos y hacer frente a los efectos adversos del cambio climático. En el tratamiento de aguas residuales, tanto en el sector industrial como en el de servicios públicos, se registran avances en el uso de tecnologías de ósmosis inversa, microfiltración y ultrafiltración; adopción de nanotecnología y desarrollo de biorreactores de membrana (MBR) entra otras innovaciones cuyo auge es cada vez más común en la gestión de vertimientos. De hecho, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) las posibilidades que brinda la cuarta revolución industrial también convergen en el desarrollo de infraestructuras más eficientes de provisión de agua potable. En su reporte Uso de tecnologías de la 4RI en agua y saneamiento en América Latina y el Caribe (2020), el organismo analiza diversos estudios de caso en las que start-ups, empresas y organizaciones de la sociedad civil están utilizando la Inteligencia Artificial, el internet de las cosas, el big data, el blockchain, la realidad virtual y aumentada, así como drones y sensores remotos para analizar flujos hídricos en tiempo real, detectar fugas y desperdicios, clausurar automáticamente sistemas cuando se detectan anomalías, desarrollar medidores inteligentes, monitorear lluvias y sequías, entre otros usos. En esta misma línea, algunas industrias están invirtiendo en automatización, robótica e inteligencia artificial no solo para optimizar la eficiencia de sus procesos y reducir el consumo de recursos y materias primas, sino también para clasificar residuos sólidos, extraer los materiales reciclables de manera más eficiente y reincorporarlos en el ciclo productivo mediante técnicas de separación de compuestos. A su vez, se busca aprovechar los residuos orgánicos en la obtención de nuevas fuentes de energía mediante biodigestores de vanguardia. En el sector manufacturero y alimenticio, algunas innovaciones tecnológicas le apuntan al ecodiseño y a la elaboración de envases y embalajes a partir de plástico reciclado y fibras vegetales, biopolímeros y nanomateriales que adquieren características biodegradables, reciclables e incluso compostables. En cuanto al sector transporte, la movilidad sostenible es uno de los principales retos que encaran las ciudades y en esa perspectiva las tecnologías de vanguardia están jugando un papel fundamental. Aquí destaca el desarrollo de vehículos con motores eléctricos e híbridos, la construcción de electrocorredores, así como la creación de aplicaciones digitales que favorecen el uso compartido del carro, el alquiler de bicicletas y monopatines eléctricos, la planeación eficiente de rutas para disminuir tiempos y ahorrar combustible y el uso eficiente del transporte público. Los impactos de estas transformaciones no son despreciables: según el informe Movilidad eléctrica:oportunidades para Latinoamérica (2019) del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) el despliegue de la movilidad eléctrica en América Latina significaría una disminución aproximada de 1,4 gigatoneladas de CO2 y un ahorro en combustibles cercano a 85.000 millones de dólares para el período 2016-2050. En el ámbito de la construcción, la energía solar y eólica se utiliza cada vez más en las edificaciones sostenibles. Sin embargo, también se están incorporando soluciones tecnológicas centradas en un uso más eficiente del recurso hídrico, la recolección y uso de aguas lluvia y la reutilización de aguas grises, la construcción de jardines verticales y techos verdes que liberan oxígeno y capturan CO2 y el uso de materiales inteligentes que, incluso, tienen la propiedad de autorrepararse, así como de cementos y aceros fabricados medianteprocesos más amigables con el medio ambiente. En este sentido,

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Protección financiera frente al riesgo de desastres: un mecanismo para la resiliencia y la sostenibilidad

Por Lizeth Viviana Salamanca Galvis / Comunicadora Social con énfasis en periodismo / Magíster en Responsabilidad Social y Sostenibilidad / Líder de Comunicaciones / Consejo Colombiano de Seguridad (CCS). Colombia es un país que, por su configuración geográfica y ambiental, es altamente vulnerable frente a amenazas de origen natural como los movimientos telúricos, las precipitaciones torrenciales, las inundaciones, los huracanes, los intensos periodos de sequía y los deslizamientos de tierra, entre otros fenómenos, que a lo largo de su historia han afectado su desarrollo económico y social. Las pérdidas de vidas humanas, la destrucción total o parcial de infraestructura pública y privada, la suspensión de operaciones en diversos sectores de la economía durante semanas e, incluso, meses, y la pérdida de cultivos ha generado un grave impacto al presupuesto nacional y al patrimonio de pequeños y grandes empresarios, comerciantes, emprendedores y ciudadanos en las últimas décadas. Para no ir tan lejos, el paso del huracán Iota por el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, en noviembre de 2020, dejó más del 98 % de la infraestructura de la isla de Providencia afectada y 1.134 viviendas destruidas, según la Evaluación de Daños y Análisis de Necesidad realizada días posteriores a la catástrofe por la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD). La emergencia afectó los planes de reactivación económica del archipiélago, en un momento en el que el sector turístico —previamente afectado por la pandemia—, apenas iniciaba su reactivación: una buena proporción de hoteles, restaurantes y comercios de los cuales depende la subsistencia de gran parte de los isleños se vio gravemente afectada. Así mismo, el Gobierno Nacional estimó que los recursos necesarios para mitigar esta emergencia superarían los 82 mil millones de pesos. Lo anterior demuestra que el riesgo de desastres puede afectar, desde el punto de vista macroeconómico, la sostenibilidad fiscal de los Estados. A su vez, impacta el patrimonio de las micro, pequeñas, medianas y grandes empresas en una región o país, que pueden ver amenazada su continuidad dependiendo de la gravedad de las pérdidas generadas por el desastre y de la capacidad económica con la que cuentan para afrontar una emergencia y llevar a cabo la reposición o reconstrucción posdesastre. De ahí la importancia que adquiere el aseguramiento en la gestión del riesgo de desastres pues permite contar con una protección financiera con el fin de disminuir la vulnerabilidad fiscal de un territorio u organización y aumentar su nivel de resiliencia. Así, tal y como lo establece la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), se trata de mecanismos o instrumentos financieros de retención intencional o transferencia del riesgo que se establecen en forma ex ante con el fin de acceder de manera ex post a recursos económicos oportunos para la atención de la emergencia y la recuperación. No en vano, el decreto 2157 de 2017, “por medio del cual se adoptan directrices generales para la elaboración del plan de gestión del riesgo de desastres de las entidades públicas y privadas”, menciona la protección financiera en su numeral 2.3 como el conjunto de “instrumentos del mercado financiero suscritos de manera anticipada para disponer de recursos económicos, una vez se materialice el riesgo, para cubrir el costo de los daños y la recuperación” y establece que “la entidad responsable deberá suscribir coberturas financieras que le permitan atender los impactos ante la ocurrencia de un desastre ya sea por el ejercicio de la actividad propia o por aquellos eventos de origen natural que la afecten directamente o al entorno acorde con las ofertas que para ello ofrezca el mercado financiero”. Dada la importancia que adquieren estos mecanismos, máxime en un escenario en el que los fenómenos de variabilidad climática se hace sentir con mayor intensidad, hablamos con Carlos Alberto Varela Rojas, vicepresidente Técnico de la Federación de Aseguradores Colombianos (Fasecolda) para que nos contara sobre los avances, perspectivas y desafíos que tiene el sector asegurador frente a la gestión del riesgo de desastres y por qué las organizaciones, sin importar su tamaño, sector o naturaleza deben empezar a considerar la protección financiera como un asunto de carácter estratégico en su planeación y operación. Carlos Alberto Varela Rojas, Ingeniero civil de la Universidad del Valle. Magíster en Ingeniería Civil de la Universidad de los Andes. Especialista en seguros y seguridad social de la Universidad de La Sabana. MBA en administración con énfasis en finanzas y gerencia del riesgo. Experto en reaseguramiento, pérdidas por sismos y transferencias del riesgo de desastres. Vicepresidente técnico de la Federación de Aseguradores Colombianos (Fasecolda). CCS: La gestión del riesgo comprende diversos aspectos. Una de estos es la transferencia del riesgo. ¿Cómo se está abordando actualmente la protección financiera frente a los riesgos de desastres desde el sector asegurador? Carlos Varela, vicepresidente técnico de Fasecolda: El riesgo de desastres no ha sido ajeno al sector asegurador. Por su naturaleza catastrófica, las compañías de seguros y reaseguros han venido estudiando continuamente este tipo de riesgos desde hace varias décadas, mejorado las metodologías para su adecuada medición y posterior tarifación previo a la expedición de las pólizas. Uno de los riesgos catastróficos más relevantes para el país es el de sismo. Después del terremoto del eje cafetero, tanto las compañías de seguros como el supervisor y regulador financiero, acometieron la tarea de mejorar los esquemas de protección y aseguramiento contra este riesgo. Después de un trabajo de casi dos décadas, a partir del 2019, las aseguradoras realizan modelaciones probabilísticas de las pérdidas por sismo, utilizando softwares de avanzada que contienen información de la amenaza sísmica regional y local, así como datos sobre las características físicas de las edificaciones presentes en el país. La información específica que las compañías han venido recopilando de todos y cada uno de los bienes inmuebles asegurados, ha repercutido no sólo en el abordaje de los terremotos sino en la cobertura por inundación, vientos huracanados y movimientos en masa. Hoy el sector cuenta con información de los bienes asegurados, en un nivel de detalle que hace tan

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La Economía Circular en el ámbito hospitalario, un reto por alcanzar

Por Leidy Liceth Pérez Claros / Enfermera / Especialista en salud ocupacional / Magíster en salud y seguridad en el trabajo / Líder técnica del CCS Bogotá, Colombia. Durante décadas el holismo en el sector salud ha sido un propósito en el marco de la prestación de un servicio humanizado para individuos y colectivos. No obstante, al parecer esta doctrina se hace lejana en otros procesos fundamentales como es el caso de la sostenibilidad, precisamente, por la dificultad de migrar de un modelo de producción y consumo lineal a un modelo holístico o renovador, denominado como economía circular. De hecho, la naturaleza misma del sector salud se convierte en una de las principales dificultades para realizar esta migración pues se caracteriza por la utilización de insumos e instrumentos limpios y/o estériles de un solo uso o, incluso, “intento de uso” —cuando se presenta la contaminación por error del producto y debe descartarse antes de ser utilizado con el paciente—. Entre otros aspectos, este procedimiento busca dar alcance a protocolos estrictos que apuntan a buenas prácticas de seguridad del paciente, minimizando la propagación de infecciones asociadas a la prestación del servicio o las denominadas infecciones nosocomiales. Adicional a lo anterior, se debe resaltar que los residuos hospitalarios constituyen un peligro para los trabajadores de la salud y para la población en general. Estos pueden generar, entre otras afectaciones, quemaduras por radiación, heridas por objeto punzocortante, intoxicaciones y contaminación por liberación al medio de productos farmacéuticos (en particular antibióticos y fármacos citotóxicos) e intoxicaciones y contaminación por aguas residuales. Así mismo, existen otros posibles riesgos infecciosos, como la propagación de microorganismos farmacorresistentes tras su liberación al medio ambiente originada en establecimientos sanitarios (OMS, 2018). Los residuos hospitalarios pueden ser de diversa índole. En la tabla 1 se relacionan los tipos de residuos hospitalarios que han sido clasificados por la Organización Mundial de la Salud (OMS): Tabla 1. Tipos de residuo hospitalario En Colombia, la gestión de estos residuos está regulada por normas del nivel nacional, mediante las cuales se han clasificado estos residuos y se han puntualizado acciones específicas para algunos de estos, como lo es el “aprovechamiento y reciclaje de residuos de bolsas o recipientes que han contenido soluciones para uso intravenoso, intraperitoneal y en hemodiálisis, generados en las actividadesde atención de salud”. A continuación, se presenta un compilado de las normas aplicables en el país para este tipo de desechos: Tabla 2. Normatividad colombiana de residuos hospitalarios y similares Norma Título Tanto las definiciones de residuos como la normatividad aquí citada son fundamentales ya que, dependiendo de la clasificación, se determina su manejo. Por su parte, los residuos peligrosos son aquellos que pueden ser infecciosos, tóxicos o radiactivos y, en el proceso final de estos, se procede, en la mayoría de los casos, a la incineración, la inactivación o disposición en celdas de seguridad.Sin embargo, si se incineran materiales que no se prestan a este tipo de tratamiento, se liberan a la atmósfera agentes contaminantes, así como cenizas residuales. Por otra parte, si se someten a incineración productos que contienen cloro, estos pueden liberar dioxinas y furanos, sustancias que son cancerígenas para el ser humano y que han sido asociadas a diversos efectos perjudiciales para la salud. A su vez, la incineración de metales pesados o productos con alto contenido metálico (en particular, de plomo, mercurio y cadmio) puede provocar la dispersión en el medio de metales tóxicos (OMS, 2018). Una problemática reportada por la OMS es el proceso de incineración innecesario para residuos que no son peligrosos. De hecho, se calcula que, de todos los residuos generados por las actividades de atención sanitaria, aproximadamente un 85 % son residuos comunes y solo el 15 % serían material peligroso (OMS, 2018) siendo este un punto crucial que dificulta practicas sostenibles. El papel del ámbito hospitalario en la circularidad económica del país Específicamente en Colombia se ha venido implementando un modelo de Economía Circular, el cual incluye el Sistema de Información de Economía Circular (SIEC) que semestralmente reporta el estado por actividad económica. Por su parte, las actividades equivalentes al trabajo hospitalario incluidas en el SIEC son las actividades de atención de la salud humana y de servicios sociales, incorporadas en la etiqueta de la actividad económica denominada: administración pública y defensa. Al revisar el desempeño, según los indicadores establecidos para analizar el nivel de circularidad económica, se encuentran cuatro componentes: la extracción de activos ambientales; la producción de bienes y servicios; el consumo y uso; y el cierre y optimización en los ciclos de vida de los materiales y productos, aclarando que estos componentes agrupan 23 indicadores. Concretamente, al validar el desempeño de la actividad económica de la administración pública y defensa en el último informe publicado por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) se destaca que esta actividad ocupa el primer lugar en el indicador del uso de agua distribuida por actividad económica, representando el 37 % del total del consumo del recurso hídrico a nivel nacional, equivalente a 274,17 millones de metros cúbicos (Departamento Administrativo Nacional de Estadística, 2020). Por otra parte, frente al indicador de la intensidad hídrica, se evidencia nuevamente que la administración pública y defensa ocupa el primer lugar, siendo la actividad económica más intensiva en el uso de agua con un consumo de 2.178 metros cúbicos de agua por cada mil millones de pesos generados de valor agregado. Lo expuesto anteriormente, muestra los altos parámetros de consumo por parte del ámbito hospitalario, cobrando mayor importancia, al recordar la dificultad que se presenta para implementar un modelo de economía circular. Una mirada al panorama internacional El panorama expuesto hasta este punto no difiere de lo reportado en la literatura. Fletcher et al. realizaron una revisión sistemática en bases de datos científicas para identificar estrategias nuevas y existentes para la gestión de residuos plásticos generados por hospitales. Los resultados mostraron que las estrategias predominantes de gestión de residuos fueron la eliminación en vertederos y la incineración y el reciclaje. Mientras tanto, estrategias alternativas incluyeron

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Prevenir la generación de residuos y gestionarlos como nuevos materiales, claves para transitar hacia la economía circular

Por Lizeth Viviana Salamanca Galvis / Comunicadora Social con énfasis en periodismo / Magíster en Responsabilidad Social Empresarial / Líder de Comunicaciones / Consejo Colombiano de Seguridad (CCS). El aprovechamiento de los residuos sólidos en Colombia presenta serias difi cultades. Por un lado, la falta de estándares de compostaje, el escaso conocimiento sobre la producción y aplicación de abono y biogás de calidad y las bajas tarifas de compra, hacen que sea mucho más eficiente y económico llevar a los vertederos las más de 9 mil toneladas de residuos orgánicos que se producen diariamente en el país en lugar de recuperarlos. Por otro lado, el sector de los residuos y la economía circular está subfi nanciado. A pesar de los esfuerzos desarrollados en los últimos años por el Gobierno Nacional, el país todavía carece de sufi cientes instrumentos fi nancieros para estimular las inversiones. A esto se le suma que, en algunos sectores como el de la construcción, hay poco conocimiento sobre cómo cerrar el ciclo de los materiales, comenzando por el ecodiseño. Estos son algunos de los hallazgos identifi cados por el capítulo ‘Informe de país sobre gestión de residuos: Colombia’, que hace parte del estudio ‘Oportunidades de negocio para los Países Bajos en el sector de la economía circular y residuos en ocho países de América Latina’, desarrollado por olland Circular Hotspot, una plataforma público-privada en la que empresas, institutos de conocimiento y autoridades gubernamentales promueven la colaboración internacional y el intercambio de conocimientos sobre la economía circular holandesa. El documento fue lanzado durante el primer semestre de este año e identifi ca el estado actual de la gestión de residuos, el marco regulatorio y los desafíos que enfrentan Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá y Perú al tiempo que establece coincidencias con las necesidades y demandas del mercado holandés. Por ejemplo, para el caso colombiano, se estima que las empresas holandesas podrían intervenir y proporcionar tecnología y soluciones de infraestructura para la producción de compost y biogás, entre otras oportunidades. “Colombia va muy bien en comparación con otros países de América Latina: la recolección de residuos está en un 98 %, ya casi no existen botaderos a cielo abierto y la gran mayoría de residuos llega a un relleno sanitario. Es un avance muy grande en los últimos 20 años. Ahora, el país tiene que dar el siguiente paso y es transitar de la recolección al aprovechamiento, dejar de pensar en construir más rellenos y empezar a trabajar en la valorización de los desechos en la cadena de valor. El siguiente nivel es la economía circular”, sostiene Linda Breukers, directora de Holland House Waste Window y una de las investigadoras del citado estudio. De nacionalidad holandesa, esta experta en manejo de residuos y economía circular fue asesora del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia en el diseño de la Estrategia Nacional de Economía Circular (ENEC), especialmente, en la línea de empaques y envases. También ha colaborado en varios proyectos de impacto ambiental con gobiernos locales y entidades gremiales como la Andi. Actualmente, es consultora de empresas privadas para la gestión de residuos sólidos y, a través de su organización, Holland House Waste Window, promueve la cooperación sostenible entre los gobiernos, las empresas y las instituciones de investigación de Holanda y Colombia, en el sector de residuos sólidos y aguas residuales. De la prevención a la creación de nuevos modelos de negocio Para Breukers, el primer paso para transitar hacia la economía circular es la prevención, es decir, evitar la generación de residuos innecesarios como el plástico de un solo uso, por mencionar un ejemplo. Este salto lo acaba de dar el “viejo continente” con la entrada en vigor, hace unas semanas, de la ‘Directiva Europea sobre Plásticos de un solo Uso’ que obliga a los países miembro a aplicar una serie de medidas contra los plásticos desechables, entre ellas, su prohibición. No obstante, Breukers reconoce que llegar a este punto implica abordar una serie de confl ictos con la industria. Muestra de ello fueron las complejas e intensas negociaciones que tuvieron que surtir los gobiernos europeos con sus sectores productivos. “Sabemos que cambiar los plásticos de un solo uso por otros materiales reutilizables o biodegradables signifi ca también que vamos a quitar el ingreso de una empresa. Incluso, hoy las empresas de aseo tienen un modelo de negocio establecido en el que lo más rentable es el relleno sanitario. Entonces, si vamos a transitar hacia la economía circular, tenemos que pensar en esas empresas ¿qué va a pasar con todos los empleos que generan?, ¿qué va a pasar con las inversiones que hicieron en los últimos 20 años?, ¿cómo gestionamos sus intereses que también son legítimos?, ¿cómo les ayudamos a transformar sus modelos de negocio?, ¿qué va a pasar con los recicladores? Hay que analizar cómo logramos construir un modelo económico realmente inclusivo”, señala la experta. En este sentido, Breukers resalta el rol del Gobierno Nacional, el cual debe generar las políticas públicas y los incentivos adecuados para que las empresas y el mercado se sumen y, lo más importante, se preparen para el cambio, empiecen a transformar sus esquemas de operación y adopten innovaciones. Desde su perspectiva, no se trata de cambiar el modelo de un día para otro sino de ir haciendo cambios graduales y progresivos. Por eso el tránsito hacia una economía circular es un proyecto a largo plazo que debe contar con metas bien claras y concretas, plazos prudentes, planes de implementación y responsables de llevar a cabo las actividades establecidas. “Es necesario comprender que la economía circular no es un capricho de unos ambientalistas, no es un tema netamente ambiental. Es un modelo económico y, por eso, no debe ser un asunto tan solo del Ministerio de Ambiente, sino que aquí se tiene que involucrar el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, así como el Ministerio de Hacienda en el diseño de incentivos económicos para hacer que el material reciclado sea más interesante y atractivo que la

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Química sostenible: la vía para lograr el cumplimiento de los ODS

Por Daniel Arturo Quiroga Vargas / Ingeniero Químico / Especialista en Gerencia en Salud Ocupacional / Estudiante Maestría en Salud y Seguridad en el Trabajo/ Líder Técnico del Consejo Colombiano de Seguridad (CCS) / Enero 2020. Introducción En el año 1987, la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, creada en 1983 por la Organización de las Naciones Unidas, presentó ante la Asamblea General de dicha entidad el informe denominado «Nuestro Futuro Común», que también es conocido como «Informe Brundtland»,debido a que la política y ex primera ministra noruega, Gro Harlem Brundtland, presidió tal Comisión (Bermejo, 2014). El informe conceptualizó que: “está en manos de la humanidad hacer que el desarrollo sea sostenible, duradero, o sea, asegurar que satisfaga las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las propias” (Organización de las Naciones Unidas [ONU], 1987, p.23). El desarrollo duradero o sostenible, como se visualizó en el Informe Brundtland: «No es un estado de armonía fijo, sino un proceso de cambio por el que la explotación de los recursos, la dirección de las inversiones, la orientación de los progresos tecnológicos y la modificación de las institucionesse vuelven acordes con las necesidades presentes tan bien como con las futuras. No pretendemos afirmar que este proceso sea fácil o sencillo (ONU, 1987, p.24).» En los años 80, cuando el medio ambiente empezaba a captar la atención mundial, la pobreza era catalogada como la causa y efecto de los problemas ambientales (degradación ambiental, extinción de especies de fauna y flora). En las dos primeras décadas del Siglo XXI, además de la pobreza hay otras problemáticas globales de inequidad que enfrenta la humanidad, relacionadas con los derechos humanos, la migración y los refugiados y la igualdad de género (Gunawan, Permatasari & Tilt, 2019). Es por esto que, el día 25 de septiembre de 2015, en el marco de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, los líderes mundiales adoptaron un conjunto de 17 «Objetivos de Desarrollo Sostenible – ODS», con 169 metas asociadas, a alcanzar durante un periodo de 15 años, entre el 2016 y el 2030; para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos como parte de una nueva agenda global (ONU, 2015). La agenda es ambiciosa, lo cual se patentiza en las necesidades globales de inversión para el cumplimiento de los ODS, que de acuerdo con estimaciones de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo UNCTAD, están por el orden de USD $ 5-7 billones anuales(aproximadamente 7-9% del PIB Mundial) hasta el año 2030. Este paradigma de cumplimiento de los ODS, asegurar el futuro de la humanidad y potenciar la satisfacción presente de las necesidades y deseos humanos esenciales dentro de los límites ecológicos y de recursos del planeta, es muy relevante para la industria química global (Blum et al., 2017), un negocio de USD $ 4 billones que se extiende a todos los sectores de la economía y emplea directamente a más de siete millones de personas e, indirectamente a más de 20 millones (International Council of Chemical Associations [ICCA], 2017). Dado que la química se halla en el nivel molecular, es necesariamente relevante en una amplia gama de temáticas, que incluyen la salud, el bienestar, el agua limpia, la producción de alimentos, y la preservación de ecosistemas, entre otros (Anastas & Zimmerman, 2018). En concordancia con lo anterior, Anastas (2003) plantea que la sostenibilidad de la humanidad puede alcanzarse si la química fundamental, como base energética de nuestra sociedad y de nuestra economía, sufre transformaciones que le permitan proveer soluciones saludables en lugar de productos tóxicos, partiendo de materias primas renovables y no de fuentes agotables, y restaurando el ambiente antes que coadyuvando a su degradación. La química verde El primer enfoque sistemático de química alineada con la sostenibilidad fue introducido en el año 1991 por Anastas y Warner y se denominó «química verde». La definición acuñada por estos investigadores es la siguiente: “la química verde es el diseño de productos químicos y procesos que reduzcan o eliminen el uso y la generación de sustancias peligrosas” (Anastas & Warner, 1998). Los principios de la química verde constituyen un marco de lo que haría que un producto o proceso químico sea más ecológico (American Chemical Society [ACS], 2020), y son presentados a continuación de acuerdo con el trabajo publicado por Anastas y Warner (1998): Prevención: Es mejor prevenir el residuo que tratar o limpiar el residuo después de que se haya creado. Economía del átomo: Los métodos sintéticos deben diseñarse para maximizar la incorporación en el producto final de todos los materiales utilizados en el proceso. Síntesis de productos químicos menos peligrosos: Siempre que sea posible, los métodos sintéticos deben diseñarse para usar y generar sustancias que posean poca o ninguna toxicidad para la salud humana y el medio ambiente. Diseño de productos químicos más seguros: Los productos químicos deben diseñarse para preservar la eficacia de su función, mientras se reduce su toxicidad. Solventes y auxiliares más seguros: El uso de sustancias auxiliares (solventes, agentes de separación, etc.) debe evitarse siempre que sea posible, y sus efectos deben ser inocuos cuando se usan. Diseño con eficiencia energética: Los requisitos de energía deben ser reconocidos de acuerdo con sus impactos ambientales y económicos y deben minimizarse. Los métodos sintéticos deben desarrollarse a temperatura y presión ambiente. Uso de materias primas renovables: Una materia prima debe ser renovable en lugar de tratarse de una fuente agotable, siempre que sea técnica y económicamente posible. Reducción de derivados: La derivación innecesaria (uso de grupos de bloqueo, protección / desprotección, modificación temporal de procesos físicos / químicos) debe minimizarse o evitarse si es posible, porque tales pasos requieren reactivos adicionales y pueden generar residuos. Catálisis: Los reactivos catalíticos (tan selectivos como sea posible) son superiores a los reactivos estequiométricos. Diseño para la degradación: Los productos químicos deben diseñarse de modo que al final de su función se descompongan en productos de degradación inocuos que no persistan

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Ideas para celebrar una Navidad (y un año nuevo) sostenible

Por Lizeth Viviana Salamanca Galvis / Comunicadora social con énfasis en periodismo / Magíster en Responsabilidad Social y  Sostenibilidad / Líder de comunicaciones del Consejo Colombiano de Seguridad (CCS). En diciembre, mes de reuniones familiares, novenas de aguinaldos, Navidad y fiestas de fin de año. Un mes que es sinónimo de compartir con los seres queridos y de poner en práctica la bondad y la generosidad: dar y recibir parece ser la fórmula especial de la temporada. Pero el espíritu navideño también suele tener un sabor amargo, al menos para el planeta. La época favorece un mayor consumo de bienes y servicios, las compras se disparan y con ellas nuestra huella ambiental. Para hacernos una idea del impacto que la Navidad genera sobre el medio ambiente, la ONU (2018) estima que, en algunos países, la producción de residuos plásticos aumenta entre un 25 y un 30 % durante diciembre, debido a los envoltorios de los regalos, las tarjetas, los embalajes de alimentos, l uso de vasos, platos y cubiertos desechables y los juguetes y adornos navideños que terminan en los basureros. A esto hay que sumarle las cientos de toneladas de comida que se desperdician anualmente durante estas fechas. “En algunas zonas del mundo, estas fiestas se han convertido en sinónimo de comer en exceso y, frecuentemente, en desperdicio de alimentos”, advierte la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, 2020). A su vez, un estudio realizado en 2020 por la iniciativa Too Good To Go (un movimiento internacional contra el desperdicio de alimentos) en colaboración con la Fundación Ebro Foods, de España, evidenció que mantener los típicos excesos propios de las fiestas decembrinas conlleva a que un 20 % de la comida que se prepara acabe en la basura siendo la cena de Nochebuena la que más sobras genera. Ni qué decir del consumo eléctrico. Tan solo en Colombia, la firma Raddar, experta en conocimiento y análisis sobre el  comportamiento del consumidor, ha desarrollado investigaciones que demuestran que en diciembre el consumo de energía en el país se incrementa hasta en un 22 % por cuenta de la iluminación navideña. La misma firma ha encontrado que los gastos de los hogares colombianos en el último mes del año registran un aumento considerable en comparación con el periodo enero-noviembre debido a la llamada “canasta de Navidad”, que incluye gastos en regalos, celebraciones, cenas, licores y turismo. En este sentido, los indicadores señalan que, en promedio, los hogares colombianos gastaron 20,8 billones de pesos para celebrar la Navidad en 2020, lo que significa un promedio de 1’356.527 pesos por hogar y cerca de 445.000 por persona. Esto, pese a la contracción económica generada por la pandemia. Más allá del impacto al bolsillo hay que analizar el efecto que estas compras navideñas generarán a corto, mediano y largo plazo: miles de prendas de vestir y accesorios, adornos, juguetes y residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) que terminarán en botaderos porque fueron reemplazados o sencillamente porque ya no son útiles o no gustan tanto como cuando fueron adquiridos. Considerando lo anterior, vale la pena apostar por una Navidad más responsable y sostenible, una celebración en la que la esencia se mantenga, pero se modifiquen algunos hábitos y costumbres que le pasan factura al planeta. Ese sería, al final, el mejor regalo que le podemos dar este año a nuestro hogar común. Decoración consciente: Reciclar está de moda y es absolutamente necesario, ¿por qué no hacerlo con la decoración navideña? No se requiere renovarla año tras año. Basta algo de creatividad para que los mismos adornos luzcan diferentes en cada ocasión. Por ejemplo, ¿sabías que los árboles de Navidad sintéticos pueden usarse hasta por 12 años? A la hora de comprar la decoración elige artículos durables que puedas reutilizar en cada Navidad. Prefiere aquellos elaborados con maderas certificadas, barro, cerámica y materiales que se puedan reciclar o biodegradar al final de su vida útil. También puedes elaborar tus propios adornos con materiales reciclables. En internet existe toda una variedad de tutoriales para crear manualidades a partir de corchos, residuos de madera, envases plásticos, frutos secos, telas, etc. En cuanto a la iluminación, lo ideal es elegir bombillas ahorradoras y versiones que incorporan paneles solares. A ello hay que sumarle un uso responsable de las mismas, como evitar dejarlas encendidas por largos periodos de tiempo o toda la noche. Así mismo, es importante no sobrecargar árboles, ventanales y fachadas ya que estos consumos desmedidos son los responsables del incremento de la huella de carbono. Si los adornos eléctricos requieren pilas para su funcionamiento, es preferible optar por aquellos cuyas baterías sean recargables y usarlos con mesura. Al momento de armar pesebres se recomienda evitar el uso de biodiversidad nativa como musgo, heno y otras plantas, cuya extracción de sus ecosistemas termina afectando el ciclo natural de los mismos. Tip extra: Planifica tus compras e intenta realizarlas con anterioridad. Algunos estudios demuestran que las compras impulsivas, de última  hora, le salen caras al bolsillo y al medio ambiente. Obsequios “eco-friendly” (aplica para Navidad, reyes magos y cumpleaños) Si de detalles se trata, nada mejor que regalar una experiencia. Una caminata ecológica, un plan para descubrir una reserva natural, un paseo por una finca agroturística, un bono para sembrar un árbol, son algunas opciones que no solo pueden caerle muy bien al destinatario del regalo sino también a las comunidades locales que los ofrecen. Si el obsequio es físico, en primer lugar, piensa muy bien en la utilidad que se le dará al mismo y en los gustos del receptor. No regales por regalar porque, seguramente, terminará en la basura. Elige productos de marcas sostenibles y responsables con el medioambiente o apoya emprendedores, artesanos y comercios locales. Recuerda que las compras internacionales, que viajan miles de kilómetros para llegar a su destino, tienen una huella de carbono muchísimo más alta. Intenta que los productos no contengan elementos contaminantes o cuyo porcentaje de plástico, por ejemplo, sea mínimo. En este sentido,

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Cadenas de suministro y encadenamientos productivos: su importancia en la economía circular

Cadenas de suministro y encadenamientos productivos: su importancia en la economía circular

Por Jacqueline Mesa Sierra / Ingeniera Forestal / Especialista en Gestión Medioambiental / Magíster en Salud y Seguridad en el Trabajo / Líder técnica / Consejo Colombiano de Seguridad (CCS). Los modelos de producción industrial se han mantenido históricamente como procesos lineales de consumo de recursos que siguen un patrón de «tomar, fabricar, desechar» de manera tal que, aún hoy, las empresas continúan extrayendo recursos para fabricar productos que, luego, el consumidor va a descartar. En otras palabras, la humanidad ha dependido durante mucho tiempo de sistemas económicos lineales, dando lugar a desechos en cantidades y formas sin precedentes que el medio ambiente no es capaz de metabolizar (Salvador, y otros, 2021). Para el año 2010, de acuerdo con la Fundación Ellen MacArthur, ingresaron a la economía aproximadamente 65.000 millones de toneladas de materias primas y, para 2020, se esperaba que la cifra ascendiera a unos 85.000 millones de toneladas. Lo anterior evidencia que cualquier sistema basado en el consumo más que en el uso reparador de recursos no renovables conlleva a importantes pérdidas de valor y a efectos negativos a lo largo de la cadena (Ellen MacArthur Foundation, 2013). El sistema lineal no solo revela problemas a nivel ambiental. Actualmente, muchas compañías han evidenciado que este sistema lineal aumenta la exposición a diferentes riesgos como el incremento y la volatilidad de los precios de los recursos (valores menos predecibles), cambios en la oferta1, interrupciones en el suministro, alta competencia y demanda, aumento de los costos de extracción, aumento de las emisiones, escasez de agua, aumento de los precios de la energía, aumento de la población y del consumo2 que posiblemente no logrará compensarse. Por lo tanto, este modelo lineal está alcanzando el límite: las mejoras en la efi ciencia no son sufi cientes para ser competitivos, la productividad agrícola decrece y existe un riesgo inminente en relación con la seguridad alimentaria ligada a las súper optimizadas cadenas de suministro (Ellen MacArthur Foundation, 2014). Entre tanto, la economía circular es una combinación de sistemas de producción-consumo que maximiza los servicios de producción de manera sostenible, sin violar las tasas de reproducción natural, mientras utiliza fl ujos de materiales cíclicos y fuentes de energía renovable (Korhonen et al., 2018, citado por Stefanos, Efstratios, & Styliani, 2021). Las estrategias de negocio de la economía circular tienen como objetivo cerrar baches que pueden tener los materiales, reducir el uso de materias primas, reutilizar o re-manufacturar productos y reciclar productos y materiales. Pasar a la economía circular significa rediseñar productos y procesos para que el uso y el desperdicio de materias primas se eliminen o minimicen en el sistema de producción y posconsumo. Así, los patrones de consumo circulares pueden reemplazar los actuales patrones lineales, desligando el crecimiento económico de los impactos ambientales y reorientando a las empresas manufactureras a la prestación de servicios en lugar de la producción de productos (Clyde, Sherwyn, & Eric, 2021). Una economía circular es un sistema industrial restaurador o regenerativo por intención y por diseño. Sustituye el concepto de “caducidad” por el de “restauración” y se inclina hacia el uso de energías renovables basándose en tres principios fundamentales: primero, el diseño para evitar el residuo; segundo, la utilización de componentes consumibles y duraderos; y tercero, el uso de energía renovable (Ellen MacArthur Foundation, 2014). Una de las principales barreras que existen en la implementación de la economía circular es el hecho de que, año tras año, se incluyen nuevos aditivos en los productos lo que dificulta el proceso de circularidad. De acuerdo con la Fundación Ellen MacArthur, las fórmulas de los materiales son la clave para iniciar el cambio. Es necesario inclinarse hacia la unifi cación o consolidación de los materiales de tal manera que se facilite la separación y los residuos resulten de calidades aceptables para ingresar nuevamente al proceso productivo. De hecho, la misma fundación sostiene que existen unos materiales clave con los cuales se puede empezar a demostrar la real efectividad de la economía circular y dar gran impulso por parte de varios actores. En la Tabla 1 se describen algunas de dichas categorías clave. Tabla 1. Categorías de materiales primordiales candidatos para demostrar viabilidad de circularidad Fuente: Elaboración propia basado en (Ellen MacArthur Foundation, 2014) De igual manera, otra de las unidades clave sobre las cuales se debe enfatizar en la economía circular son las cadenas de suministro y encadenamientos productivos, que requieren la eliminación de barreras como la dispersión geográfi ca, la complejidad de los materiales y lograr el sentido inverso, es decir, cerrar el círculo. Cadenas de suministro y encadenamientos productivos locales y globales Las cadenas de suministro circulares ya están en funcionamiento y se han vuelto globales, de tal manera que se espera que las oportunidades mejoren a medida que las materias primas aumenten el valor y los ciclos inversos disminuyan los costos de establecimiento, apoyados en avances tecnológicos que permiten la efi ciencia de la logística en ambos sentidos: de avance y retrocesos (Ellen MacArthur Foundation, 2014). De la misma manera, en las cadenas de suministro insertas en la economía circular los consumidores son eslabones clave puesto que, en el modelo, son vistos no solo como “el objetivo principal de la cadena de suministro del producto”, sino también como “el punto de partida de la cadena de suministro inversa”. Este movimiento de bienes del consumidor al productor implica, a su vez, que en lugar de ser tratado como un “residuo a eliminar”, sea visto como un “recurso que debe reingresar” a los procesos productivos. Como tal, una economía circular refuerza el papel del consumidor como un poderoso agente de mercado, superando así el mero papel de ser una de las partes más débiles en una relación contractual (Oliveira, 2020). Por ende, en la economía circular se reemplaza el concepto de “consumidor” por el de “usuario”, por lo que se requiere un nuevo tipo de contrato entre las empresas y sus clientes, basado en el rendimiento del producto (Ellen MacArthur Foundation, 2014). A nivel local se espera que los costos de

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Estrategia Nacional de Economía Circular: ¿en qué va el país?

Estrategia Nacional de Economía Circular: ¿en qué va el país?

Por Lizeth Viviana Salamanca Galvis / Comunicadora Social con énfasis en periodismo / Magíster en Responsabilidad Social Empresarial / Líder de Comunicaciones / Consejo Colombiano de Seguridad (CCS). “Producir conservando y conservar produciendo”. Esta es la lógica para desarrollar nuevos modelos de negocio que plantea la Estrategia Nacional de Economía Circular (ENEC), un instrumento con el que Colombia cuenta desde noviembre de 2018 y que sienta las bases para optimizar la eficiencia en la producción y consumo de materiales, reducir la huella hídrica y de carbono, valorizar continuamente los recursos y cerrar ciclos. Se trata entonces de una transformación no solo productiva sino también cultural hacia donde el país ya empieza a transitar. La estrategia surge en un contexto en el que urge acelerar las acciones y compromisos adquiridos por los países en el Acuerdo de París (alcanzado en la COP 21) de cara a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 2°C. Así mismo, está el llamado a los estados miembro de la ONU a trabajar decididamente en el cumplimiento de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), entre los que la Economía Circular aparece como un eje transversal a varios de ellos. Sin embargo, no solo se trata de que el país esté alineado a las agendas internacionales en materia ambiental y social. Las condiciones económicas propias también apremian. Según lo advierte el documento de la ENEC, la economía colombiana presenta bajos niveles de productividad en prácticamente todos los sectores productivos, escasa diversifi cación en productos de mayor valor agregado y rezagos en innovación tecnológica e inversión en investigación. Todo esto reduce las oportunidades de generar empleo, así como de crear factores diferenciales en los mercados (ENEC, 2018). A la realidad económica se le suma la tensión ambiental. “Desde hace varios años, Colombia viene experimentando una fuerte presión sobre sus rellenos sanitarios que ya están alcanzando su capacidad máxima de almacenamiento, las basuras son un problema ambiental, la contaminación por plásticos afecta las costas, los ríos y los mares. Adicionalmente, tenemos un bajo uso de biomasa. Entonces, necesitamos con urgencia modelos de negocio que reduzcan la presión sobre los recursos naturales”, afi rma Andrea Corzo, directora de Asuntos Ambientales, Sectorial y Urbana del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADS). Considerando este escenario, el país ya venía dando algunos pasos en la senda hacia la transformación de su modelo económico, especialmente, en materia normativa. De esta forma, la ENEC se asienta sobre varios instrumentos desarrollados previamente y que le otorgan razón de ser. En ese sentido, Corzo refi ere la Política Nacional de Producción y Consumo Sostenible, documento publicado en 2010 y en el que se actualizan e integran la Política Nacional de Producción más Limpia y el Plan Nacional de Mercados Verdes; el Conpes 3874 de 2016 que establece la Política Nacional para la Gestión Integral de Residuos Sólidos, incluyendo la responsabilidad extendida del productor y la gestión de residuos peligrosos; el Conpes 3866 que promueve la generación de encadenamientos productivos y el fortalecimiento de cadenas de valor a través de la Política de Desarrollo Productivo; y el Conpes 3934 de 2018 que instaura la Política de Crecimiento Verde y se traza como objetivo “impulsar a 2030 el aumento de la productividad y la competitividad económica del país, al tiempo que se asegura el uso sostenible del capital natural y la inclusión social, de manera compatible con el clima”. Bajo este marco normativo, la ENEC asume una naturaleza de “instrumento integrador” como lo resume la funcionaria. Esta característica tiene dos fundamentos. Por un lado, su desarrollo involucró un proceso de concertación entre diversos actores del sector público y privado, la academia y la sociedad civil, así como la participación de distintos ministerios acompañados por el Departamento Nacional de Planeación (DNP) y el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). Por otro lado, le permite al gobierno “identificar prioridades, mecanismos de gestión y necesidades de articulación interinstitucional para avanzar hacia esa transformación de los sistemas de producción y consumo”, explica Corzo. Y es que al fi nal lo que se busca es implantar en el país un nuevo modelo económico, una alternativa de desarrollo con miras a dejar atrás el actual sistema lineal de producir, usar y botar. “En cambio, a través de la Economía Circular, buscamos la optimización en el uso de los recursos y el fomento de la responsabilidad extendida del productor, donde los residuos o desechos que generan los productos o servicios de la industria se integren nuevamente en el ciclo productivo y se conviertan en un insumo para otras empresas y para la generación de nuevos emprendimientos”, agrega la funcionaria. Metas país En América Latina, Colombia se convirtió, en 2018, en el primer país en adoptar una estrategia de Economía Circular. Con este avance pretende ser, para el año 2030, el líder en la implementación de este modelo económico en la región. “Esta visión implica incrementar la efi ciencia en el uso de materiales, agua y energía, teniendo en cuenta la capacidad de recuperación de los ecosistemas y el uso circular de los flujos de materiales, maximizando su valor agregado y su vida útil”, como lo expone el documento oficial. Para lograrlo, cuenta con seis líneas priorizadas: flujos de materiales industriales y productos de consumo masivo; flujos de envases y empaques; flujos de biomasa; flujos de agua; fuentes y flujos de energía; y flujos de materiales de construcción. Adicionalmente, para cada una, se han establecido metas e indicadores de cumplimiento en un periodo establecido entre el 2021 y el 2028. Por ejemplo, respecto a los materiales industriales y productos de uso masivo, se espera que el 69 % de los Aceites Lubricantes Usados (ALU) que se generan en el país sean valorizados energéticamente y que unas 17 corrientes o subcategorías de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos sean reguladas bajo la responsabilidad extendida al productor. Para el caso de materiales de construcción se proyecta una tasa de aprovechamiento del 90

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Cinco cosas que debes saber sobre los tapabocas desechables y la contaminación por plásticos

Cinco cosas que debes saber sobre los tapabocas desechables y la contaminación por plásticos

Fuente: Organización de las Naciones Unidas (ONU). [28 de marzo de 2021]. Cinco cosas que debes saber sobre las mascarillas desechables y la contaminación por plásticos. Recuperado de: https://news.un.org/es/story/2021/03/1490132 La pandemia del coronavirus ha provocado un gran aumento del uso de mascarillas, guantes y otros equipos de protección desechable afectando potencialmente la lucha contra la contaminación marítima. Los diversos organismos de la ONU y sus socios aseguran que, de ponerse en marcha una serie de medidas eficaces, la cantidad de plásticos desechados cada año puede reducirse considerablemente, o incluso eliminarse. 1) Aumento de la contaminación provocado por el enorme consumo de tapabocas, guantes y otros productos La pandemia del coronavirus ha provocado un importante aumento de la producción de tapabocas desechables. Las cifras proporcionadas por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo no engañan y prevén que las ventas mundiales de mascarillas ascenderán a unos 166.000 millones de dólares en 2020, frente a unos 800 millones de dólares en 2019. Para muchas personas, una de las más recientes llamadas de atención sobre este problema se produjo cuando aparecieron en los medios de comunicación videos y fotos de buzos recogiendo máscaras y guantes ensuciando las aguas de la Riviera francesa. Este acontecimiento supone un recordatorio de que los políticos, los líderes y los individuos necesitan abordar el problema de la contaminación por plásticos desechados. 2) Considerar la gestión de los residuos como un servicio público esencial Si nos fiamos de los datos históricos, sus cifras nos indican que alrededor del 75 % de los tapabocas usados, así como otros residuos relacionados con la pandemia, acabarán en vertederos o flotando en los mares. Daños medioambientales aparte, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente calcula que el coste financiero, en ámbitos como el turismo y la pesca, será de unos 40.000 millones de dólares. El Programa advierte que, de no gestionarse adecuadamente el gran aumento de los residuos médicos, muchos de ellos fabricados con plásticos de un solo uso, podría producirse un vertido incontrolado. Entre las posibles consecuencias se encuentran los riesgos para la salud pública derivados de las mascarillas usadas infectadas y la quema al aire libre o la incineración incontrolada de las mascarillas, lo que provocaría la liberación de toxinas en el medio ambiente y la transmisión secundaria de enfermedades a los seres humanos. Ante el temor de estos posibles efectos secundarios en la salud y el medio ambiente, el Programa insta a los gobiernos a considerar la gestión de los residuos, entre ellos los médicos y los nocivos, como un servicio público esencial. El organismo argumenta que la manipulación segura y la eliminación final de estos residuos es un elemento vital para una respuesta de emergencia eficaz. «La contaminación producida por los plásticos ya era una de las mayores amenazas para nuestro planeta antes del brote de coronavirus», afirma Pamela Coke-Hamilton, directora de comercio internacional de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. «El repentino auge del uso cotidiano de ciertos productos que sirven para mantener a salvo a las personas y detienen la enfermedad está empeorando mucho las cosas», advirtió. 3) Es posible reducir un 80 % la contaminación por plásticos  Sin embargo, esta situación puede modificarse como demuestra un amplio informe sobre residuos plásticos  publicado por The Pew Charitable Trusts, y el laboratorio de ideas Systemiq. El estudio, avalado por la directora ejecutiva de la agencia medioambiental de la ONU, Inger Andersen, pronostica que, si no se toman las medidas adecuadas, la cantidad de plásticos vertidos en el océano se triplicará en 2040, pasando de 11 a 29 millones de toneladas al año. Sin embargo, cerca del 80 % de la contaminación producida por plásticos podría eliminarse en ese mismo periodo simplemente sustituyendo una regulación inapropiada: cambiar el modelo de negocio e introducir incentivos que conduzcan a la reducción de la producción de plásticos. Otras medidas recomendadas son diseñar productos y envases que puedan reciclarse más fácilmente y aumentar la recogida de residuos, especialmente en los países de menor renta. 4) La necesidad de impulsar una alianza mundial En un análisis sobre plásticos, sostenibilidad y desarrollo en 2020, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo llegó a la conclusión de que las políticas comerciales mundiales también pueden desempeñar un importante papel en la reducción de la contaminación. Aunque durante la última década muchos países han introducido normativas relativas a la contaminación producida por plásticos, un indicador de la creciente preocupación que rodea a este tema, según el análisis de la Conferencia, es que para que estas políticas sean realmente eficaces se necesitan reglas coordinadas y globales. «El modo en que los países han utilizado sus políticas comerciales para luchar contra la contaminación por plásticos ha sido en su mayor parte descoordinado, limitando la eficacia de sus esfuerzos, dice Coke-Hamilton. «Hay límites a lo que cualquier país puede lograr por sí solo». 5) Impulsar alternativas respetuosas con el planeta y el empleo Aunque la aplicación de estas medidas reduciría enormemente la contaminación por plásticos de aquí a 2040, el informe de la organización sin fines de lucro Pew y el laboratorio de ideas Systemiq reconoce que, incluso en el mejor de los casos, se seguirían vertiendo cinco millones de toneladas de plásticos en el océano cada año. Los autores del estudio consideran que para enfrentarse de forma integral al problema se necesitaría un aumento drástico de la innovación y la inversión que se tradujera en avances tecnológicos. La Conferencia también insta a los gobiernos a potenciar sustancias no tóxicas, biodegradables o fácilmente reciclables, como las fibras naturales, la cáscara de arroz y el caucho natural. Estos productos serían más respetuosos con el medio ambiente y, dado que los países en desarrollo son proveedores clave de muchos sustitutos del plástico, podrían aportar una ventaja añadida: la creación de nuevos puestos de trabajo. Bangladesh, por ejemplo, es el primer proveedor mundial de exportaciones de yute, mientras que entre Tailandia y Côte d’Ivoire concentran la mayor parte de las

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Preparación ante desastres durante la pandemia del COVID-19

Preparación ante desastres durante la pandemia del COVID-19

Fuente: Cruz Roja. (2021) Preparación ante desastres durante la pandemia de COVID-19. Recuperado de: https://www.redcross.org/cruz-roja/obtener-ayuda/tipos-de-emergencias/consejos-de-seguridad-para-coronavirus/preparacion-ante-desastres.html Estamos pasando momentos difíciles a medida que enfrentamos los impactos de la pandemia de la enfermedad de coronavirus. Es probable que el COVID-19 esté con nosotros durante un largo tiempo y es por eso por lo que debemos prepararnos de manera diferente para otros desastres que puedan afectar a nuestras comunidades. Es difícil pensarlo, pero otros desastres, como huracanes e incendios forestales, aún pueden suceder. Saber qué peligros pueden afectar a su comunidad y aprender qué hacer antes, durante y después de cada uno te ayudará  estar a salvo y a fortalecer tu capacidad de adaptación para que puedas recuperarte o “levantarte” rápidamente. Existen acciones que puedes tomar para prepararte, a la vez que te proteges del COVID-19 durante un desastre. Usa esta guía para planificar. ¿Qué desastres podría enfrentar? Algunos desastres, tales como inundaciones o incendios domésticos, pueden ocurrir en cualquier lugar. Otros, incluyendo terremotos y huracanes, son más comunes en determinadas regiones. Para entender sus riesgos locales: Identifica los posibles desastres en tu área. Familiarízate con las acciones que puedes tomar para mantenerte a salvo. Conoce el plan de respuesta de tu comunidad para cada desastre y determina si estos planes han sido adaptados al COVID-19. Obtén información de contacto de los gobiernos y las agencias estatales, locales y tribales y de las agencias de gestión de emergencia estatal. ¿Cómo cubriré mis necesidades básicas en un desastre durante la pandemia? Los desastres pueden causar desafíos repentinos como el corte de la energía eléctrica, bloqueo de caminos, interrupción de la respuesta de los servicios de emergencias y el cierre de tiendas y farmacias durante un período de tiempo extendido. La COVID-19 agrega un problema más a esta situación compleja. Prepárate ahora para tener habilidades esenciales y poder tener cubiertas tus necesidades básicas. Aprende habilidades que salvan vidas, como primeros auxilios y RCP. Arma dos kits de emergencia y ten suministro de medicamentos recetados para un mes. Comienza con esta lista de suministros básicos. Personaliza tu kit para cubrir sus necesidades. Incluye desinfectante y artículos de higiene como jabón y desinfectantes para manos para protegerse contra la COVID-19. Puede que algunos suministros sean difíciles de conseguir y la disponibilidad será menor durante un desastre, por eso comienza a recolectarlos ahora. » Kit para quedarse en casa (suministros de emergencia para dos semanas): incluye todo lo que necesitas para quedarte en casa durante al menos dos semanas con artículos tales como alimentos, agua, suministros de limpieza y desinfectante, jabón, productos de papel y artículos de higiene personal. » Kit de evacuación (tres días de suministros en un “bolso de evacuación”): el segundo kit debe ser una versión liviana y más pequeña que puedas llevar contigo si debes salir de tu hogar rápidamente. Incluye todo lo que necesitas para abastecerte por ti mismo durante tres días de alimentos, comida, artículos de higiene personal, suministros de limpieza y desinfectante que puedas usar si estás fuera de casa (pañuelos de papel, desinfectante de manos con 60 % de alcohol y toallas de desinfección). Asegúrate de que tienes tapabocas de tela, tales como mascarillas y bufandas, para todas las personas en tu hogar, de tal manera que puedan llevar uno de manera segura. Los tapabocas de tela no reemplazan al distanciamiento social físico. Continúa manteniendo una distancia de aproximadamente 2 metros entre tú y los demás en público. No se deben colocar tapabocas de tela en niños pequeños menores de 2 años, una persona que tenga dificultad para respirar o que no pueda sacarse el tapabocas sin asistencia. » Un suministro de medicamentos recetados que te dure un mes así como medicamentos de venta libre, como jarabes para la tos y medicamentos para reducir la fiebre y suministros o equipamiento médico. Mantén estos artículos juntos en un contenedor separado para que pueda llevárselos si tiene que evacuar. ¿Cómo planifico para un desastre durante una pandemia? Planifica lo que harás antes, durante y después de cada tipo de desastre. Las diferentes emergencias requieren diferentes acciones para mantenerte seguro. Asegúrate de que puedes enterarte rápidamente acerca de un peligro. Ten acceso a alertas climáticas y notificaciones comunitarias. Asegúrate de que puedes recibir notificaciones oficiales incluso durante una pérdida de energía. Sigue siempre las instrucciones de las autoridades locales. Regístrate para recibir las alertas de emergencia gratuitas que tu comunidad pueda ofrecer. Considera comprar una radio a baterías. Conoce qué tipo de notificaciones esperar y qué hacer cuando las recibas. Por ejemplo, un aviso para estar “en guardia” significa que debería estar listo para actuar; una “alarma” significa que debe tomar acción de inmediato. Conozca las señales naturales de alarma de un peligro, puede que no siempre recibas una alerta oficial. Debido al COVID-19, debes mantenerte actualizado acerca de la información y restricciones de tus autoridades de salud pública locales ya que esto puede afectar tus acciones y recursos e instalaciones disponibles. ¿Quedarse o irse? Algunos desastres requieren que te quedes donde estás para mantenerte seguro. Otros desastres requieren que vayas a otro lado para mantenerte seguro. Si necesitas ir a otro lado, piensa acerca de estas preguntas: ¿Dónde iré? ¿Cómo llegaré allí? ¿Dónde me quedaré? ¿Cómo puedo ayudar a protegerme del COVID-19? ¿Qué llevaré conmigo? Por ejemplo, en el caso de un huracán o un incendio forestal puede que necesites dejar tu hogar rápidamente y viajar a un lugar seguro fuera del área afectada. Si las autoridades te aconsejan que evacúes, debes estar preparado para irte inmediatamente con tu kit de evacuación (“bolso de evacuación” de suministros de emergencia). Planifica ahora si necesitarás ayuda para irte o si necesitarás compartir el transporte. Pregunta a amigos o familiares fuera de tu área si puedes quedarte con ellos. Habla y ve si tienen síntomas de COVID-19 o si tienen gente en sus hogares con un riesgo mayor de sufrir una enfermedad grave. Si tienen síntomas o personas con riesgo mayor en su hogar, realiza otros arreglos. Habla con hoteles, moteles y campings para

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